Un mundo bajo el signo de la polarización – Mirador París, segunda parte

Continuamos en este texto los análisis desarrollados en las notas anteriores referidas a mi estadía en Francia.

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Abordaré sumariamente algunos elementos de la coyuntura internacional, la escena francesa poselectoral y una actualización sobre la dinámica de la guerra en Ucrania (sobre su carácter escribimos en la edición anterior “Una vez más sobre el carácter de la guerra en Ucrania”), el centro hoy de la coyuntura internacional.

Haremos esto sin dejar de mencionar que el asesinato de Shinzo Abe, el ex primer ministro más longevo en Japón en las últimas décadas, aun si parece obra de un “loco suelto”, es un grave índice de los elementos de polarización crecientes que surcan la escena internacional (Abe era una nacionalista que pretendía quitar de la constitución la cláusula pacifista que le impide a Japón intervenir militarmente en el ámbito internacional[1]).

Debilitamiento del centro, fortalecimiento de los extremos

Lo primero a señalar es que Francia no aparece corrida unilateralmente hacia la derecha; su marca política es la polarización. Esto tiene importancia su porque habitualmente se considera que la coyuntura mundial, toda ella, estaría corrida hacia la derecha (este análisis es característico de la corriente mandelista o posmandelista que tiene la mayoría en el NPA francés).

La realidad del mundo es más compleja. Lo que domina el escenario es una dinámica -cada vez más creciente- de polarización social y política. Polarización que tiene, quizás, su polo más fuerte en la derecha, pero donde polo y bipolo (por bipolo nos referimos a la resistencia que crece por la izquierda) se “compensan” hasta cierto punto dejando colocada la coyuntura internacional en el “extremo centro” (explicamos esta dialéctica de la situación internacional en “El rompecabezas de la situación mundial. ¿La hora de los extremos?”, izquierda web).

El fiel de la balanza de este corrimiento al extremo centro se expresa en el –magullado- gobierno de Biden en los Estados Unidos, “asediado” por derecha por un trumpismo que se afianza dentro del Partido Republicano, sin que las presiones por la izquierda dejen de manifestarse también ahora en oportunidad de la derogación por la Corte Suprema de Justicia yanqui dominada por elementos extremistas, que derogó al fallo Roe vs. Wade que legalizaba el aborto.

La renovación de estas definiciones se muestra en el desencadenamiento de una –cierta- oleada de huelgas en Europa –es significativo que ocurran en pleno verano boreal-, los triunfos electorales social-liberales de Boric y Petro en Chile y Colombia, la semi rebelión originaria en Ecuador contra el aumento de los combustibles, al tiempo que, desde la otra punta del péndulo político y de la lucha de clases, repetimos, la Corte Suprema de Justicia de los EE.UU. acaba de emitir varios fallos ultra reaccionarios, que tienen por efecto polarizar aun más el país: “Lo que estamos presenciando no fue un fallo constitucional, fue un ejercicio de poder político puro (…) No podemos permitir que una Corte Suprema fuera de control, trabajando en conjunto con elementos extremistas del Partido Republicano, nos quite las libertades y nuestra autonomía personal” (La Nación, 9 de julio de 2022).

La guerra de Ucrania está instalada en medio de estos desarrollos agudizando los elementos de desequilibrio económico así como la pugna geopolítica pero, por sí misma, no ha llevado el péndulo de la lucha de clases ni a derecha ni a izquierda por razones sobre las que volveremos abajo (el refuerzo de la OTAN cincha las cosas para la derecha, pero la crisis económica y social alienta las luchas y rebeldías).

Si se quiere, la coyuntura expresa una polarización asimétrica. El polo de la reacción aparece todavía más fuerte pero, sin embargo, polo y bi-polo izquierdista social y / o político están también presentes, y no se dan tregua; la coyuntura, como tal, no tiene resultante definida y no parece que vaya a producirse un desenlace categórico en lo inmediato.

En medio de esas tendencias navega un centro político que, en general, es el que termina de imponerse electoralmente porque las resultantes –que se entienda bien, las resultantes, no los quiebres, etc., ¡que remiten siempre al terreno directo de la lucha de clases!- se juegan, mayormente todavía, en el terreno electoral, es decir, en un escenario de mediación (sacando de aquí, lógicamente, Ucrania, donde las cosas se juegan en el directo terreno militar lo que no deja de lado ni la diplomacia, ni la política).

Centro, derecha e izquierda

Vayamos ahora específicamente a la coyuntura poselectoral francesa. Las elecciones presidenciales en marzo pasado las volvió a ganar Macron. Pero en las recientes legislativas el oficialismo quedó debilitado perdiendo su mayoría propia. Esto pone en riesgo, entre otras cosas, su promesa de contrarreformas como la jubilatoria (aunque podría juntar los votos con el resto de las formaciones de derecha en la Asamblea Nacional para imponerla; se verá a partir de septiembre cómo evoluciona la coyuntura).

De cualquier manera, tampoco se puede decir que el país haya girado a izquierda. Más bien lo que se aprecia una “tripolarización” política-electoral entre el macronismo, el NUPES (Nueva Unión Popular Ecologista y Social) y RN (Rassemblement National) con Jean-Luc Melenchon y también Marie Le Pen saliendo bien parados de las legislativas (el NUPES alzándose con 141 asambleístas, algo menos a lo que anticipaban las encuestas, y RN con 89, un batacazo electoral que no se anticipaba).

Macron salió perdiendo. Desde 1988, con Francoise Miterrand en su segunda presidencia, no ocurría que un triunfador en la presidencial no lograra mayoría propia en la Asamblea Nacional. Por su parte, Jean-Luc Melenchon y Marie le Pen, a los dos lados del movimiento pendular, salieron fortalecidos; aunque el primero quedó lejos de su apelación a que los votantes lo consagren como Primer Ministro y la segunda se encontró con un logro electoral que no esperaba…

De cualquier manera, “la izquierda de la izquierda” (que en realidad es una centroizquierda anti-liberal a la izquierda del tradicional Partido Socialista, transformado en partido social liberal en decadencia), fue la que tuvo la iniciativa durante las parlamentarias, y la fuerza que dio el tono al debate político amén de alzarse con las circunscripciones principales del país, el centro urbano de París (¡atención que Francia es un país muy centralizado al estilo argentino!, por caso). París es el “centro absorbente” del país galo: “En todo caso, [la elección] es un grave revés para el presidente. Al intentar ‘cloroformar’ toda la campaña, por cálculo táctico o dudas estratégicas, sólo alimentó la abstención y anestesió una dinámica que podría haber creado a su favor: su campo retrocedió (…) y fue Jean-Luc Melenchon, que, beneficiándose de la inexplicable resignación de Resemblement National (Marie Le Pen), así como de la no menos inexplicable demisión de LR (el partido de derecha clásico, Sarkozy), pasó a imponerse como el verdadero vencedor político de esta elección” (Le Figaro, lunes 13 de junio 2022[2]).

¿Qué es lo que se aprecia en Francia? Repetimos: que en el país existe una división tripartita. Luego del primer quinquenio macronista la resultante parece ser de un escenario de polarización político-electoral sin mayoría clara en la Asamblea Nacional -lo que augura crisis política e inestabilidad, seguramente marcado por luchas sociales cuando la “rentrée” (retorno o reinicio del año) luego de las vacaciones del verano boreal: “(…) el resultado es una derrota política real y profunda para Macron (…) que, durante cinco años, ha considerado la Asamblea Nacional como una simple cámara de registro de sus decisiones personales (…) La aplicación de sus políticas con un gobierno en minoría en una Asamblea tan hostil sólo será posible aceptando concesiones en cada proyecto, esencialmente a su derecha, es decir, en los temas favoritos de la derecha y de la extrema derecha. Por tanto, el mayor riesgo es un gobierno débil bajo la presión de su derecha” (“Macrón: el triste equilibrista del Eliseo”, León Cremieux, Vientosur, 25/06/22).

En un contexto de análisis que tiene que ver todas las caras del fenómeno político electoral que, como sabemos, es siempre una expresión distorsionada de la lucha ce clases (es decir, su peso específico hay que verlo en el terreno las acciones cotidianas), Cremieux advierte como un factor regresivo la alta abstención política que proviene mayormente de los barrios y pueblos de clase trabajadora de las zonas urbanizadas degradadas y en muchas zonas rurales empobrecidas. La abstención está muy marcada generacionalmente, desde el 70% entre los 18-24 años hasta el 35% entre los mayores de 70 años. Asimismo, está marcada socialmente según el nivel de diplomas e ingresos, con un 65% de abstención entre las y los trabajadores, así como en los hogares con ingresos inferiores a 1250 euros.

Otro analista subraya: “Había una Francia de izquierda y una Francia de derecha. Ahora hay distintas Francias que tienden a compartimentarse. Las ‘familias’ [políticas] tienen sus territorios favoritos. Mucho se ha dicho y comentado (…) sobre los territorios enfrentados por la política (…) Los resultados de RN deberían haber recibido más atención. Desde la primera ronda legislativa, en 56 departamentos [sobre unos 550 en los que está dividido el Estado francés] estaban por encima de su promedio metropolitano de 19% y 21 de ellos estaban incluso por encima del 25%. Dedicado durante mucho tiempo a mantener su status político a nivel nacional, y por tanto débilmente territorializado [se aprecia que los problemas de construcción orgánica atañen a todas las organizaciones, R.S.], el partido de Marine Le Pen está en proceso de consolidar su implantación, con sus áreas fuertes en el este y el norte, en el centro y en la costa mediterránea [pero no en el centro parisino del país, R.S.]” (Roger Martelli, “Francia: Tras las elecciones legislativas y las presidenciales ¿nueva situación política?”, Viento sur, 24/06/22[3]).

Y se agrega: “El electorado del NUPES se presenta como el más concentrado: sus candidaturas acumulan la mitad de sus votos en 18 departamentos, incluidos 7 en la región parisina. La alianza sin precedentes de NUPES ha confirmado la opinión expresada durante la elección presidencial: la izquierda unida está encontrando densidad en áreas tradicionales de la izquierda, ya sean las del comunismo de ayer (región parisina, centro de Francia) o las del socialismo en la década de 1970 y 1980 (oeste y suroeste de Francia). Pero conserva su fragilidad en otras áreas antiguas, a menudo muy populares, donde enfrenta una fuerte competencia del empuje de RN (…) [un dato internacional es el avance de la extrema derecha en zonas populares y/o obreras en decadencia, que muestran enorme desafectación política, R.S.]” (Martelli, ídem[4]).

La distribución de clase y “geográfico-política” de la elección, amén del peso, para bien o para mal, de las históricas tradiciones políticas cuando hablamos de un país político -por antonomasia- como Francia, son datos de envergadura “sociológica” que, en todo caso, muestran desde el punto de vista político y electoral, y “bajado a tierra” en las circunstancias concretas de Francia, las “líneas de falla” de la polarización en obra a nivel global.  Líneas de falla que, en todo caso, en el caso concreto de la reciente ronda electoral auguran una presidencia de Macron más débil y surcada por conflictos tanto políticos como sociales: “La llamada ‘barrera republicana’ definitivamente ha explotado, y por lo tanto desaparecerá de manera durable de la vida política nacional. Esta concepción, que no tenía que ver con la independencia de clases, reposaba sobre una experiencia histórica de carácter anti-fascista interclasista [con elementos progresivos agregamos nosotros, R.S.], integrada y sentida por amplios sectores de masas. Surgida como producto de la Segunda Guerra Mundial, ella implicaba hacer de todo para impedir la elección de individuos y corrientes que se situaban en la continuidad del petainismo o del nazismo. La guerra en Argelia continuó nutriendo esta tradición, después de la tentativa de golpe de Estado de los generales facciosos, el 22 de abril de 1961 en Argel, buscando oponerse a la independencia de Argelia. El fracaso de este puch dio lugar al nacimiento del movimiento fascista OAS (Organización armada secreta), responsable de atentados terroristas que causaron miles de muertos y heridos, en Argelia (principalmente) y en Francia” (Jean-Philippe Dives, “Après les législatives: analyse et questions”, Revolution Permanente).

En definitiva, y apreciando cierta convergencia en los análisis entre tres autores de corrientes de la izquierda distintas, lo que se aprecia es lo señalado en nuestra nota anterior: revolución y contrarrevolución laten en Francia aún expresándose de manera electoral y distorsionada. Esto se expresa en sus tendencias políticas generales, dando lugar –con todas las mediaciones del caso, claro está, no estamos en ninguna situación prerrevolucionaria en Francia ni nada que se le parezca, sino una coyuntura de fuerte polarización– a una resultante electoral con un gobierno de Macron debilitado y “asediado” tanto por derecha –con la que buscará hacer sus acuerdos- como en cierta forma por la izquierda, sin que pueda augurarse respecto de para dónde se inclinarán las cosas –¡aunque estamos absolutamente seguros que nada ocurrirá sin resistencia popular!-.

Porque de cualquier manera, lo que no hay que perder de vista en un país tan centralizado como Francia, es que el NUPES se apropio de la mayoría absoluta del voto en la región parisina, el centro absoluto del país como ya señalamos y, en todo caso, si el macronismo se lleva el voto en las regiones de clases medias más pudientes, el lepenismo “light” de Marie Le Pen lo hace en regiones más o menos tradicionales de la extrema derecha pero en muchos casos mucho menos densas poblacionalmente y de menor centralidad económica (esto lo decimos un poco de “oficio”; es un dato que hay que verificar con una investigación ulterior).

Es decir: el resultado electoral iguala en cierto modo distritos electorales de peso y densidad poblacional muy distintos, razón por la cual el polo a izquierda se nos aparece de singular importancia respecto de la dinámica que viene y no puede perderse de vista aún si RN levantó en la elección a la Asamblea Nacional un número histórico de asambleístas.

La preocupación universal por el poder de compra

Esto se conecta con las principales preocupaciones de los franceses. Más allá del inesperado avance legislativo de Rassemblement National, que la coyuntura no está a la derecha se expresa en las preocupaciones de los franceses. La principal es la que recorre el mundo: la caída en el poder de compra. En las encuestas de opinión publicadas en Le Monde, el aumento de los precios figura a tope –es, evidentemente, el factor que está alentando en Europa la escalada de huelgas desatada en las últimas semanas-. Mientras tanto, la preocupación por la inmigración, generalmente proveniente desde un ángulo reaccionario, o por la guerra en Ucrania, que podría desatar un reflejo chovinista mayor, aparecen en baja

Está claro que lo anterior se conecta con las principales tendencias a la crisis: el aumento de los precios como subproducto de la herencia de la pandemia, los problemas en las cadenas de aprovisionamiento, la demanda insatisfecha en determinados sectores, etc., conjuntamente con las consecuencias económicas de la guerra en Ucrania en materia del aumento sideral de los combustibles y de los precios de las materias primas alimentarias.

“¿En qué están los franceses, como viven este período de inflación inédita después de cuarenta años? Los testimonios individuales dan cuenta de la dificultad de llegar a fin de mes. ¿(…) [Pero como] evaluar la parte de la población francesa que ya ha comenzado a apretarse el cinturón en este primer semestre de 2022?” se interroga Le Monde en su edición del 9 de junio preocupada por un alcance mayor de la circunstancia…

Le Monde señala que el nivel de desempleo en Francia es el más bajo desde 2008 (7.3%), un dato que tiene importancia para entender la circunstancia -más o menos “universal”- de alto empleo relativo combinada con fuerte precarización laboral y salarios a la baja, un escenario eventualmente propicio para el desencadenamiento de luchas[5].

Si en Francia se estima para este año una inflación del 5.5% (cifra no vista en décadas en el país galo, a años luz de circunstancias inflacionarias crónicas como la de la Argentina), corregido y aumentado es lo que está pasando en los Estados Unidos, donde se espera un aumento de los precios en torno al 9%, una cifra también inédita en décadas en dicho país. En consecuencia, con la Reserva Federal (el Banco Central en los EE.UU.) aumentando las tasas de referencia y el “vuelo a la calidad” del capital dinero que desarma posiciones en los países de la periferia capitalista tipo la Argentina, Pakistán o Turquía; se teme, también, que se produzca el efecto combinado de la inflación más una eventual recesión –estanflación-, amén de default de deudas en los país más expuestos, con una eventual recesión en el horizonte de mediano plazo: “Sobre el fondo de una aceleración de la inflación, que alcanzó el 5.2% en mayo en Francia, los economistas se muestran más reservados que el gobierno [de Macron] sobre cuáles son las perspectivas de la economía francesa en los próximos meses: ‘La probabilidad de entrar en recesión está lejos de ser nula’ (…) Se trata de las tendencias por la guerra de Ucrania a la alza de los precios de energía y de materias primas, pero no únicamente: ‘Estamos en un ambiente en caída después de 20 años de crecimiento chino: este no es más el caso. Hoy en día, no se ve quién podrá traccionar la demanda mundial al alza (…) El Banco Mundial ha levantado acta de este fenómeno rebajando su previsión de crecimiento mundial al 2.9% cuando en enero esperaba uno del 4.1%” (Le Monde, “Le spectre d’une récession”, 9 de junio 2022).

Así las cosas, las últimas semanas han confirmado intuiciones y sensaciones viajeras: al debate sobre la inflación internacional, el alza de las tasas, las eventualidades recesivas e, incluso, las trabazones al crecimiento chino. The Economist dedicó una de sus últimas ediciones a esto: “para todo el año, China deberá luchar para crecer de manera más rápida que EE.UU. por primera vez desde 1990” (mayo 28-junio 3 de 2022[6]), lo que sumado a las huelgas europeas y otros desarrollos, podrían estar adelantando una nueva coyuntura internacional, más dinámica.

Desde el “mirador París”, y con este sumario diario de viaje basado sobre todo en impresiones que no reemplaza un análisis de la coyuntura internacional más sistemático, es imposible responder a esta pregunta. Al menos, sin embargo, alcanza para dejarla colocada.

Incertidumbres guerreras

Vayamos ahora a la guerra en Ucrania, la primera guerra europea interestatal después de la Segunda Guerra Mundial (no nos olvidamos de la guerra en la ex Yugoslavia a finales de los años 1990, con características propias).

Una paradoja desde el “mirador París” es que la guerra no parece figurar entre las principales preocupaciones populares, al menos en estos momentos en los que todo el mundo piensa en salir de vacaciones…

Claro que otro cantar son los medios de comunicación, donde la cuestión figura en los primerísimos lugares (sobre todo en la prensa escrita, que es lo que nos dedicamos a estudiar).

Es probable que esto tenga que ver con que pasado el primer impacto del conflicto, la guerra tiende a ser “naturalizada”. Y, por lo demás, las principales preocupaciones alrededor de un conflicto en términos “nucleares” o una dinámica enloquecida a la barbarie aparecen neutralizadas. Los contornos del conflicto están –al menos de momento- bastante claros: una guerra en Ucrania por la invasión rusa y un conflicto geopolítico interimperialista creciente –que no es una guerra, al menos no lo es hoy- entre Estados Unidos y la OTAN y Rusia y China (que está en una posición incomoda; que no pretende ir por el camino de Putin –su herramienta más poderosa relativamente es la económica, aunque ya es la segunda potencia militar sin duda alguna).

Vayamos sumariamente a la dinámica del conflicto. Se podría decir que la guerra se encuentra en una tercera etapa pasado cuatro meses del inicio de la misma. La primera etapa estuvo marcada por la ofensiva rusa, el inicio de las sanciones económicas de los Estados Unidos y de los demás imperialismos europeos, el inicial envió de armas occidentales y la hipótesis de una caída inmediata del gobierno de Zelensky, que no se verificó.

De los elementos en juego en esta primera etapa queremos destacar lo que sí se verificó: el sentimiento nacional ucraniano está arraigado por toda una serie de razones que se anclan –sobre todo- en la historia del estalinismo. De ahí que se haya puesto en pie una resistencia de masas al invasor ruso que es subrayada por los análisis independientes que llegan desde el terreno: “(…) la agresión rusa contra Ucrania no está convirtiendo a Rusia en un Estado socialista. Las relaciones sociales que Rusia lleva a los territorios ocupados no son socialistas [evidentemente, R.S.]. Es una relación que existe dentro de la propia Rusia, pero de una forma más dura y perversa. Es el poder de las fuerzas de seguridad, el poder de las élites, el poder del capital ruso y de las empresas estatales, sobre una población privada de derechos políticos y sociales [es decir, y contra las fantasías de tantos izquierdistas, relaciones no emancipatorias, R.S.]. Vemos que en los territorios ocupados –en las regiones de Kherson, Donestk, Luhansk y parte de Zaporizhzhia- no existe ninguna muestra, aunque sea mínima, de voluntad popular para volver a unirse a Rusia. Se trata de una ocupación militar directa: las personas que viven en este territorio simplemente tienen que someterse a la fuerza bruta. Esto no tiene nada que ver con el socialismo, la democracia o cualquier régimen soviético” (“Entrevista a Ilya Budraitskis: El derecho de autodeterminación es algo que la izquierda siempre ha defendido”, Viento sur, 9 de junio 2022).

Budraitskis agrega algo sumamente importante: “No es ningún secreto que Putin lleva mucho tiempo explotando [demagógicamente, R.S.] la nostalgia y los símbolos soviéticos, excluyendo casi por completo su contenido socialista original. La bandera roja en manos de los soldados rusos no es diferente de la bandera rusa: es simplemente un símbolo del Estado, del poder estatal, un símbolo de las fuerzas armadas rusas que, desde el punto de vista del régimen ruso, son la continuación directa del ejército soviético… Creemos que este simbolismo cubre la profunda brecha entre lo que es Rusia hoy y lo que era el Ejercito Rojo cuando fue creado por Lenin y Trotsky durante la guerra civil [¡algo que es evidente por sí mismo!]” (ídem).

La segunda etapa estuvo marcada por el reordenamiento de la ofensiva rusa en medio de una crisis de los objetivos estratégicos de Putin. La reorientación al este y el sur de Ucrania ocurrió en medio de una muestra de debilidad y crisis de parte de Rusia, se dudaba de su capacidad de reagruparse para continuar la ofensiva. Surgieron así interrogantes acerca de sus problemas logísticos, la coordinación de su emprendimiento guerrero, la corrupción que marca al ejército ruso (mucho presupuesto en términos reales que no se sabe a dónde va a parar), etc. Son especulaciones que, lógicamente, había que seguir verificándolas en el terreno para saber los alcances y límites de su emprendimiento militar. Son cuestiones reveladoras, como en toda guerra, del verdadero carácter y rasgos del país involucrado en la contienda.

Ocurre que, en el análisis marxista, el comportamiento de un país en una guerra habla mucho sobre el carácter del mismo, sobre su estructura social; lo podridas que están –o no- sus relaciones económicosociales. Marx había anticipado un análisis de este tipo en la Introducción a La crítica de la economía política, en el que señalaba que la tecnología militar se anticipa a la difusión de la tecnología en la economía: “La guerra se ha desarrollado antes que la paz: mostrar la manera en que ciertas relaciones económicas tales como el trabajo asalariado, el maquinismo, etc., han sido desarrolladas por la guerra y en los ejércitos antes que en el interior de la sociedad burguesa. Del mismo modo, la relación entre las fuerzas productivas y las relaciones de tráfico se presenta particularmente visible en el ejército” (Introducción general a la crítica a la economía política, México, 1984, pp. 59).

Por lo demás, no solamente la derrota de Rusia en la guerra ruso-japonesa de 1904/1905 había demostrado la debilidad del zarismo, sino que incluso la guerra de Crimea de 1853/6 había demostrado lo propio llevando al zarismo a la abolición de la servidumbre en 1861. Algunos análisis que defienden el carácter no imperialista en reconstrucción de Rusia, como defendemos nosotros, podrían tomar estos elementos para su razonamiento de manera de hacerlos algo más sofisticados que el tosco economicismo que los marcan.

Volviendo a Marx, veamos lo que le decía a Engels al respecto: “La historia del ejército pone de manifiesto, más claramente que cualquier otra cosa, la justeza de nuestra concepción del vínculo entre fuerzas productivas y las relaciones sociales. En general, el ejército es importante para el desarrollo económico. Por ejemplo, fue en el ejército que los antiguos desarrollaron por primera vez un sistema completo de salarios (…) La división del trabajo dentro de una rama se llevó a cabo también en los ejércitos. Toda la historia de las formas de la sociedad burguesa se resume notablemente en la militar” (Marx, carta a Engels, 25/09/1857, en Introducción general a la critica de la economía política, 1857, Cuadernos de Pasado y Presente, México, 1984, pp. 114).

Sin embargo, en el último mes la realidad es que en las regiones donde se reorientó el ejercito ruso, el este y el sur de Ucrania, esté tomando la delantera logrando que nuevas ciudades caigan en sus manos. Con una estrategia extremadamente lenta, a fuerza -sobre todo- del fuego de la artillería (la artillería es un arma clásica de los ejércitos rusos; tuvieron inmensa importancia en la derrota del nazismo en la segunda guerra), el ejército ruso parece estar ampliando y asegurando sus posiciones en las regiones de Donetsk y Lugansk –por lo demás, históricamente las más industrializadas de Ucrania, hoy en franca decadencia-. Lograrían así una posición de mayor fuerza en el terreno, esto a pesar que las sanciones económicas continúan (con la paradoja que parecen impactar más en Occidente, aunque el PBI ruso caería este año un 15%…). Simultáneamente, en sentido contrario, el “negocio geopolítico” que está haciendo Putin parece discutible (aunque sin olvidarnos que, en general, fuera del Occidente capitalista-imperialista, países importantísimos como la India, Pakistán, Sudáfrica, incluso Brasil, no se han alienado con el imperialismo tradicional –obviamente menos que menos China-, un dato geopolítico del nuevo mundo en el que entramos de suma importancia).

Discutible porque Finlandia y Suecia han pedido su ingreso en la OTAN (aunque atención que en Suecia hay una crisis política creciente por el abandono de 200 años de neutralismo y la entrega de los kurdos en bandeja a Erdogan, ¡un escándalo que involucra ni más ni menos que 1.000.000 de habitantes kurdos en Suecia!). En general,  los países del Este europeo se han alineado –incondicionalmente- con el imperialismo occidental; la propia Austria parece romper su neutralidad tradicional, etc..

Todas estas son dificultades para Rusia que no está claro todavía que las conquistas territoriales en Ucrania –de consolidarse y legitimarse de alguna manera- vayan a compensar: “Kherson es un terreno crítico porque es la sola región de Ucrania donde las fuerzas rusas pusieron el pie sobre el lado oeste del río Dniepr. Si Rusia puede conservar una posición sólida ahí, estará en una posición muy fuerte para una futura invasión del territorio que permanece libre [en el sureste] (…). ‘Los ucranianos deberían absolutamente volver a empujar a los rusos hacia el este del Dniepr si quieren evitar que se cree un arco ruso que una el Donbass a la Transnistrie” (Le Monde, 9 de junio 2022), algo que no parece estar sucediendo desde el mes atrás que se escribió este análisis.

Y lo anterior por no olvidarnos que en el Donbas propiamente -es decir, en el este- Rusia conquistó –¡enorme destrucción mediante!- las ciudades de Sieverodonetsk y la contigua del otro lado del río, Lysssytonansk…

En todo caso, el alerta metodológico es que las guerras son siempre cambiantes. “Nadie es dueño de sí mismo hasta que la confrontación no termina” (Clausewitz). Hay muchas cuestiones difíciles de precisar con definiciones esquemáticas a priori que no sigan el curso mismo del conflicto. Aunque, más allá de esto, es evidente que en este tercer momento de la contienda a Rusia le está yendo mejor que a Ucrania en el terreno.

Más allá de la marcha concreta del evento guerrero, existen algunas cuestiones que se pueden delimitar: no parece fácil que Putin aspire a ocupar toda Ucrania; pero tampoco que Zelensky crea realistamente que se pueda recuperar todo el territorio perdido… En todo caso, el escenario actual más probable es una guerra que se extiende en el tiempo, de desgaste para ambos bandos.

Al menos en Europa Occidental, comienza a expresarse cierto cansancio con la guerra y sus costos tanto geopolíticos como económicos; hay divisiones en el bloque capitalista occidental sobre cómo darle algún cause al conflicto. Zelensky, Polonia y los países Bálticos querrían una derrota categórica de Putin. Alemania, Francia e Italia parecen más inclinados a algún tipo de negociación que haga “control de daños” y no continúe sine die un conflicto cuya perspectiva más cierta es el empantanamiento: “Europa está dividida en dos sobre los objetivos de la guerra en Ucrania. Los países bálticos y Polonia defienden la continuidad del conflicto en la perspectiva de una derrota rusa. Francia, Alemania e Italia privilegian la negociación. La cuestión ha suscitado tensiones (…) [agregándose] la reciente frase de Macron de que ‘no hay que humillar a Rusia” (Le Monde, 9 de junio del 2022).

Nuestro alerta metodológico se conecta con este diario de viaje: si construimos un corriente internacional es precisamente porque la mirada revolucionaria es internacionalista (global, mundial). Y es muy difícil desarrollar una mirada así sin superar el provincianismo. Es decir: sin aprehender las determinaciones globales que vienen de la riqueza del mundo; determinaciones que pasan por apreciar de manera dialéctica la diversidad de formas que asumen las relaciones de explotación y dominio en cada lugar; las legítimas luchas emancipatorias que se dan en ellos. Formas que tienen sus complejidades no mecánicas ni doctrinarias (se habla mucho de la dialéctica pero no se entiende que una de las formas más reales de aprenderla es sabiendo que la diversidad de formas que asumen las relaciones de explotación y dominio es histórico-concreto, no sigue ningún esquema provinciano, ninguna cristalización local que nos haga pensar que “es igual en el resto del mundo”).

Y este es, en definitiva, el principal mensaje a nuestra joven militancia internacional: el internacionalismo y la construcción de la corriente internacional (¡sin construcción en el terreno, sin construcción militante práctica en cada país, el internacionalismo es imposible, pura charca!) es el único antídoto contra el provincianismo ciego y, en definitiva, contra perder el rumbo revolucionario en nuestra política y orientación.

 


[1] Se verá cómo se lee políticamente en Japón su asesinato. Hay que saber que Abe tenía vínculos familiares con el pasado imperial del país y que ponía objeciones al reconocimiento de las atrocidades cometidas por su país durante la Segunda Guerra Mundial en Corea, China y el área del Océano Pacífico en general.

[2] Esta nota de Le Figaro se publicó previamente a la elección por lo que refleja, más bien, la dinámica de la campaña electoral que los resultados en sí mismos.

[3] Es significativo que el partido de Marie Le Pen sea fuerte, básicamente, en muchas de las regiones donde imperó la Francia fascistoide de Vichy…

[4] De paso señalemos que Martelli es un ex alto dirigente del PC francés.

[5] Si el relativamente bajo nivel de desempleo se compensa en parte con el aumento universal de la precariedad laboral, en todo caso, la relativamente mayor facilidad para reemplazar un empleo por otro quizás contribuya a un restablecimiento sostenido de la conflictividad laboral, algo que habrá que verificar en los hechos en cada país.

[6] “China´s slowdwn. The trouble with Xi’s economic model”. La lentificación del crecimiento chino configura un dato irreversible, intuimos, dada su tendencia “natural” al emparejamiento con el crecimiento estadounidense luego de tantas décadas de crecimiento multiplicado. Pero si esto es –o fuera- así es sin duda un problema para la economía mundial porque China viene siendo su locomotora.

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