
Por Federico Dertaube
Carrie Lam, títere de Xi Jinping en Hong Kong, se vio obligada a retirar definitivamente el proyecto de ley de extradición. Un enorme triunfo de la rebelión hongkonesa contra el régimen chino, la dictadura capitalista del país más poblado del mundo.
Movilizados que se contaron por millones, la primera huelga general en muchas décadas, la toma masiva del parlamento y el aeropuerto, el sorteo de la represión, la resistencia a la amenaza de la intervención militar: todos fueron episodios de una rebelión que hoy se anotó un primer gran triunfo.
La ley derrotada habilitaba a que el gobierno de China continental obtuviera la extradición de cualquier residente de la ciudad solo con pedirlo. Se trataba de una amenaza abierta a las libertades democráticas remanentes en la ciudad. Es evidente que Carrie Lam tuvo que retroceder… y con ella retrocedió Beijing.
A nadie debería escapársele este dato: los jóvenes rebeldes hongkoneses hicieron retroceder al gobierno capitalista burocrático de China. Es la primera gran derrota en la lucha de clases de la burocracia del PC chino desde que emprendió la restauración capitalista.
No está clara cuál será la evolución de los acontecimientos, pero hay todavía una bandera de la rebelión que queda pendiente, la caída del gobierno de Carrie Lam. La perseverancia combatiente de la juventud de Hong Kong no permite hacernos creer que cejarán en este objetivo. Su persistencia indomable durante meses acaban de hacer retroceder a uno de los gobiernos más poderosos y monolíticos del mundo, uno que parecía inamovible. Las cosas están lejos de haber terminado.
El conflicto puso en primer plano el lugar de Hong Kong en China y su papel en las crecientes aspiraciones de la clase dominante del gigante asiático de convertirse en la primera potencia del mundo. La rebelión en la ciudad puede convertirse en un antes y un después no sólo para China sino también para su lugar en el mundo. Las movilizaciones tienen, por tanto, importancia internacional.
Hong Kong fue colonia británica entre 1841 y 1997 (con una breve ocupación japonesa en los 40’), año en el que se integró al resto de China bajo el sistema de “un país, dos sistemas”. Su desarrollo ha sido así sumamente contradictorio. Mientras la mayoría del país vivía la revolución que llevó al PCCH al poder en 1949, Hong Kong era un enclave del imperialismo inglés sometido a la más dura opresión colonial. Sus habitantes llegaron incluso a estar sometidos a un régimen de segregación racial entre chinos e ingleses. No obstante, acercándose la transición del 97’, llegaron a tener libertades democráticas mucho más amplias que las de China continental, como las de expresión, prensa, etc. La población de la ciudad no tuvo jamás el derecho a elegir a su gobierno, ni bajo la dominación británica ni luego de su integración de la “República Popular”.
Mientras tanto, el régimen del Partido Comunista (que no fue jamás obrero ni socialista) giraba a la restauración capitalista sosteniendo un sistema político burocrático sin el más mínimo atisbo de libertad. Bajo custodia policial, los capitalistas del mundo hicieron de China el gran taller de la economía mundial, sometiendo a cientos de millones de trabajadores a las condiciones más duras de explotación para el enriquecimiento de las empresas multinacionales operantes en China y la clase capitalista vinculada al PC.
Así, la paradoja es que Hong Kong y sus libertades políticas se han convertido en una molestia para el desarrollo de la clase capitalista china gracias a… nunca haber dejado de ser capitalistas.
Desde el año 97, Beijing ha intentado avanzar sobre las libertades remanentes de Hong Kong. Desde ese año es una “región administrativa especial” en la que la última palabra la tiene el gobierno del PC pero goza de una autonomía relativa ampliamente mayor al resto del país. Pero esa realidad contradictoria se debe también al enorme papel que ha cumplido Hong Kong en la restauración capitalista. Si durante décadas fue el enclave comercial que vinculaba la China no capitalista con el resto del mundo, a partir de las reformas de restauración fue uno de los centros de interacción comercial y financiero en el que se concentra buena parte de la dirección de los negocios del país más poblado del mundo.
En general, suele describirse a la economía de Hong Kong como una de “servicios”, especialmente “financieros” con sus bancos y la bolsa de valores en la que cotizan las mayores empresas que operan en China. Los “servicios financieros” no crean ninguna riqueza por sí mismos: son un punto de concentración y dirección de las riquezas producidas en la industria, el comercio, etc. Los ideólogos liberales han presentado a Hong Kong como el mayor ejemplo de experimentación exitosa de la “libertad económica”. La realidad es que el “éxito” de Hong Kong no podría existir sin el complemento de la explotación brutal de la clase obrera china sometida a una dura dictadura capitalista burocrática.
Esas son las bases reales de la relativa autonomía de la ciudad en rebeldía y sus libertades políticas: una tradición política relativamente independiente respecto al resto del país por su largo vínculo colonial con el Reino Unido, por un lado; y su especial lugar económico, paraíso de los inversores internacionales y de la nueva clase capitalista china, por el otro. Por eso también es que la rebelión en curso es un asunto delicado para el gobierno de Xi Jinping y su vocera local Carrie Lam: está en juego un enclave financiero y comercial de basta importancia para la relación de China con el resto del mundo, para las ambiciones de potencia mundial de su gobierno.
Como ya hemos dicho, el detonante fue la “ley de extradición” que quiso imponer el gobierno supuestamente “autónomo” de Carrie Lam. A nadie se le escapa que el proyecto de ley y la persistencia gubernamental en él son un intento del gobierno de Beijing de avanzar sobre la autonomía y las libertades políticas de Hong Kong.
Pero el PC y sus cómplices locales no están dispuestos a cejar en sus esfuerzos de someter a la población. El control sobre la ciudad sede de una de las bolsas de valores más grandes del país (junto a la de Shangai) es de importancia geopolítica para Xi Jinping y hasta para los Estados Unidos. A la larga, la rebelión hongkonesa puede convertirse en uno de los episodios históricos que marquen un antes y un después en la disputa hegemónica sino-yanqui.
Las paradojas históricas y económicas suelen ser también culturales. Así, un movimiento de ideologías contradictorias (que van desde un “nativismo” ultra reaccionario hasta movimientos democráticos de matiz socialista) hizo suya una canción del musical Los Miserables, Do You Hear the People Sing. La popularización en las movilizaciones de esa canción llevó al PC a prohibirla, cosa que no puede garantizar en Hong Kong. ¿La paradoja? La canción ilustra la revuelta parisina de 1832, uno de los episodios de lucha de la capital francesa que popularizó el uso de las banderas rojas, uno de los antecedentes de las rebeliones obreras que darían nacimiento al socialismo moderno:
¿Escuchas a la gente cantar?
Es el cantar de hombres enojados
¡Es la música de un pueblo
que no será esclavo de nuevo!
Cuando el latido de tu corazón
Le haga eco al latido de los tambores
Hay una vida a punto de empezar
Cuando llegue el mañana!
Virginia Lau@virginiaylau“Fight for freedom! Stand with Hong Kong!”
4+ hours in now as #HongKongProtests at the airport grow #香港 #反送中
“Do you hear the people sing?”
It’s become the theme song of the #HongKongProtests #香港 #反送中
Do you hear the people sing?
Singing a song of angry men?
It is the music of a people
Who will not be slaves again!
When the beating of your heart
Echoes the beating of the drums
There is a life about to start
When tomorrow comes!
La burocracia del “Partido comunista” intenta suprimir una forma cultural de las tradiciones socialistas para defender el capitalismo en el país más poblado del mundo.
A pesar de la violencia deplegada por la policía, de que el gobierno de Beijing amenazó veladamente con el uso mismo del Ejército para sofocar las movilizaciones y de las más de 400 detenciones, la rebelión de Hong Kong se anotó un triunfo en su lucha como no se veía en China desde hacía mucho tiempo. Se acaba de abrir una brecha enorme para la reorganización de la juventud. A su rebelión se sumaron millones de trabajadores.
El triunfo deja planteada la caída de Carrie Lam pero también abre una interrogante mucho mayor, al lado del cual el problema del actual gobierno de la ciudad es de importancia minúscula. A los rebeldes se les plantea ahora cómo seguir luego de haber derrotado a la potencia del gobierno de Beijing, su vínculo con los trabajadores y las masas populares de China continental es un problema de primer orden a largo plazo: ¿Es este un primer paso histórico hacia el relanzamiento de organizaciones propias de las masas oprimidas del gigante asiático? Una nueva tradición política de lucha puede estar naciendo.