Rebelión frente al racismo de Estado

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  • Artículo de opinión sobre la lucha contra el racismo en Estados Unidos. “El colapso de la política y el gobierno no nos deja más opción que luchar”.

Por Keeanga-Yamahtta Taylor

Claro que hay protestas. El estado abandona a la gente negra

Listos o no, la vida está volviendo a la normalidad en los Estados Unidos, y lo normal incluye inevitablemente a agentes de la policía asesinando a una persona negra desarmada, seguido de protestas callejeras. El país está volviendo a su ritmo familiar.

Esta vez es Minneapolis. Miles de personas han salido a las calles para protestar contra el asesinato de George Floyd por un oficial de policía, el cual presionó su rodilla en el cuello del Floyd durante interminables ocho minutos, mientras su víctima yacía inmovilizado en el suelo con las manos esposadas. Las súplicas de ayuda de Floyd, repitiendo que no podía respirar, llamando a su madre fallecida, fueron ignoradas. Los otros tres policías que observaban parecían no importarles la vida que estaban apagando violentamente, frente a una multitud que observaba con disgusto.

Funcionarios del gobierno de Minnesota denunciaron la brutalidad. Jacob Frey, el alcalde de Minneapolis, dijo: «Ser negro en Estados Unidos no debería ser una sentencia de muerte». Otros, incluida la senadora Amy Klobuchar, que espera emerger como la compañera de fórmula de Joe Biden, expresaron una serie de emociones que se han convertido en algo común: conmoción, horror, promesas de investigación y súplicas por la calma. En una rara reprimenda, los cuatro oficiales involucrados han sido despedidos.

Pero el hecho de que el Floyd haya sido arrestado (dejando de lado el asesinato), por el «crimen» intrascendente de falsificación, en medio de una pandemia que le ha quitado la vida a uno de cada 2,000 afroamericanos, es una afirmación escalofriante de que las vidas negras todavía no importan en los Estados Unidos.

Es fácil entender la respuesta de los manifestantes de distinto color en Minneapolis. (Si observa bien, cientos de personas blancas están participando; las injusticias que se viven también son evidentes para ellos). Esta primavera ha cobrado al menos 23,000 muertes relacionadas con Covid-19 en la América negra. El coronavirus arrasó a través de las comunidades negras, destacando y profundizando las arraigadas desigualdades sociales que han convertido a los afroamericanos en los más vulnerables frente a la enfermedad.

Esta increíble cantidad de muertes, tuvo lugar mientras las restricciones eran más estrictas y el distanciamiento social mayor. ¿Qué sucederá cuando el país se vuelva a abrir por completo, incluso cuando el número de casos de coronavirus continúa creciendo? Mientras la mayoría de los funcionarios públicos blancos, intentan que las cosas vuelvan a la normalidad lo más rápido posible, las discusiones sobre las devastadoras consecuencias de la pandemia para la comunidad negra se desvanecen en el fondo, las consecuencias que se comienzan a aceptar como una «nueva normalidad», la tendremos que tolerar o morir. Ya no puede haber mas dudas sobre si los afroamericanos pobres y de clase trabajadora son desechables. Está claro que la violencia estatal no es exclusivamente ejercida por la policía.

No es solo la tasa de mortandad mas alta en la población afroamericana la que alimenta este enojo, sino también los casos publicitados en los que a los afroamericanos se les ha negado la atención médica porque las enfermeras o los médicos no creían sus quejas sobre sus síntomas. Igual de enfurecedora es la creencia de que los afroamericanos tienen la responsabilidad de morir en números más altos.

En lugar de usar esta crisis monumental para cambiar las condiciones que acrecentan la rápida tasa de muertes en personas negras, las fuerzas armadas del estado continúan su persecución policial. Incluso las instrucciones aparentemente inofensivas del distanciamiento social, se convierten en nuevas excusas para que la policía siga hostigando a los afroamericanos. En Nueva York, los negros representaron el asombroso 93 por ciento de los arrestos relacionados con el coronavirus. Los números de la discriminación racial son similares en Chicago. En un momento en que la policía de los distintos estados se comprometió a arrestar menos personas, para detener la propagación del virus en las cárceles y en preservar la salud pública, los afroamericanos permanecen en la mira. Después de todo, ¿por qué la policía tenía que arrestar a George Floyd por falsificación? Un «crimen» de pobreza cometido en condiciones de desesperación por trabajadores de bajos salarios.

Cuando en Michigan y otros lugares los manifestantes blancos armados hasta los dientes, amenazan a los gobernantes, el presidente los elogia como «muy buenas personas» y prácticamente se los deja en paz. Ciertamente no son asfixiados hasta la muerte en medio de la calle. Contrariamente, después de que el gobernador de Minnesota llamó a la Guardia Nacional el jueves por la noche, el presidente sugirió que a los que protestaban por la brutalidad policial, podrían ser fusilados. Los manifestantes en Minneapolis se enfrentan a gases lacrimógenos y proyectiles lanzados por la policía, incluso cuando muchos funcionarios públicos afirman simpatizar con su enojo. Estos dobles estandares, son parte de lo que agita a Minneapolis y también el potencial para este tipo de erupción suceda en cada ciudad.

La ira que estalla en las calles, es mucho más profunda que las obvias hipocresías en el trato desigual de los manifestantes blancos conservadores y las multitudes multirraciales de personas que se oponen a la brutalidad policial. Durante las últimas semanas, se produjo el asesinato, también registrado, de Ahmaud Arbery en Georgia, el brutal tiroteo de Breonna Taylor por parte de la policía de Louisville y el asesinato de Tony McDade, un hombre negro trans, por agentes de policía en Tallahassee. Estos casos fueron ignorados hasta que el repudio público obligó a la nación a prestar atención, incluso cuando la pandemia acaparó toda la atención del público. También, está el caso altamente publicitado de una mujer blanca en Central Park llamando a la policía, acusando a un hombre negro cuando este simplemente pidió que pusiera una correa a su perro. Las posibles consecuencias de esa llamada quedaron claras por el asesinato de George Floyd.

Pero, lo que también es inconfundible en las amargas protestas en Minneapolis, y en todo el país, es la sensación de que el estado es cómplice o incapaz de efectuar un cambio sustancial.

Mientras el presunto candidato presidencial demócrata bromea diciendo que los afroamericanos que no votan por él no son negros, la crisis en las comunidades negras se agudiza y superpone, con incidentes casi diarios de violencia policial o alguna otra expresión opresiva del poder estatal. Fue una broma que Joe Biden pensara que tenía un estatus de «insider» entre los votantes negros. En cambio, fue arrogante al asumir que se mantenía entre los votantes afroamericanos jóvenes o de clase trabajadora. Sonó como cualquier otro político adinerado, que no logra comprender la magnitud de los desafíos.

Este colapso simultáneo de la política y la gobernabilidad ha obligado a las personas a salir a la calle, en detrimento de su salud y la salud de los demás, para exigir las necesidades más básicas de la vida, incluido el derecho a no ser hostigado ni asesinado por la policía.

¿Cuáles son las alternativas para protestar cuando el estado no puede realizar sus tareas básicas y cuando los policías impunes rara vez reciben una palmada en la muñeca, por crímenes que resultarían en años de prisión para cualquier otro ciudadano? Si no se puede conseguir justicia mediante las instituciones del sistema, entonces se deben buscar otros medios. Esto no es un deseo; es una premonición.

La convergencia de estos trágicos eventos; una pandemia que mata desproporcionadamente a las personas negras, la incapacidad del estado de protegerlas y hostigamiento policial, ha confirmado lo que la mayoría ya sabiamos: si nosotros y quienes nos apoyan no se movilizan en nuestra propia defensa, entonces nadie lo hará. Los jóvenes negros deben soportar las contusiones causadas por las balas de goma o la acre quemadura del gas lacrimógeno, porque el gobierno nos ha abandonado. Black Lives Matter (las vidas negras valen) solo porque nosotros haremos que valgan.

Esto no es nuevo en nuestra historia. Después de la Segunda Guerra Mundial, los afroamericanos que vivían en la ciudades vieron las contradicciones en una sociedad que puso a un hombre en la luna, mientras permitía que las ratas atacaran a los niños negros en sus cunas. El gobierno federal otorgó viviendas de calidad inferior a personas afroamericanas sólo por segregación residencial. En todas partes donde miraban los afroamericanos, el estado no solo era inmune a su sufrimiento, sino que era un accesorio del crimen.

Esta fue la fuente de los levantamientos urbanos negros que barrieron las ciudades de todo el país en la década de 1960, la misma era que el movimiento de derechos civiles en el sur. El fracaso del estado en responder siquiera una de las demandas de los afroamericanos, obligó a cientos de miles de personas a tomar los asuntos en sus propias manos. No importaba entonces, como no importa ahora, si la sociedad blanca aprueba o desaprueba; lo que importaba era que los mecanismos formales para el cambio social no funcionaban, obligando a los afroamericanos a actuar en su propio nombre.

Hace seis años, las protestas en Ferguson, Missouri, prepararon el escenario para el surgimiento del movimiento Black Lives Matter, que se basa en tipos similares de incongruencias sociales. Era paradójico que este nuevo movimiento surgiera a la sombra del primer presidente afroamericano del país y la presencia de más afroamericanos en el Congreso, mayor que en cualquier otro momento de la historia. Y, sin embargo, la acumulación de ese poder político no pudo detener la brutalidad policial cotidiana. Del mismo modo que no pudo detener el colapso de la propiedad de vivienda negra, la expansión de la brecha racial de riqueza o la avalancha de deuda de préstamos estudiantiles a los informes crediticios de los millennials negros.

No importaba si las expectativas eran demasiado grandiosas para lo que podía lograr un presidente negro. Lo que importaba era que, cuando el gobierno no lograba hacer una diferencia sustancial en la vida de las personas, los afroamericanos protestaban para que las vidas de los negros realmente valiera.

Traducido por Mateo C para Izquierda Web

Publicado originalmente en NYTimes

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