PSOL: la lucha para derrotar a Bolsonaro pasa por el combate al oportunismo en nuestro partido

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  • Movilizar dentro y fuera del PSOL para construir un frente de izquierda anticapitalista es la tarea central.

Renato Assad

Escrito con la colaboración de Antonio Soler. Traducción del portugués: Luz Licht

La táctica y estrategia revolucionaria, como actividad política, se cristaliza a partir de la realidad concreta para una permanente tentativa de dar sentido y significado a lo que existe y a lo que se aproxima, bajo el espectro de la lucha de clases. De ahí la necesidad histórica de una vanguardia socialista, que sólo surgirá de hecho, se es capaz de encontrar una manera de insertarse en los sectores de masas a partir de un programa concreto. (Lenin)

El día 19 de diciembre, el ex-presidente Lula (PT), en un “refinado” evento en la capital paulista, se encontró por primera vez públicamente con el ex-gobernador del Estado de San Pablo, Geraldo Alckmin (sin partido). El evento de fin de año fue organizado por el grupo Prerrogativas y reunió a figuras importantes de al menos 9 partidos, como el PSD, MDB, Solidariedade, etc., además de la alta cúpula de la Comisión Parlamentaria Investigadora (CPI) del Covid, que recibió a Lula y Alckmin con gran entusiasmo.

Muchos de los que hace meses trataban la posibilidad de una alianza entre el ex-presidente y el ahora ex-tucano como algo impensable o como pura especulación sin fundamentos, asisten a un nuevo capítulo marcado por la conciliación de clases y protagonizado por Lula y el PT. Los que se apoya en la historia como herramienta indispensable del pensamiento político ya saben que los frentes de conciliación de clases como este actúan para desarmar la organización de las masas en las calles y, si son elegidos, no hacen reformas de estructurales, sino que se limitan a políticas de compensación social – dan con una mano para poder quitar con la otra. Entonces, solo preparan nuevas ofensivas contra la clase trabajadora y los oprimidos, como fue el caso de SYRIZA en Grecia en las elecciones de 2015.

El evento, uno de los asuntos más comentados de las últimas semanas en los más variados campos ideológicos de la política por razones obvias, nos hace recordar, y mucho, al año 2002 cuando Lula y el PT, en un acercamiento con José Alencar, corrían atrás de una especie de “garante” para conseguir de una vez por todas la aprobación de su alianza junto al empresariado y al capital financiero. Como cuenta la historia, Alencar, sumado a la Carta al Pueblo Brasileño, fueron las piezas clave que llevaron a Lula y al PT al poder – marcando el inicio de una inédita agenda de conciliación de clases, una especie de gran pacto social.

¿La probable alianza entre Lula-Alckmin para 2022 sería una repetición del 2002? Ciertamente debido a las diferencias de contexto político, de estanflación y composición aún más conservadora, o sea, un tercer gobierno de Lula, con o sin Alckmin, tendería a ser más a derecha que los anteriores. Pero el espanto de sectores de la izquierda del orden dio rápidamente lugar a un discurso para defender lo indefendible, ya que no pueden recorrer la historia sin ser auto-denunciados por esa tentativa, lo que solo revela la verdadera naturaleza política de esta “izquierda”. Por otro lado, sectores “ilusionados” de la izquierda socialista con un posible “frente de izquierda” con Lula y el PT, comienzan a quedar en una situación extremadamente incómoda ante toda la base militante y activista, pues, al dejar de apostar a tácticas y estrategias de independencia de clases se alejan de la realidad y aparecen en los hechos como oportunistas – ciertamente no hay complejidad de la lucha de clases que justifique tamaño engaño.

La naturaleza política del lulismo y sus consecuencias tácticas

El debate congresual de nuestro partido (PSOL), que termino con el 56% de votos favorables para un frente con Lula y el PT – posición oportunista que está mal disfrazada en la postergación de la decisión final remetida a una conferencia electoral para abril de 2022 -deja de forma bastante en evidencia que el sector que salió victorioso carece totalmente de las estrategias fundamentales de la política revolucionaria: la movilización permanente y autónoma de las masas y la construcción independiente del partido revolucionario y su programa. Colocar en el centro la auto-actividad de los trabajadores y de los oprimidos y garantizar la independencia del partido en relación a la burguesía y la burocracia que monopolizan todo el quehacer político, asume así dimensiones de principio, en cuanto a las estrategias y las tácticas fundamentales, no solo para analizar y caracterizar la realidad política nacional, sino para desarrollar una línea política independiente y que contribuya de hecho a derrotar a Bolsonaro y sirva para construir al PSOL como alternativa concreta y palpable para sectores de nuestra clase.

La absurda idea de que sería posible construir un frente de izquierda con el PT y Lula – independientemente de la posibilidad de la integración de Alckmin a la alianza -, esto es, de que hay espacio para que el lulismo gire a izquierda y asuma una posición clasista en la carrera electoral, traza el tono del profundo proceso de decadencia oportunista, que se vale de la falsificación histórica, de los compañeros de la Resistencia – y de otras corrientes internas que están en el mismo bloque – y de la mayoría de la dirección partidaria.

Era clara y notoria la falta de sustentación histórico-política en los discursos de defensa de los compañeros que hablan de esta “necesidad” política para derrotar el a Bolsonaro y al neofascismo. Desde pre-congreso del PSOL, dejaban en evidencia que sus síntesis y balance del significado histórico del lulismo para la lucha de clases en el terreno nacional era “cualquier cosa”, una ideologización pura y falaz de esta corriente política que comienza a ser superada una vez más por la propia realidad.

En nuestra última nota de polémica con los camaradas de la Resistencia “¿Frente de izquierda o frente de conciliación de clases?”, traemos al debate justamente la cuestión de la naturaleza política del lulismo, una síntesis desde el surgimiento en la lucha sindical de los 80, que expreso un período histórico de ofensiva de nuestra clase, hasta hoy. En resumen, la naturaleza política del lulismo y del Partido de los Trabajadores – tomando en consideración toda una degeneración política evidenciada en su propia historia – pasa por la inversión política de un partido obrero-burgués a un partido burgués-obrero, pero que desde su origen no optó jamás mantener independencia política de clase alguna. ¿Qué significa esto de hecho? Que para el lulismo existe un límite muy claro y definido de hasta dónde quiere “enfrentar” los intereses de la clase dominante, lo que, ciertamente, pasa lejos de cualquier medida anticapitalista. Otro elemento gana importancia y torna aún más insostenible este límite de la política conciliatoria: la crisis estructural del capitalismo y sus expresiones coyunturales, que, ciertamente, colocan aún más a derecha Lula y el PT. Lo que deja aún menos espacios para las políticas compensatorias y asistencialistas – no es casual que no mencionen a Alckmin, un antiguo “enemigo”, que evidencia los límites que un posible próximo gobierno de Lula tendrá.

Nuestra intención aquí es demostrar que no es la figura de Alckmin la que altera la naturaleza política, la composición programática y el carácter de un próximo gobierno de Lula y el PT. Sino que, son estos mismos los que dejan en evidencia su funcionalidad a la clase dominante – que cuando se enoja no duda en expulsarlos de su casa – y las traiciones sistemáticas a la clase trabajadora y sus necesidades (elemento central para el giro de la consciencia de sectores populares a derecha en el último período).

Ahora, un “frente de izquierda” con Lula y el PT, como proponen los compañeros de la Resistencia y de la mayoría de la dirección del PSOL, ¿no debería estar hoy centralizado por una política que tenga como horizonte la revocación de todas las contrarreformas, comenzando por el Techo de Gastos que sufoca cualquier inversión para la mejoría inmediata de las condiciones de vida de los explotados y oprimidos? Lo que, en verdad, vemos es justamente lo contrario: una señal del lulismo al capital financiero a partir de un compromiso pre-establecido en cumplir con el plan macroeconómico: cambio fluctuante, responsabilidad fiscal y metas de inflación.

Por lo tanto, la alianza electoral con Alckmin no cambia un ápice siquiera de la naturaleza política del lulismo, de su programa y de su gobierno. En verdad, cristaliza y adorna sus voluntades políticas. Se trata de un golazo para este sector, que busca una especie nueva de “garante” junto a la clase dominante y al empresariado para un eventual gobierno, así como hicieron en 2002 con Alencar.

Lo que políticamente presentan, entonces, los compañeros de la dirección de nuestro partido y de las organizaciones que la componen es una tentativa de maquillar la propia naturaleza política de los hechos, una falsificación histórica (intencional o no) que sirve como fuego de artificio político para llevar a cabo una línea oportunista de capitulación y liquidación del PSOL como herramienta de lucha inmediata para la movilización en las calles, condición que será decisiva para derrotar a Bolsonaro, y para la histórica necesidad de superación del lulismo por la izquierda.

Eso no significa que no tengamos que tener política para dialogar con la base del PT y de los movimientos sociales que votan a Lula, desde ya. Al contrario, no tener política para dialogar con la masa que vota a Lula es un error sectario tremendo, pero debemos hacerlo con una política independiente, no liquidando políticamente al PSOL. O sea, debemos dialogar con las masas a partir de una línea política – que esté compuesta por varias tácticas – independiente de los patrones y de la burocracia, que pasa, necesariamente, por la construcción de un frente de izquierda que sea organizado a partir de todas las fuerzas independientes, que construya un programa anticapitalista, presente una pre-candidatura propia y que actúe, sistemáticamente, en las organizaciones del frente único para destrabar la lucha directa, que es controlada, frenada y desviada por Lula y su burocracia.

A partir de ese marco se puede dialogar con todos los que votan a Lula, con la izquierda como un todo y con el movimiento social; combinando exigencia y denuncia a Lula, al PT y la CUT, pero nunca jugando con ilusiones y desarmando políticamente a la izquierda socialista, como hace la mayoría de la dirección del PSOL. De lo contrario, el “diálogo” con las masas que votan a Lula no pasa por una rendición ante el lulismo, la ausencia de política para movilizar a las masas – estrategia permanente – y el abandono de la construcción de una alternativa a izquierda del lulismo, lo que significa el desarme de toda la militancia para enfrentar al actual momento político.

Independencia de clase, un principio histórico innegociable 

Como subproducto de una revolución burguesa – la de marzo de 1848 en Prusia que obligo al Rey Federico-Guillermo IV a hacer una serie de concesiones liberales favoreciendo a la burguesía alemana – Marx y Engels se daban cuenta de una de las más importantes lecciones históricas: la constitución de la clase trabajadora como clase independiente. Esto es, incluso bajo la dirección de organizaciones reformistas, esta jamás puede estar a bajo el mando de otra clase o franja social, ni de la pequeña burguesía tampoco de la burguesía. La burguesía como clase revolucionaria en el siglo XVIII probo que no podría resolver para nada las tareas de la entonces clase obrera en formación y de los trabajadores en su conjunto en el siglo XIX, alineándose muchas veces a las monarquías y conteniendo cualquier avance de la lucha y exigencias por parte de los explotados – hasta que finalmente se torna una clase puramente contrarrevolucionaria en el siglo XX.

Por más que los fundadores del socialismo científico no hayan dado cuenta totalmente de la superación del etapismo, por el atraso de las condiciones del siglo XIX, nos dejaron claro que la independencia política de la clase trabajadora, inclusive en la esfera electoral de la democracia burguesa, significa necesariamente su autoactividad (el gran descubrimiento teórico en el campo político de Marx que lo distingue de todos los demás teóricos que lo antecedieron y muchos que lo precedieron, inclusive entre marxistas) como condición central de toda la lucha de la clase obrera. Es esta la condición necesaria – la autoactividad – que permite a la clase obrera se convierte de clase histórica en sí a clase histórica para sí. Elevándose políticamente, asume su lugar hegemónico ante las demás clases explotadas y oprimidas, destruye al Estado burgués, toma el poder, toma medidas anticapitalistas y socialistas para libertarse de la explotación y opresión en cuanto clase, para así, liberar a la humanidad como un todo.

Yendo a un proceso más básico, más inmediato, y del terreno electoral y de la lucha de clases en el Brasil actual – aquí la disyuntiva reforma o revolución además de ganar un carácter más secundario, reaparece como conservación o reacción -, el principio de la independencia de clases adquiere toda la centralidad y jamás puede ser descartado (invalidado) o puesto en segundo plano por razones histórico-políticas obvias. O sea, la clase no puede dejar de ser representada por organizaciones, movimientos, partidos y figuras que actualicen sistemáticamente y coloquen en la práctica su programa y métodos históricos de lucha. Negar oportunistamente ese axioma, en todo y cualquier proceso, significa pagar un precio altísimo para la lucha en si y para la consciencia política de la clase. Y no se trata de una fórmula mágica o caprichos políticos, sino de la ausencia de una combinación táctica y estratégica de las tareas de una vanguardia revolucionaria que luche con la clase por la su elevación política lleva a nuevos retrocesos, a no superar el reaccionarismo y las tareas de relanzamiento del marxismo revolucionario, lo que en Brasil pasa necesariamente por la superación por izquierda del lulismo como tarea estratégica específica permanente.

Volviendo al tema más concreto, este “posible” frente de izquierda con Lula y el PT que estos sectores proponen, la idea de un programa verdaderamente a izquierda, se torna entonces pura ficción, una vez definida la caracterización de la naturaleza política del lulismo. Algo irrealizable, una utopía de carácter oportunista y pequeño-burguesa que tiene como consecuencia la diseminación ilusoria de la base de nuestro partido, de la vanguardia en general y de nuestra clase en una táctica para el período político nacional que jamás podría ser cumplida. Aún si fuera llevada hasta el final, como vimos algunas veces en la historia, llevará, necesariamente, al atraso de las tareas realmente necesarias y a la desmoralización de nuestras bases y sectores de trabajadores sobre los cuales queremos incidir políticamente.

La “receta” táctica para la tarea número uno hoy – la derrota de Bolsonaro y del bolsonarismo – es encarada erróneamente por la dirección del PSOL y por parte de los compañeros de la Resistencia sin ninguna relación con la real naturaleza política del lulismo. Por tanto, no nos dejan otra interpretación de su línea que no sea la de una falsificación de la historia y de las grandes lecciones políticas de la lucha de clases para “justificar” una oportunista y grave tentativa de rifar la independencia política de nuestro partido en nombre de quién sabe qué… ¿Tomar algún atajo para obtener influencia entre sectores de masas, doblar el número de parlamentarios en las próximas elecciones, ser los consejeros de izquierda de Lula y del PT? Así, en una clave incuestionablemente oportunista, en nombre del pseudo diálogo con la base petista y las masas que votan a Lula, abandonan totalmente las estrategias (movilización permanente, auto-organización y construcción del partido revolucionario – más que comprobadas de nuestra clase y las tácticas (frente de izquierda, frente para luchar y unidad de acción necesariamente marcadas por la combinación dialéctica entre exigencia y denuncia) que realmente puedan contribuir con la movilización para derrotar a Bolsonaro en las calles – tarea inmediata – y que puedan superar al lulismo por izquierda.

La construcción de un Frente de Izquierda Socialista como táctica central 

Queremos aquí en este punto comenzar resaltando la importancia de la posición de las organizaciones de oposición a izquierda de nuestro partido. Junto al camarada y diputado federal Glauber Braga, correctamente defendimos durante el Congreso del PSOL una pre-candidatura independiente con un programa anticapitalista para el próximo proceso electoral. Como ya sabemos, los sectores que llevaron esta política adelante, a pesar de todo el peso del aparato de la mayoría que distorsionó las proporciones, están representados por un 44%, en cuanto a la línea liquidacionista de nuestra independencia política, programática y táctica que descartó la decisión de tener candidatura propia para abril de 2022 obtuvo un 56%. Esta línea en la práctica es una maniobra para liberar a la mayoría de la dirección para ir haciendo acuerdos y llevando negociaciones con la dirección del PT, o sea, el apoyo a la candidatura de Lula no solo en la primera vuelta, sino más bien antes de que el proceso electoral regular tenga inicio. Pero este es un escenario político aún indefinido y permeado por una serie de posibilidades y contradicciones sobre las cuales debemos intervenir.

Tenemos la certeza de que embarcarnos en este maquillado giro oportunista que pretende el sector mayoritario del PSOL es hacer de 2022 un año solo electoral y esperar que a partir de la política institucional las cosas se mantengan más o menos estables hasta que sean resueltas en las urnas en octubre. Los compañeros de la Resistencia y de la mayoría del PSOL, insistentemente, utilizan como justificación política la necesidad de derrotar al fascismo, como si para eso fuese necesario embarcarse como fuerza no-orgánica en un frente de conciliación de clases con la burguesía y el capital financiero. En verdad, este falseamiento total de la táctica de frente único de las organizaciones de masas para enfrentar al fascismo, como proponía correctamente Trotsky en la década del 30 para a Alemania, tuvo como consecuencia lo opuesto del propósito de la táctica frentista del revolucionario ruso; que siempre combatió el ingreso a cualquier frente electoral o gobierno burgués. Esta táctica de los compañeros, en verdad, desarma al PSOL, la vanguardia que lo acompaña, los explotados y oprimidos y a los sectores más dinámicos para el enfrentamiento al bolsonarismo, eso porque sacan de escena la construcción de un frente de izquierda y una candidatura independiente que son los instrumentos imprescindibles para tal tarea. Hacen esta propuesta, insistimos una vez más, a partir de una falsificación de la verdadera naturaleza política del lulismo, la posibilidad de alteración de su curso y, peor, la dulce ilusión de una superación político-institucional del neofascismo y de la ofensiva de la clase dominante sin que eso pase por un cambio en la correlación de fuerzas en las calles, en los lugares de trabajo, estudio y vivienda.

Bien, si de hecho la preocupación política y la derrota del neofascismo – en esto tenemos pleno acuerdo -, otro elemento que no se aplica a la realidad concreta y, tampoco, a las tareas para derrotarlo y otra falsa ilusión de que el lulismo pueda encender la lucha en las calles y apostar efectivamente a la movilización de importantes contingentes de las masas trabajadoras sin que eso sea resultado de una mudanza a priori en la correlación de fuerzas en las calles. Desde la escalada de la ofensiva reaccionaria con el impeachment de Dilma, la prisión ilegal y política de Lula y la elección de Bolsonaro, el lulismo fue la herramienta central en la contención de las luchas de calles o del desvío de estas cuando no pudo contenerlas, lo que siempre probo su carácter conciliatorio, desmovilizador y traidor de las luchas. Claro que eso no significa que no debemos hacer exigencias para que movilicen sus bases y denuncias cuando no las cumplen, pues el lulismo dirige el movimiento de masas y no hay como dialogar con ellas sin esa táctica. Pero, las exigencias tienen el deber de revelar la verdadera naturaleza del lulismo de forma de contribuir con nuestras estrategias, no para camuflarlas, como hacen los compañeros de la Resistencia y de otros sectores de la mayoría de la dirección del PSOL.

Resaltamos aquí una noción básica del marxismo: las elecciones son un reflejo de la lucha de clases y no a la inversa. Por más que presenten distorsiones, eso nos enseña, por tanto, que la derrota de Bolsonaro y del bolsonarismo – que ciertamente no va a entregar el poder sin algún tipo de aventura golpista -, mismo en la instancia electoral, necesita de un elemento primario e indispensable, como demuestra toda la historia: la movilización de masas en las calles que pueda contrapesar la actual correlación de fuerzas políticas y sociales.

Así, ante de toda esta reciente movilización política del lulismo que, intencionalmente, gira cada vez más a derecha para ganar la elección y mantener todo ​en orden como en el cuartel de Abrantes, es preciso una táctica que nos conecte no solo con la base más a izquierda del partido, pero con un amplio sector de la vanguardia que espera una respuesta política de la izquierda del PSOL que, al mismo tiempo que contribuya con la tarea de movilizar para derrotar a Bolsonaro en las calles, presente una plataforma y una candidatura verdaderamente de izquierda. O sea, la correcta línea de lanzar la pre-candidatura de Glauber Braga para combatir al oportunismo, después del Congreso del PSOL se quedó corta. Es preciso, ahora, dar cuenta de la tarea más amplia y de emergencia al mismo tiempo que es la de la construcción de un frente de izquierda socialista que pueda organizar y exigir un proceso de permanente movilización de nuestra clase, de la juventud, de las mujeres y del movimiento negro, elaborar un programa independiente y anticapitalista para las luchas y para las elecciones, presentar una pre-candidatura – defendemos obviamente la de Glauber – como fruto de eso y, de una vez por todas, postularse como una concreta alternativa independiente de los patrones, del empresariado y de la burocracia.

En este sentido, entendemos que los nuevos hechos políticos – el evento de Lula con Alckmin en un restaurante de lujo en San Pablo – ponen las contradicciones de la realidad en evidencia, lo que nos ayuda a “tabicar” y derrotar la posición estrecha y oportunista de la dirección de nuestro partido y de los compañeros de la Resistencia. Por otro lado, evidencian cada vez más la necesidad de todo el campo de la izquierda socialista, dentro y fuera del PSOL, de ocupar un espacio aún vacío, el espacio de la política independiente, del frente de izquierda anticapitalista.

Bajo la óptica de tales desafíos políticos, la pre-candidatura de Glauber Braga y las fuerzas que la apoyan tienen la tarea prioritaria de procurar unir a todos los sectores de la izquierda anticapitalista con el objetivo de construir un verdadero frente que pueda concretizar este programa anticapitalista desde las bases, organizar la lucha de manera permanente de nuestra clase y presentar una pre-candidatura común para 2022. Entre tanto, esta irrenunciable tarea de luchar, por dentro y por fuera del partido, por un frente de izquierda anticapitalista debe combinarse con la lucha en el ámbito del PSOL por la anticipación de nuestra conferencia electoral para el inicio de febrero, que fue marcada recién para abril de este año. Resaltamos el carácter primordial de esta tarea como forma de romper tanto con la inercia política de la dirección del PSOL, que aparece como mera comentadora de la realidad, pero que en verdad es parte inorgánica del frente de conciliación de clases, como del aislamiento político que la importante pre-candidatura de Glauber Braga enfrenta. O sea, es necesario lanzar tácticas de lucha para la construcción de un frente de izquierda que actúe tanto en el frente interno como en el externo.

Nos dirigimos, entonces, de manera fraterna a los compañeros del PSTU, que, correctamente, presentan la táctica del “Polo Socialista”. Pero, esa misma táctica, al no articular ampliamente con sectores de la izquierda socialista, aparece más como una política de autoconstrucción, una movilización casi de carácter interno, más que la búsqueda de la alianza política de los sectores de la izquierda socialista. Así, en la práctica se vuelve completamente insuficiente, estéril para la tarea, una vez que este polo no supera los límites de esta u otra organización política. Esto es, se presenta incapaz de hecho de aglutinar y construir la unidad real y efectiva de los sectores de la izquierda socialista. Una necesidad táctica suprapartidaria que será decisiva para la intervención política cotidiana en el enfrentamiento a Bolsonaro y en la materialización de una alternativa política independiente que tome para sí este espacio prácticamente desocupado.

Como apuntaba Lenin, la lucha política de clases no se realiza naturalmente como oposición entre los intereses antagónicos de los explotados y de los explotadores, porque, si así fuese, bastaría proclamar aquella o esta línea política y esperar que todo se resolviese y que las masas absorban para sí de manera automática la lucha revolucionaria. Por eso, ya en el epígrafe de este texto decimos que la táctica, así como la estrategia revolucionaria y de acción política no es la proclamación de verdades, sino la permanente tarea de dar reales significados a las experiencias acumuladas y a las que se aproximan. Así, a nuestro modo de ver, la necesidad táctica central en este momento para derrotar a Bolsonaro es la de la construcción de un frente de izquierda anticapitalista, pues entorno de esta las demás tácticas (y estrategias) independientes pueden ser articuladas de forma de luchar por la movilización directa – condición fundamental para derrotar a Bolsonaro en las calles y en las urnas. Esa es la tarea de la izquierda – dentro y fuera del PSOL – y de la vanguardia que quiera contribuir efectivamente para la resistencia inmediata, para derrotar al neofascismo y superar el obstáculo que significa el lulismo para el avance de la consciencia socialista de las masas en Brasil.

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