Mientras algunos anuncian «el fin de la pandemia» el mundo atraviesa la mayor ola de contagios

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  • Ómicron desata la mayor ola de contagios desde el inicio de la pandemia. Aunque la mortalidad sigue siendo baja y avanza la vacunación, la suba de casos hace peligrar los sistemas de salud. ¿Cuánto falta para el fin de la pandemia?

Agustín Sena

Decenas de países europeos y americanos superaron sus récords de contagios esta semana. Francia alcanzó los 271.000 el martes. Reino Unido, 218.000. España, los 161.000. Grecia: 50.000. Portugal: 31.000.

Estados Unidos lideró todas las estadísticas, superando el millón de casos diarios. En Latinoamérica, Argentina alcanzó los 95.000 casos el miércoles, y México tuvo una suba del 63%.

La mortalidad y cantidad de nuevas hospitalizaciones siguen siendo bajas gracias al avance de la vacunación. Sin embargo, el aumento sideral de los casos genera preocupaciones en los países donde los sistemas de salud funcionan al límite de su capacidad. Mientras muchos analistas hablan del «final de la pandemia», el Covid sigue generando incertidumbre en los países que no han avanzado en la vacunación.

¿Endemia?

Esta semana, analistas y funcionarios de distintos países anunciaron pomposamente «el fin de la pandemia«. Algunos hasta le pusieron fecha de cierre al ciclo iniciado en marzo del 2020. Según estas fuentes, de aquí a los próximos dos o tres meses iríamos hacia el fin del Covid – 19 como pandemia y al inicio de su etapa endémica.

Pero dejemos las predicciones de lado momentáneamente. Para que una enfermedad se califique como endemia deben cumplirse al menos dos condiciones. La primera es la baja en la tasa de mortalidad. Esto ya está pasando (aunque parcialmente) gracias a la vacuna.

La segunda condición es la baja en los niveles de infecciosidad del virus. Los epidemiólogos miden este indicador con el índice «R0». Es decir, lo que hay que medir es a cuántas personas contagia cada paciente positivo de Covid-19. Según la epidemióloga Eleanor Murray de la Universidad de Boston, «una enfermedad es endémica si el número reproductivo es estable en uno. Eso significa que una persona infectada, en promedio, infecta a otra persona».

Si esto fuera así, cada paciente positivo de Covid debería contagiar a sólo una persona durante el período de incubación del virus (15 días) y la cantidad de contagios debería mantenerse relativamente estable durante períodos de varias semanas. No hace falta más que ver los números de las últimas semanas para comprobar que esta segunda condición no se cumple (y está bastante lejos de cumplirse). La aparición de la variante ómicron ha contribuido a aumentar la circulación del virus por su alta contagiosidad, aún si está produciendo menos muertes que las variantes anteriores (gracias a la vacuna).

Tomemos los números de la Argentina: el 23 de diciembre, el promedio semanal de casos era de 7.400. El 5 de enero, el promedio semanal fue de 52.300 casos (con un pico de 95.000 ese día). Un aumento que supera el 700% en una quincena. Esos no parecieran ser los números de una endemia.

Desigualdades

Tomemos ahora los números de Reino Unido, país que viene siendo epicentro epidemiológico de Europa. Entre el 23 de diciembre y el 5 de enero, se pasó de un promedio semanal de 96.000 casos a uno de 182.000. Un aumento apenas menor al 100%. Partiendo de un piso de casos mayor al de la Argentina (96.000 casos contra 7.400), el aumento fue relativamente 7 veces menor.

¿Por qué? Ahí intervienen varios factores: inmunidad, circulación y detección del virus.

La vacunación es mayor en Reino Unido que en la Argentina. Si bien el porcentaje de población con 1 dosis es similar en ambos países (superior al 80%), Reino Unido aplicó una tercera dosis a más del 50% de la población, la Argentina al 10%.

En cuanto a la circulación, es obvio que la masiva temporada turística alentada por el gobierno argentino sin ningún tipo de control epidemiológico serio no ayuda demasiado a reducir la circulación de la recién llegada variante ómicron.

Pero quizás la mayor diferencia sea el testeo y la detección de casos. En el Reino Unido, la población tiene acceso a los famosos tests caseros, que pueden retirarse de forma gratuita de las farmacias. En la Argentina hay que hacer una cola de 3 o 4 horas junto a cientos de personas sospechosas de Covid. La tasa de positividad alcanzó esta semana el 52%, 5 veces más de lo recomendado por la OMS.

Estas enormes desigualdades en el desarrollo del virus no son caprichosas, responden a las enormes desigualdades que hay entre los países periféricos (como la Argentina) y las potencias del centro del planeta a la hora de acceder a las principales herramientas de control del virus.

Sucede que las herramientas para controlar el virus no paran de crecer. En países como Reino Unido o Estados Unidos, además de los tests caseros gratis, ya puede accederse a los primeros antivirales (el Molnupiravir) para tratar el Covid de forma casera, como si se tratara de una gripe.

En el otro extremo del tablero, siguen existiendo países con vacunación casi nula. África, un continente poblado por más de 1.200 millones de personas, sigue teniendo a tan sólo el 12% de su población vacunada. Mientras Israel comienza a aplicar la cuarta dosis de la vacuna, los países más pobres del planeta (Chad, Haití, Burundi y el Congo) no han vacunado ni siquiera al 1% de la población.

Como lo han demostrado la «variante sudafricana» o la propia variante Manaos, surgida en el Brasil bolsonarista, las poblaciones sin vacunar son un caldo de cultivo para la aparición de nuevas cepas.

Si bien la existencia de las vacunas dan la pauta de que el fin de la pandemia podría estar cerca, los negociados de las farmacéuticas restringen el alcance de la vacunación exclusivamente a aquellos países que pueden pagarlas. Este negocio criminal hace peligrar el control de la Covid – 19 a nivel mundial.

Pronósticos

Vicente Soriano es ex – asesor de la OMS y uno de los «profetas del fin de la pandemia». Según él, «para Semana Santa esto se ha acabado. Sobre todo, en EEUU y en Inglaterra«. Esta predicción se basa en el avance de la vacunación y en la aparición de los primeros antivirales.

Pero ¿Qué pasa con todo lo que queda por fuera de EEUU e Inglaterra? Está por verse: dependerá en primer lugar de las decisiones que tomen los gobiernos del mundo. Lo que demuestra el caso británico es que para controlar mínimamente el desarrollo de la variante ómicron hace falta una inversión sanitaria millonaria (en vacunas, pero también en tests y antivirales), que la mayoría de los países periféricos no está ni comenzando a realizar.

Cuando se habla del «fin de la pandemia» parecen dejarse de lado las desigualdades. Mirando al pasado, muchas enfermedades infecciosas de alcance mundial fueron «superadas» pero con marcadas desigualdades. Enfermedades que están «controladas» en la mayor parte del globo hacen estragos en África, como la tuberculosis o el SIDA. Hasta la vieja peste bubónica (la enfermedad que azotó la Europa medieval) sigue siendo «endémica» en zonas de Asia.

Ese es uno de los peligros que encierra el traspaso de la pandemia a la endemia bajo las reglas de juego actuales: que países o hasta continente enteros planeta deban seguir batallando con los estragos del Covid durante meses (o incluso años).

Sin embargo, no solamente los países periféricos podrían sufrir las consecuencias de la baja vacunación. La médica brasileña Natalia Pasternak señaló que «La variante ómicron vino precisamente para darnos una ‘bofetada’ y mostrar lo que pasa cuando no hay igualdad en el acceso a vacunasMientras no haya una protección homogénea estaremos sujetos a la aparición de nuevas versiones del coronavirus«.

Los especialistas estiman que debe alcanzarse al menos un 70% de vacunación a nivel mundial para poder controlar la pandemia y reducir el riesgo de que aparezcan nuevas variantes peligrosas. Al día de hoy, la vacunación con 1 dosis alcanza a sólo el 52% de la población mundial. Con dos dosis, al 44%. Con el tercer refuerzo, únicamente al 6%.

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