- Nos escribe nuestro corresponsal desde el Valle del Cauca, zona rural cercana a Cali. La rebelión en el campo, la resistencia a la represión y el régimen narco paramilitar en primera persona.
Corresponsal en Cauca, Colombia
La rebelión colombiana estalló en Cali, Bogotá y otras ciudades (Barranquilla, Pereira, Ibagué, y muchas otras medianas y pequeñas), a partir de un intento de reformas fiscales y de salud por parte del gobierno de Iván Duque, un títere de los verdaderos dueños del poder: los paramilitares y narcotraficantes, cuyo representante más genuino es Álvaro Uribe Vélez.
Lo novedoso es que esta vez se empezó a sentir y vivir en dichos centros urbanos lo que es moneda común en zonas rurales. En las áreas rurales y resguardos indígenas del Sudoccidente, hace unos cincuenta años que hay una guerra de hecho. Guerrillas, «paras» [paramilitares] y estos últimos asociados a grupos narcos. La novedad es la irrupción de carteles mexicanos, luego de la desaparición de los carteles de Cali y de Medellín.
En donde hay resguardos indígenas (territorios con autonomía en los cuales la autoridad de los cabildos locales abarca la justicia y la autodefensa, entre otras atribuciones), son las guardias indígenas quienes se ocupan de erradicar los cultivos de coca. Los mismos no son aceptados en dichas tierras. Son usurpadores ligados a los «paras» quienes mediante la violencia irrumpen en fincas e inician la producción, que no es repetida por los organismos de seguridad estatales, sino por las milicias indígenas. Ante la llamativa ausencia (para erradicación de cultivos asociados a narcotráfico) de las fuerzas armadas, es la organización comunitaria el único medio de defensa del campesinado.
Esto no es casual: Colombia -hay que decirlo con todas las letras- es un narcoestado. Y el cabecilla, repetimos, es Álvaro Uribe Vélez. Responsable de más de 6400 «falsos positivos» [asesinatos de civiles disfrazados como guerrilleros para justificar a los miembros de las fuerzas armadas que los cometen], y los que tiene atrás, sin contabilizar…
Ese señor es el mayor genocida de América Latina. Será una cuesta elevadísima hasta que dejen el poder. Está rebelión nacional es tan sólo un primer paso. La caída de las reformas de salud y tributarias son mínimas, la puntica del iceberg. Fueron gigantescas, pero apenas el comienzo. Buenísimas, pero insuficientes. Con la renuncia de Duque no se solucionaría nada por sí mismo. Hay que ir por el cambio de sistema. Frenar ahora significaría una represión terrible. Lastimosamente habrá muchísimos muertos. Pero más terrible sería es que esto termine y todo siga igual. Si esto se acaba, a lo bien que los «falsos positivos» y desapariciones van a ser mucho más elevados que los muertos actuales.
Ojalá seamos nosotros la generación que logre hacer un cambio. La generación diferente. Porque las dos o tres generaciones anteriores son las «importaculistas». Ese «me importa un culo» significó, por ejemplo, el voto a favor de continuar la guerra civil [en un referendum durante la presidencia de Uribe Vélez]. La población rural votó por la paz, la urbana por la guerra. Bien, ahorita la guerra la viven ellos también.
Esquivando la censura, contando la realidad del Sudoccidente colombiano. Este país, en el que puede pasar lo que se imaginen. Pues sólo esperar que no nos pase nada y poder seguir informando…y que sea la destrucción para construir algo mejor.