La Guerra de Vietnam y la derrota de los Estados Unidos

El 7 de febrero de 1965 el imperialismo yanqui inició los bombardeos con napalm en Vietnam, ataques barbaricos de tierra arrasada.

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El 30 de abril de 1975, al medio día, un tanque del Frente de Liberación Nacional (FLN) tiraba abajo la verja del Palacio Presidencial en Saigón, capital del estado-títere de Vietnam del Sur. No hubo resistencia alguna. De la casa de gobierno ya se había fugado todo el mundo, desde el “presidente” hasta el último de sus moradores. Simultáneamente, en las terrazas de la Embajada de EEUU, se multiplicaban las escenas de pánico y los pugilatos para lograr un lugar en los helicópteros que huían repletos de funcionarios yanquis y colaboracionistas nativos.

Esos hechos llenaron la primera plana de los diarios y de la TV del mundo. Estados Unidos, la gran potencia que jamás había perdido una guerra, sufría una humillante y categórica derrota militar.

La huida de la embajada de los Estados Unidos.

Esta derrota no se la había infligido a EEUU la otra super-potencia de la época, la Unión Soviética. Para mayor vergüenza, el triunfador era, en primer lugar, el pueblo de un pequeño país del Tercer Mundo, Vietnam. Pero también era una gran victoria para los pueblos vecinos de Laos y Camboya, que junto con Vietnam habían sido parte de la colonia de Indochina del imperialismo francés, y luego habían sufrido también la agresión de EEUU.

En general, las notas de prensa de este aniversario dejan sin mencionar muchas cosas del antes y el después de esa fecha fatídica para EEUU. Entre las de antes, está el largo proceso que desde el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945 llevó a la derrota catastrófica  del imperialismo francés en la batalla de Dien Bien Phu (1954) que marca el fin del dominio colonial que había establecido en Vietnam, Laos y Camboya desde el siglo XIX.

La hazaña del pueblo vietnamita fue, entonces, doble. Primero, en 1954, se cargó a la vieja potencia colonial europea que había imperado en Indochina. Luego, en 1975, derrota al joven y hasta entonces “invencible” imperialismo norteamericano.

Pero también tienen relevancia las novedades del siglo XXI. Entre ellas, hay que destacar que Vietnam es hoy uno de los principales aliados del EEUU en el “giro al Pacífico” contra China, además de ser un importante socio comercial. Junto con Japón, Corea del Sur, Taiwán y otros estados, forma parte del “cordón sanitario” político, económico y militar que alienta y encabeza el imperialismo yanqui contra Pekín.

Aquí es imposible, por supuesto, desarrollar este complejo curso histórico. Dejando mucho en el tintero, comentaremos sólo algunos puntos y sus enseñanzas.

 

Vietnam, en el cuadro de las revoluciones de posguerra y en el presente

No habían sido aún enterrados los muertos de Dien Bien Phu, cuando comenzó la preparación de la segunda y más sangrienta guerra en Vietnam y toda Indochina. El relevo del agotado imperialismo francés lo tomaría el joven imperialismo yanqui, que venía invicto después de dos guerras mundiales y otras decenas de matanzas menores.

Como es de práctica, la preparación de la nueva guerra comenzó con una “Conferencia de Paz” en Ginebra, del 26 de abril al 20 de julio de 1954.

La reunión marcó el principio del fin del Imperio Francés. Allí se acordó la independencia de Camboya y Laos, y la partición de Vietnam en dos estados divididos por el paralelo 17, el de Vietnam del Norte, con capital en Hanói, gobernado por Hồ Chí Minh y el Viet Minh (luego llamado PTV y después PCV),  y el de Vietnam del Sur, con capital en Saigón, gobernado por dos títeres de Francia y EEUU respectivamente, el “emperador” Bao Dai y el primer ministro Ngô Dình Diem.

Asimismo, se acordó que dos años después de los acuerdos de Ginebra se harían referéndums y elecciones con vistas a reunificar el sur y el norte de Vietnam.

Con estos “acuerdos”, se perdía en la mesa de negociaciones gran parte de lo conquistado con mares de sangre en el campo de batalla. El paralelo 17 estaba trazado mucho más al norte que el territorio que realmente dominado por el Viet Minh. Y, en verdad, después de la paliza de Dien Bien Phu, al desmoralizado imperialismo francés no le quedaban fuerzas militares ni sostén político suficiente para proseguir el combate. Además, simultáneamente, en Argelia (aún entonces colonia francesa) ya apuntaba otra rebelión imparable por la independencia.

Por su parte, EEUU, aunque ya había comenzado a preocuparse y operar en forma encubierta, en primer lugar reclutando a Ngô Dình Diem, no estaba aún preparado para una intervención militar arrolladora. El Viet Minh hubiera podido seguir avanzando. Por eso, para los imperialismos, era vital ante todo ganar tiempo para hacer el relevo del derrotado imperialismo francés. Los acuerdos de Ginebra dieron el espacio y el tiempo que necesitaban.

Años después de la Conferencia de Ginebra, fuentes oficiosas del ex Viet Minh explicaron que las presiones conjuntas los gobiernos de la Unión Soviética y de China “comunista” habrían sido decisivos para que Hồ Chí Minh capitulara. No sabemos en qué medida esto fue así o sólo una disculpa por la firma de un pacto de consecuencias catastróficas. Lo indudable es que dio la chance al imperialismo yanqui para reiniciar la guerra.

 

La guerra de Estados Unidos

El imperialismo yanqui tuvo la precaución de no participar en la Conferencia de Ginebra. No quería asumir ninguna obligación que le trabase retomar la guerra, reemplazando a los derrotados franceses. Asimismo ordenó a su hombre en Vietnam, el dictador Ngô Dình Diem, que desconociese esos acuerdos, poco después de firmados.

El plan inicial del imperialismo yanqui no era participar con todo en la nueva guerra, sino alentar la formación de un ejército “eficaz” de su flamante estado títere, Vietnam del Sur, y con él enfrentar y derrotar al Norte. La participación de EEUU sería sólo de “asesoramiento”, “entrenamiento”, algunas fuerzas especiales, y sobre todo armas y más armas de última generación.

Pero el fracaso sucesivo de cada una de esas medidas inició lo que se llamó la “escalada”, una palabra muy de moda en esos años. Significaba que a cada acción del enemigo, EEUU debía replicar con algo mayor. Esto inició un peligroso curso que llevó a finalmente al imperialismo yanqui a comprometerse directa y masivamente con tropas propias en el combate. Y, además, extender la guerra a toda Indochina, llevándola a Laos y sobre todo a Camboya.

No vamos a hacer la historia de los casi veinte años de la nueva guerra. Pero su dialéctica implicó que cada paso en esa “escalada” no lograra para EEUU un avance hacia la victoria, sino hundirse en un pantano sin fondo.

Lo que finalmente llevó a la derrota al imperialismo yanqui fue que ese pantano se extendió a Estados Unidos. Mientras la resistencia de Vietnam del Norte no aflojaba, se le derrumbó el “frente interno”. Fue creciendo un colosal movimiento contra la guerra. Esto, sumado a los fracasos militares, llevaron la desmoralización a las filas de las tropas imperialistas, que en esos años todavía eran en su mayoría de reclutamiento popular (servicio militar) y no mercenarias como en la actualidad.

 

Un enorme movimiento contra la guerra que golpea en las fuerzas armadas

“Todos los indicios demuestran que nuestro ejército en Vietnam está en un estado que se aproxima al colapso, con unidades evitando o rehusándose a combatir, asesinando a sus oficiales y suboficiales, plagados de drogas y con la moral baja, cuando no están al borde de amotinarse. En otros lugares, la situación es casi tan peligrosa como en Vietnam.”

Cnel. Robert Heinl (ret.), Armed Forces Journal, 07/05/1971

Podríamos decir que la fuerza militar del imperialismo fue quebrada por un juego de pinzas. Una de ellas fue la heroica resistencia de las masas de Vietnam y demás pueblos de Indochina. La otra, tan imprescindible como la primera, la protesta masiva y creciente en EEUU contra la guerra.

La juventud, vanguardia de lucha contra la guerra.

Las protestas inicialmente se daban en el movimiento estudiantil y la juventud en general, estimuladas por el rechazo cada vez mayor al servicio militar. Las sucesivas “escaladas” militares en Indochina repercutían en EEUU, alentando movilizaciones de repudio cada vez mayores.

Un ejemplo fue en abril de 1970. El entonces presidente Nixon, después de crear ilusiones en la “vietnamización” del conflicto, anunció que también enviaba tropas a invadir Camboya. Era la escalada territorial más seria de la guerra. Esto desató una crisis sin precedentes en la historia de EEUU y sus conflictos armados. El 4 de mayo, la Guardia Nacional acribilló a cuatro estudiantes que protestaban en la Universidad de Kent (Ohio). Pero en vez de sembrar el miedo, generó un estallido de rabia inmenso. Millones de estudiantes protestaron en todo el país. También hubo, por primera vez, movilizaciones de sindicatos contra la guerra, que era apoyada por la burocracia de la AFL-CIO, fiel a su imperialismo.

«No pelearemos otra guerra de los ricos».

Este “clima” acabó siendo fatal… EEUU debió iniciar una retirada justificada como una supuesta “vietnamización” de la guerra. Es decir, que se hacían cargo el gobierno y el ejército de Vietnam del Sur… en cuyas filas no había el menor ánimo de lucha. La caída de Saigón en 1975 fue el inevitable final.

 

45 años después…

La derrota de EEUU en Vietnam fue un triunfo antiimperialista indiscutible. Pero la “cosecha” de ese triunfo fue muy limitada por diversos motivos, entre los que hay que señalar, en primer lugar, las direcciones y gobiernos burocráticos de esos y otros países que aún pasaban por “socialistas”.

La barbarie del régimen de Pol Pot en Camboya, que terminó con la invasión de Vietnam, fue un episodio ampliamente aprovechado para denigrar las luchas de Indochina y “lavar” de alguna manera las responsabilidades del imperialismo. Otro episodio infame y desmoralizador fue la guerra entre los dos estados  (supuestamente) “socialistas” de China y Vietnam en 1979.

Por su parte, después de la guerra, la burocracia de Vietnam “quemó etapas” en un proceso de restauración del capitalismo que superó en velocidad al del resto de los países (presuntamente) “socialistas”. Después de un intento de estatismo estalinista que fracasó rápidamente, los burócratas vietnamitas giraron ya en 1985 a los negocios, siguiendo (y superando) el modelo chino. Fue la política del Doi moi (“Renovación”), definida oficialmente como “economía de mercado orientada al socialismo”. Por supuesto, es un “socialismo” que no preocupa a ningún capitalista porque le ofrece negocios y un grado de explotación de los trabajadores aún  mayor que en Occidente.

Esto fue acompañado por la burocracia no sólo con el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos (algo que en sí mismo no es criticable) sino también con una alianza geopolítica que hoy apunta directamente contra China. Un reciente e interesante “paper” del Congreso de EEUU gira alrededor de ese eje. Explica cómo las relaciones entre Vietnam y EEUU son cada vez más estrechas no sólo por motivos económicos, sino por “sus temores (de Vietnam) por la expansión de la influencia de China en Sudeste Asiático”. Contra eso, los gobiernos de Vietnam y EEUU cierran filas…

 

Vietnam, en el cuadro de las revoluciones de posguerra y en el presente

Este contradictorio y paradójico desenlace –junto con los rumbos de China, el fin de URSS, etc.– ha dado pasto al cretinismo posmoderno acerca del “fracaso del socialismo”, el “fin del proletariado” etc., etc. Sin embargo, las cosas no son tan simples.

Las revoluciones de la segunda posguerra que expropiaron al capitalismo, en primer lugar la de China, se caracterizaron –en cierto sentido, contra las concepciones del marxismo clásico– por la ausencia de la clase obrera como sujeto social y político. Fueron revoluciones de masas campesinas y/o populares dirigidas políticamente por partidos-ejércitos absolutamente verticalistas y sin el menor atisbo de organismos democráticos de poder, como fueron inicialmente los soviets obreros de la Revolución Rusa… o los “Comités del Pueblo” de Saigón en 1945…

Este germen de poder obrero y de los trabajadores fue exterminado con la matanza de agosto de 1945, realizada por el Viet Minh… con la venia de las autoridades coloniales francesas, demasiado débiles en ese momento como para asumirla directamente. Después de eso, nunca volvió a aparecer la expresión política de una alternativa revolucionaria obrera y centralmente urbana.

A partir de allí, el curso de la lucha por la independencia, primero contra Francia y luego contra el imperialismo yanqui, fue rígidamente encuadrado por aparatos burocrático-militares apoyados en masas campesinas-populares –el Viet Minh (luego PTV, y después PCV) en Vietnam, el Pathet Lao (luego PPRL), y en Camboya… el terrorífico Khmer Krahom (Jemer Rojo), que llevó al absurdo un intento de “campesinización” absoluta de la sociedad.

Sobre esa base, el grandioso triunfo sobre el imperialismo no fue continuado en un curso revolucionario ininterrumpido, que lo llevase más allá, en una transición al socialismo. En eso, que es esencial, Vietnam no difiere mayormente de su adversario geopolítico, China. Más bien, es asombrosa la velocidad con que la burocracia vietnamita adoptó y aplicó la consigna de Deng Xiaoping, el líder de la burocracia china que condujo el giro al capitalismo: “¡Hacerse rico es maravilloso!”. ¡En ese tema no hubo contencioso alguno entre ambas burocracias!

La experiencia de Vietnam, como las demás revoluciones de posguerra, terminó desmintiendo las teorizaciones sobre “revoluciones socialistas” que, empujadas por necesidades y fuerzas “objetivas”, iban mucho más allá de los programas e intenciones de sus direcciones políticas y del carácter social de las masas que movilizaban. También, se esfumaron las esperanzas en direcciones que estarían a “mitad de camino” entre el reformismo burocrático y el marxismo revolucionario.

Pero esta realidad, de ningún modo, ha terminado avalando el idiotismo posmoderno, sino todo lo contrario. Es que la “astucia de la razón en la historia” ha vuelto a hacerse presente. El subproducto del curso capitalista de estos países –¡en primerísimo lugar China pero también Vietnam!– ha sido una proletarización masiva de la sociedad. Es decir, la aparición de una nuevajoven y enorme clase obrera, que en el caso de China está comenzando a ser un actor por cuenta propia… y ahora amenaza hacer lo mismo en Vietnam. Por supuesto, entra en escena con las mayores confusiones en su conciencia, agravadas por la escandalosa adulteración del socialismo y el marxismo que han hecho las burocracias.

¡Pero esta nueva clase obrera está comenzando a luchar, principalmente en China, y ahora también en Vietnam!

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