La gira de Biden para recuperar la hegemonía norteamericana

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  • El presidente de Estados Unidos Joe Biden realizó este mes una gira internacional que incluyó varias instancias de importancia. La reunión del G7 en Londres, la cumbre de la OTAN, la reunión con la Unión Europea y un encuentro con Putin, presidente de Rusia.

Ale Kur

El presidente de Estados Unidos Joe Biden realizó este mes una gira internacional que incluyó varias instancias de importancia. La reunión del G7[1] en Londres, la cumbre de la OTAN, la reunión con la Unión Europea y un encuentro con Putin, presidente de Rusia.

Esta gira tiene relevancia por varias cuestiones. En primer lugar, es el gran lanzamiento del gobierno Biden a la política internacional. Y por ello mismo, es el intento por parte del mismo de revertir los efectos geopolíticos de la orientación que impuso Donald Trump desde 2017.

Bajo el gobierno del ex mandatario republicano se había instalado en la Casa Blanca una orientación “aislacionista” con el slogan “America First” (América Primero). El contenido de esta política era prácticamente equivalente a retirar a EEUU de toda alianza internacional, y llevaba a su país a chocar en términos comerciales y políticos con prácticamente todo el resto del mundo – inclusive con sus aliados históricos desde la Segunda Posguerra, los países del bloque occidental.

Durante la breve era Trump EEUU abrió una crisis en sus relaciones con la Unión Europea y con Canadá, se retiró de los acuerdos climáticos del Club de París y hasta cuestionó la existencia misma de la OTAN, gran pilar del orden geopolítico capitalista-imperialista desde fines de la década del ‘40. De esta forma, EEUU se retiró del liderazgo político de los asuntos mundiales, dejando en los mismos una especie de “acefalía” -ya que hasta ahora ninguna otra potencia tiene por sí sola el peso y el consenso para traccionar a las demás e imponer criterios globales.

Estas cuestiones son, en definitiva, las que Biden está intentando empezar a revertir, para que EEUU pueda recuperar su lugar tradicional en la política internacional, el espacio que viene ocupando desde por lo menos fines de la segunda guerra mundial. El consejero de Seguridad Nacional Jake Sullivan resumió esta orientación con las siguientes palabras: “No es una hipérbole decir que el presidente Biden vuelve de este viaje como el líder claro y de consenso del mundo libre”[2]

Las prioridades geopolíticas de EEUU

El segundo dato significativo de la gira de Biden son las prioridades geopolíticas que se transparentaron en su actuación en cada uno de los encuentros. Y hubo un clarísimo eje ordenador de todas ellas: la mayor amenaza estratégica es China.

Esto no es ninguna novedad y ya hace más de una década el gobierno de Obama comenzó a reorientar los recursos y esfuerzos de EEUU hacia contener al gigante asiático. China viene avanzado a grandes pasos en su crecimiento económico, en el desarrollo científico-técnico (que ahora se manifiesta también bajo la forma de una nueva “carrera espacial” con EEUU, además de ya haber tomado la delantera en las telecomunicaciones con las redes 5G), e inclusive en el militar. Más aún, China fue construyendo su propia esfera de influencia mundial con inversiones en todos los continentes, y especialmente su propio “patio trasero” en Asia (y su cabeza de playa en Europa Oriental) con la iniciativa de la Ruta de la Seda.

Pero en la última década EEUU no logró concentrar del todo sus esfuerzos en China porque debió enfrentar también otros problemas geopolíticos. Por un lado, todavía tenía invertidos en Medio Oriente una buena cantidad de recursos militares y económicos, heredados de la “guerra contra el terrorismo” de Bush. Por otro lado, desde la crisis en Ucrania en 2014 (que incluyó la anexión de Crimea por parte de Rusia) y el creciente protagonismo de Putin en la guerra en Siria, el gobierno de Obama reabrió también el “frente ruso” con una escalada de sanciones y ofensiva diplomática.

Por último, el aislacionismo de Trump, si bien endureció la política comercial frente a China (con nuevas barreras arancelarias) y protagonizó una “subida de tono” en el enfrentamiento verbal, mostró también un importante punto débil: imposibilitó cualquier acción conjunta del “bloque occidental” contra China, y le regaló protagonismo global a esta última por retirarse de cualquier intento de liderazgo propio. Por otra parte, aunque Trump intentó un reacercamiento con Rusia, no logró vencer las resistencias generadas en el conjunto de la clase dominante y el establishment político y militar norteamericano, que temían que un bloque Trump-Putin terminara cambiando las “reglas del juego” dentro de EEUU y en occidente en general (por el temor a la injerencia rusa).

De esta forma, Biden tiene en sus manos una tarea de importancia estratégica para el imperialismo norteamericano: poder llevar hasta el final el giro geopolítico contra China, evitando perder contra ella la hegemonía global.

Alcances y límites de la gira de Biden

Veamos ahora si Biden obtuvo lo que buscaba en su gira. Como síntesis general podemos decir que consiguió unos modestos e incipientes avances, pero que todavía tienen mucho camino por recorrer para producir resultados.

El G7 en términos generales tomó en sus manos la orientación de Biden y adoptó una serie de iniciativas: un plan de donación de vacunas, un supuesto plan de acción contra el cambio climático (revirtiendo -aunque sea solo en lo retórico- la orientación negacionista de Trump), impuesto mínimo internacional a las empresas, y sobre todo, un plan de inversiones en “países en vías de desarrollo” para la construcción de infraestructura: ni más ni menos que una “Anti-ruta de la Seda”, bajo el nombre de “Build Back Better World” (B3W)[3]. Está por verse si estas iniciativas se materializan y cuál será su magnitud real.

En el frente diplomático, el G7 adoptó también parcialmente la retórica de EEUU contra China lanzando críticas a las “violaciones a los DDHH” en Hong Kong y Xinjiang[4]. Aunque esto significó un logro para la orientación de Biden, al parecer no logró que se adopte un tono tan duro como esperaba: algunas potencias europeas (especialmente Alemania, que lleva la voz cantante en la U.E.) no coinciden en la política de “tensar la cuerda”, entre otras cosas para no afectar sus propios intereses comerciales.

La OTAN, organismo militar del “bloque occidental” (que fue diseñado en la segunda posguerra como herramienta para la lucha contra la URSS), reconoció en esta ocasión los “desafíos” presentados por China, lo que se trata de una importante novedad. El comunicado final acordado sostiene: “Las ambiciones declaradas y el comportamiento asertivo de China presentan desafíos sistémicos para el orden internacional basado en reglas y para las áreas relevantes para la seguridad de la alianza”.[5]

Esto plantea la potencialidad de un “reciclado” histórico de la alianza atlántica, reacomodando su “razón de ser” contra la potencia asiática -lo que, si se llevara hasta el final, podría dar lugar a una nueva “guerra fría”.

En cuanto a la reunión con la UE, Biden avanzó a desarmar la tensión comercial existente, firmando un acuerdo por cinco años que suspende los aranceles implementados como consecuencia del conflicto entre la norteamericana Boeing y la europea Airbus.

El último episodio de la gira de Biden fue su encuentro con Putin. La nueva orientación norteamericana hacia Rusia consiste en intentar bajar la tensión para poder concentrarse en China y evitar frentes de conflicto que no sean estratégicamente centrales. Con respecto a la reunión, las expectativas eran muy modestas: ambas potencias vienen de fuertes tensiones y sus respectivos mandatarios no tienen mayores perspectivas de solucionar en el corto plazo los conflictos existentes.

Sin embargo, Biden considera un avance la existencia misma de la reunión y algunos pequeños acuerdos que se alcanzaron: el retorno de los embajadores expulsados de ambos países, la cooperación en el tema de la ciberseguridad y una predisposición a cooperar con respecto al Ártico y las rutas marítimas del norte. Más allá de estas cuestiones, la reunión estuvo marcada por una persistencia de la tensión y los desacuerdos de fondo, incluyendo la acusación de Biden a Rusia de haber interferido en las elecciones norteamericanas y de perseguir a los opositores. Está por verse si, como pretende Biden, el encuentro fue el primer paso de un proceso largo y complejo de reacercamiento, o si terminan primando las disputas geopolíticas y el alineamiento de Rusia en el bloque de China y otros adversarios de EEUU.


 

[1]  El G7 es el grupo que reúne a las grandes potencias tradicionales del bloque occidental:  Estados Unidos, Alemania, el Reino Unido, Francia, Japón, Italia y Canadá.

[2] “Estados Unidos y el regreso del hijo pródigo”. Amanda Mars, El País, 20/6/21.

[3] “Cumbre del G7: el anuncio de la donación de 1.000 millones de vacunas y otras claves de la reunión”, BBC, 13/6/21.

[4] Acusaciones que inclusive siendo ciertas, son instrumentalizadas unilateralmente para mostrar al bloque occidental como “democrático” ocultando su propia complicidad en violaciones sistemáticas de los DDHH a lo largo de la historia  -y actualmente, por ejemplo, en los casos de Israel y sus ataques sobre los palestinos, los crímenes de Arabia Saudita, la injerencia en los asuntos de América Latina y su apoyo al “lawfare” y los intentos golpistas, etc.

[5] “La OTAN considera que la influencia de China es un «gran desafío» para la seguridad euroatlántica”, María Clara Calle Aguirre, France24, 14/6/21.

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