Italia: la ultraderecha y antivacunas intentan su propia «toma del Capitolio»

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  • Grupos que reivindican el legado de Mussolini intentaron entrar por la fuerza al edificio de gobierno y atacaron la sede de la principal central sindical del país. En respuesta, el sábado se convoca a una gran movilización antifascista en el centro de Roma.

Renzo Fabb

Roma vivió ayer su propio intento de «toma del Capitolio» por parte de una movilización de neofascistas y antivacunas. Manifestando de manera explícita su inspiración en los seguidores de Donald Trump, fascistas italianos intentaron irrumpir en la sede del gobierno, chocaron con la policía y destruyeron el local central de la CGIL, la principal central sindical del país.

En la previa, el objetivo principal de la movilización era protestar contra el «pase sanitario» que el gobierno de Mario Draghi busca establecer. La medida supone la obligatoriedad de la vacuna contra el Covid-19 (o en su defecto tests PCR negativo) para todos los trabajadores, sean del sector público o privado. El pase entra en vigor el próximo viernes.

En los hechos, fueron más de siete horas de enfrentamientos con la Policía, destrozos y hasta el intento de ingresar por la fuerza a la sede del gobierno, marcando una jornada que fue ampliamente repudiada por los sectores democráticos de la sociedad italiana.

Los líderes de la movilización, que denunciaba una «dictadura sanitaria», son personajes abiertamente fascistas y muchas de las organizaciones que participaron del ataque reivindican abiertamente el legado (y los métodos) de Benito Mussolini. Una de las principales es Forza Nuova, un partido neofacista conformado por ex miembros del grupo terrorista fascista NAR (Núcleos Armados Revolucionarios).

Según una investigación que lleva adelante la fiscalía de Roma, estos grupos se organizaron vía Telegram haciendo referencias explícitas a replicar los hechos del Capitolio de los EE.UU. el 6 de enero pasado. Por lo tanto, lo sucedido ayer no fue una movilización que se descontroló, sino un ataque planificado.

Luego de intentar ingresar por la fuerza al Palazzi Chigi, sede del gobierno, los fascistas entraron y destruyeron por completo la sede de la Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL), el principal sindicato del país. El ataque físico y directo contra las organizaciones obreras son los métodos históricos del fascismo.

Doce de los líderes de la movilización fueron detenidos, entre dirigentes de Forza Nuova, ex-terroristas y referentes antivacunas. Además de estos grupos organizados, la movilización logró arrastrar tras de sí a sectores de las clases medias comerciantes que se vieron afectadas por las medidas restrictivas durante la pandemia.

Respuesta democrática en las calles

Los hechos despertaron tanto repudio que para este sábado se ha convocado a una gran movilización antifascista en el centro de Roma, que promete ser multitudinaria.

Además, los ataques fascistas han reavivado el debate sobre la prohibición de estos grupos. De hecho, la Constitución italiana contempla la prohibición y el carácter ilegal de cualquier organización política que reivindique o se declare fascista. Este artículo ha sido aplicado por la justicia para la prohibición de distintos grupos en más de una ocasión.

Sin embargo, ahora parlamentarios que responden al gobierno italiano prevén la posibilidad de que sea el Ejecutivo quien aplique la prohibición de grupos como Forza Nuova a través de un decreto. El Primer Ministro Draghi, aunque repudió los hechos de los grupos fascistas, no ha hecho declaraciones públicas sobre la posibilidad de avanzar con la prohibición, mostrando una indecisión criminal cuando se trata de lidiar con fascistas. La disolución de los grupos fascistas es una tarea democrática de primer orden.

Este tipo de organizaciones de ultraderecha han tenido cierto resurgir a partir de la pandemia, con sus consignas negacionistas, antivacunas y oponiéndose a todas las medidas sanitarias. Además, encuentran en la pequeña burguesía comerciante afectada por las restricciones sanitarias una base social fértil donde implantar su programa reaccionario y antidemocrático.

La derecha «institucional» y parlamentaria, por su parte, contempla con complicidad y apuesta a que estos grupos tengan mayor capacidad de acción para forzar la agenda política hacia la derecha.

Hace una semana, la candidata más votada en las elecciones municipales de Roma fue Rachele Mussolini, la nieta del dictador fascista que reivindica el legado de su abuelo. Integrante del partido Hermanos de Italia -de donde provienen algunos de los líderes de Forza Nuova-, Mussolini se niega a celebrar el 25 de abril, el Día Nacional de la Liberación de Italia de la escoria fascista.

La movilización planteada para el próximo sábado realza su importancia en este contexto político enrarecido y polarizado a nivel mundial. Frente al avance del neofascismo, la respuesta tiene que ser amplia, contundente y en las calles al grito de «No pasarán».

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