Guerra en Ucrania: un debate de estrategia y táctica con las corrientes latinoamericanas

Una polémica en la izquierda latinoamericana: la guerra en Ucrania, el imperialismo, Rusia y la OTAN.

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Artículo escrito con la colaboración de Maxi Tasan y Juan Cañumil.

Introducción

El 24 de febrero, las tropas rusas invadieron Ucrania, dando inicio a un conflicto militar cuyo principal objetivo es la pelea por zonas de influencias entre potencias imperialistas, un hecho sin precedentes en lo que va del siglo XXI. Al momento de escribir esta nota, Putin modificó su plan de guerra, el cual ahora se orienta en dividir el país y anexionar la región del Donbas a Rusia.

Por la naturaleza y complejidad del conflicto, dentro de la izquierda se abrió un debate en torno a la estrategia y táctica ante la guerra. Con este texto nos enfocaremos a debatir con las corrientes trotskistas latinoamericanas alrededor de varios temas medulares, como el carácter de la guerra, la ubicación de Rusia en el mapa geopolítico y como desarrollar una política independiente tanto de Rusia como del imperialismo alineado en la OTAN.

Como señalamos con anterioridad, estamos frente a una situación muy compleja, dado el carácter de los actores en juego, sus pesos específicos, e incluso por la herencia que el desastre del estalinismo dejó en la conciencia de millones en Europa del Este.

En primer lugar, estamos ante una agresión de Rusia -un imperialismo/imperio en reconstrucción, como veremos más abajo- a Ucrania, que intenta pisotear sus derechos democráticos y nacionales. Una guerra desatada por la ambición reaccionaria del nacionalismo gran ruso contra una nación históricamente oprimida, que busca posicionarse como actor en el tablero geopolítico con una orientación guerrerista, y que a estas horas tiene un saldo de miles de civiles muertos, ciudades destruidas y millones de emigrados y desplazados. Desde este punto de vista, la genuina pelea del pueblo ucraniano contra la invasión debe ser defendida incondicionalmente por la izquierda revolucionaria, como una “guerra justa” por su autodeterminación y en rechazo a la invasión, más allá de que la orientación del gobierno de Zelensky sea prooccidental y capitalista, lo cual obliga a una diferenciación e independencia política respecto del gobierno (en otro texto de esta edición explicamos porque se trata de una lucha justa por la autodeterminación nacional atípica).

Pero estrechamente ligado a esto, es imposible desconocer que la misma se encuentra enmarcada en un conflicto interimperialista -que aún no ha estallado como un enfrentamiento militar abierto- entre Rusia y la OTAN. Este elemento más general es una importante determinación de los desarrollos. La política del imperialismo yanqui vía la OTAN de copar el Este europeo luego de la caída de la URSS, choca de frente con el proyecto gran ruso -militar y territorial- de reintroducir a ese país como un actor de peso en la política internacional y viceversa. La paradoja en este caso es que, la agresividad de la orientación política de Putin, le regala en bandeja las “banderas democráticas” a la OTAN, responsable de miles de invasiones, guerras y muertes desde su origen.

En síntesis, existe una guerra por la legitima defensa del pueblo ucraniano frente al invasor imperialista, solapado con un conflicto inter-imperialista por el reparto de sus zonas de influencia, que obligan a la izquierda revolucionaria a sentar una posición clara e independiente que parta de defender el derecho de autodeterminación del pueblo ucraniano, exigiendo la retirada inmediata de las tropas rusas y que, a su vez, logre delimitarse correctamente de la política de cooptación del imperialismo de Estados Unidos y la OTAN así como exigir la disolución de esta última.

La dificultad de articular una posición así, se ve expresada en varias corrientes europeas y latinoamercianas que, a nuestro entender, parten de una apreciación unilateral de los acontecimientos, llevando a errores y capitulaciones, tanto al imperialismo occidental como a la Rusia de Putin.

 

  1. PTS-FT: dos posiciones contrapuestas

En el caso del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) y la Fracción Trotskista (FT) -corriente internacional que impulsa ese partido-, sostienen dos posiciones en torno a la guerra en Ucrania. Esto no lo hacen explícito, pero al leer con atención sus artículos son perceptibles las diferencias de fondo entre los análisis y la política que plantean desde la Argentina y los de Francia (en realidad ventilan solapadamente el debate interno polemizando con terceros).

Empecemos por analizar la declaración de la FT (ver Declaración. ¡No a la guerra! Fuera las tropas rusas de Ucrania…).El programa que levanta parte de exigir la salida de las tropas rusas de Ucrania, lo cual combinan con una denuncia de la intromisión de la OTAN en Europa del Este y el rearme del imperialismo, y finalizan con el planteo de una política independiente para enfrentar la ocupación rusa y la dominación imperialista, es decir, luchar por una Ucrania obrera y socialista aunque no queda claro que su defensa de la autodeterminacion del pueblo ucraniano sea incondicional (como corresponde, más allá que no apoyemos a Zelensky y que nuestra salida es obrera y socialista).

Aunque en términos generales la posición parece justa (aunque tenga un matiz sectario respecto de la autodeterminación nacional), diferimos con la caracterización que sostiene la FT sobre Rusia, a la cual no identifican como una potencia imperialista a partir de criterios economicistas, principalmente por su debilidad relativa en cuanto a exportación de capitales y monopolios. Es una definición unilateral, con la cual obvian que el imperialismo en reconstrucción ruso –que, por lo demás, es de bases sociales 100% capitalistas y neoliberales, aunque bajo una forma de capitalismo de Estado- compensa sus puntos débiles con fortaleza militar y extensión territorial –legados ambos aspectos de la antigua URSS- amén de la constitución de un capitalismo de Estado, como está dicho, por lo cual su economía no está dominada por multinacionales transnacionales y cuenta con poderosas empresas en el sector energético y armamentístico. Esos dos factores son la base material sobre la cual Rusia se yergue como un imperio en reconstrucción sobre bases militares y territoriales.[1]

Aunado a esto, al no definir a Rusia como un país imperialista, resulta difícil comprender los motivos reales por los cuales Putin impulsó una invasión militar a un país europeo, una acción que, indudablemente, iba provocar una crisis directa con el resto de potencias imperialistas, porque en el plano geopolítico no es lo mismo tirar bombas en Siria que en Europa (no así desde el punto de vista humanitario, cuyas atrocidades son las mismas). Para la FT eso se explica por la presión del imperialismo tradicional sobre sus fronteras (un elemento cierto, pero que no modifica el carácter del conflicto interimperialista), y la agresividad histórica de Rusia hacia sus vecinos, herencia de la opresión nacional que caracterizó al zarismo y continuó el estalinismo, lo cual configuró un “nacionalismo ruso reaccionario” que prosigue hasta nuestros días. Eso es cierto, pero insuficiente para dar cuenta de un proceso tan disruptivo como el que está en curso, el cual combina esos elementos reaccionarios históricos con el proyecto imperialista de Putin para reconstruir la “Gran Rusia”, dentro del cual es inevitable “patear el tablero” para disputar zonas de influencias a otras potencias imperialistas.

En un texto posterior, Matías Maiello del PTS (ver Debates sobre la guerra en Ucrania) matiza la caracterización de la FT, cuando sostiene que, si bien Rusia no es un país “imperialista en el sentido preciso del término”, actúa como un “imperialismo militar” en su zona de influencia. Pero no va a fondo con esa descripción, por lo cual no dimensiona la disputa inter-imperialista que se abrió con la guerra de Ucrania, un hecho que representa una novedad en el siglo XXI. Asimismo, deja abierta la interrogante sobre la naturaleza actual de Rusia:¿es un país dependiente/emergente que, a partir de su fortaleza militar, se envalentona y agrede a países vecinos y desata una disputa con el conjunto de las potencias imperialistas occidentales? Nos parece un relato poco creíble, el cual puede dar paso a ciertos deslices campistas porque solo ve al imperialismo en un lado de la trinchera.

Eso es justamente lo que acontece con la lectura que realizan sus camaradas franceses de la Corriente Comunista Revolucionaria (CCR), la cual difiere totalmente de la posición que expuso la FT en la declaración y el PTS en sus artículos.

En un artículo que elaboró Juan Chingo –principal dirigente de la CCR- junto con Phileppe Alcoy y Pierre Reip (ver Ucrania: el desafío de una política anti-imperialista independiente),su análisis y política se ubican en el campismo anti-OTAN. En su visión, el capitalismo del siglo XXI está dominado plenamente por el imperialismo occidental,y, tanto China como Rusia, son “países emergentes” que guardan una posición subordinada ante las potencias occidentales. Es una caracterización errada -por no decir descabellada-, con la cual obvian dos hechos categóricos en la geopolítica mundial actual: el debilitamiento en la hegemonía de los Estados Unidos en las últimas dos décadas y la irrupción de un nuevo centro capitalista en Asia-Pacífico alrededor de China.

Contrario a lo que plantean los autores de la CCR,la tendencia actual es hacia un mundo más descentrado, lo cual se traduce en una creciente pugna inter-imperialista por la hegemonía mundial, siendo China –evidentemente- el principal contendiente del imperialismo estadounidense.[2] Es una situación donde las potencias imperialistas–las grandes y las pequeñas también- afrontan nuevos desafíos, ya sea para no perder sus espacios de influencia históricos, o bien, para ganar terreno y reposicionarse en el escenario mundial.

La invasión militar de Rusia a Ucrania se inscribe en el proceso de construcción de un “imperio territorial-militar” encabezado por Putin, en cuya “hoja de ruta” se contempla el control del espacio post-soviético (así como la avanzada hacia otras regiones de Asia y África apoyado en su poderío militar y tropas “mercenarias”). Indudablemente, el reiterado expansionismo de la OTAN hacia Europa del Este y los intentos de Ucrania por incorporarse a dicha alianza, desataron la furia del Kremlin ante lo que consideraron un peligro para su seguridad nacional y eso alentó la invasión militar; pero esa respuesta“defensiva”, a la vez entraña un carácter/criterio imperialista, pues parte de considerar que Ucrania –y otros países de la zona- debe estar sometida a los mandatos de Moscú (incluso Putin niega su derecho histórico a ser reconocida como una nación independiente, cuestión que la guerra a demostrado con creces su falsedad: ¡el sentimiento nacional de pertenencia se ha fortalecido a ojos vista esto independientemente que de momento –lamentablemente- no sea independiente y lo esté capitalizando la ilusión pro imperialista occidental!).

En el artículo de la CCR ese elemento dinámico no existe, pues, replicando los criterios economicistas de la FT, niegan que Rusia sea una potencia imperialista y, a lo sumo, la definen como una “potencia regional”; por consecuencia, caracterizan que la guerra iniciada por Putin, aunque reaccionaria, es una mera medida defensiva contra el expansionismo de la OTAN (como si eso justificara de alguna manera su defensa). Para no dejar espacio a dudas, veamos estas dos citas (las negritas son nuestras):

(…) El revanchismo e irredentismo belicoso de Putin y su régimen solo pueden entenderse como subproductos reaccionarios del mundo de la posguerra fría, totalmente dominado por el imperialismo occidental, tras el colapso de la Unión Soviética.

Y más adelante sostienen:

En este contexto, la guerra de opresión emprendida por Rusia en Ucrania tiene como objetivo, en primer lugar, recuperar por la fuerza la influencia perdida en el país en 2014, situación que Rusia no ha podido revertir desde hace más de ocho años (…) En efecto, Ucrania es fundamental para los intereses estratégicos de defensa de Rusia, que se basan esencialmente en la opresión de los distintos Estados ex soviéticos.

Así, el accionar de Putin es meramente reactivo; lo consideran un “revanchismo” e “irredentismo belicoso” –la anexión militar de territorios- producto de la ofensiva del imperialismo occidental en la antigua zona de influencia soviética; bajo este enfoque, Rusia deviene en un Estado pasivo y carente de iniciativa política en el marco de las pugnas imperialistas.[3]

Lo anterior es más patente en una nota posterior de Chingo (ver La nueva cortina de hierro y el giro geopolítico), en la cual desarrolla un análisis unilateral de la situación internacional, pues solamente identifica las ofensivas geopolíticas de los imperialismos Occidentales, pero no dice una palabra sobre China o Rusia, salvo para presentarlos como objeto de agresión de esos imperialismos. Inclusive, la referencia a una “nueva cortina de hierro” delata el campismo implícito en su análisis, pues remite a la idea de que el mundo estaría fragmentado en dos bloques, uno liderado por los imperialismos occidentales con el acompañamiento de países del Indo-Pacífico -Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda-, y otro conformado por China y Rusia, a los cuales Estados Unidos y sus aliados buscan debilitar. Y para colmo, lo hace perdiendo de vista que la “Cortina de hierro” histórica separaba “campos geopolíticos” donde uno de ellos estaba constituido por países no capitalistas, análisis anacrónico que nada tiene que ver con la situacion actual[4].

Esta nebulosa campista nos lleva a otro punto muy importante: la política contra la invasión rusa y el derecho a la autodeterminación del pueblo ucraniano.Según los articulistas de la CCR, lo que acontece en Ucrania es un “tipo específico de guerra reaccionaria de opresión nacional” por parte de Rusia, la cual se caracteriza por “un alineamiento de la mayoría de las potencias imperialistas detrás de la nación oprimida”, motivo por el cual no entraría en la tipología de “guerras justas” que planteó Lenin, es decir, las luchas progresivas de liberación nacional de pueblos oprimidos en contra del dominio imperialista. Por ese motivo, sostienen que, la única forma para que la resistencia avance hacia un resultado progresista, es si asume luchar por una Ucrania independiente, obrera y socialista.

Esta postura es profundamente sectaria, insensible ante la lucha contra la agresión rusa y, por ende, inservible para dialogar con cualquier ser humano en Ucrania.[5] En la tradición del socialismo revolucionario el apoyo a las luchas por la autodeterminación de las naciones oprimidas es incondicional, más allá del carácter y programa de su dirección política.

Lo anterior no quiere decir que, efectivamente, se trata de una lucha atípica por la autodeterminación nacional dada su dirección pro imperialismo tradicional. Pero nunca la dirección anula el carácter justo de la causa estructural en juego, lo que deviene en un analisis superestructural y una política tanto sectaria respecto de la autodeterminación nacional como oportunista en relación a Putin y la invasión…

Para el caso concreto de Ucrania, eso significa que, a pesar del carácter neoliberal del gobierno de Zelensky, el frente único que tiene con el imperialismo de la OTAN y la presencia de brigadas fascistas en la resistencia (atención que existen brigadas fascistas en los dos bandos, y que, además, las ucranianas están bastante exageradas), apoyamos la lucha del pueblo ucraniano de a pié contra la invasión militar de Putin y defendemos el derecho a su autodeterminación nacional.

Ahora bien, eso lo hacemos sin diluir nuestro programa revolucionario, dentro del cual es fundamental marcar las diferencias con dicha dirección política por su carácter burgués, pro-imperialista y opresor de la población ruso-parlante, a la vez que alertamos del peligro de las bandas fascistas y planteamos una perspectiva socialista e independiente a la resistencia contra la invasión rusa y la intromisión de la OTAN que apunte a construir –o reconstruir- una izquierda revolucionaria en Ucrania munida, por lo demás, del balance del estalinismo –del cual el PTS y la FT, entre otras tantas corrientes, carecen- para poder establecer un diálogo con la experiencia vivida de las personas en el terreno.

Por el contrario, Chingo y sus camaradas franceses argumentan que, aunque la resistencia ucraniana es justa, está“capturada” por el imperialismo occidental, por lo cual una eventual derrota militar de Rusia supondría un resultado regresivo al profundizar el “avasallamiento” del país por parte de la OTAN:

(…) una derrota rusa reforzaría las ambiciones intervencionistas de los imperialistas occidentales en una situación de crisis mundial, marcada por la agudización de las tensiones entre las potencias.

Lejos de generar la «fuerte disuasión sobre todas las potencias mundiales y regionales» como menciona Achcar, podría afianzar el avasallamiento de Rusia por parte del bloque occidental. Este resultado ofrecería un respiro a la restauración neoliberal, moribunda desde 2008, al tiempo que aislaría a China.

Si bien las posiciones de Achcar son completamente unilaterales siendo que es un intelectual marxista de un país imperialista tradicional que pierde de vista el rol de la OTAN –ni más ni menos-, de cualquier manera la cita de Chingo no es independiente:denota lo desastroso del campismo pro Ruso y anti-OTAN de la CCR-FT, cuyo resultado inevitable es deslizarse hacia el defensismo con relación a la invasión rusa.En su afán por diferenciarse de la política de la OTAN –una presión real para la izquierda en Europa- incurre en un grave error, que consiste en diluir la especificidad de la guerra en Ucrania con el conflicto inter-imperialista subyacente.La OTAN no participa directamente en la guerra -esa es la posición de Altamira, como veremos más adelante-y, aunque es innegable la creciente intromisión del imperialismo en la resistencia con el envío de armas y el acuerdo con la dirección de Zelensky, lo cierto del caso es que Ucrania sufre el avasallamiento de una invasión militar…. ¡pero de las tropas rusas!

Ese “pequeño detalle” escapa de su análisis, pues todo el énfasis de la CCR pasa por denunciar unilateralmente la ofensiva de la OTAN sobre Europa del Este; advierten que “las consecuencias para el país de una profundización de la dominación imperialista serían catastróficas”, pero no dicen nada sobre la masacre que efectúan las tropas rusas.

A raíz de eso, su política para el conflicto es desastroso, pues anteponen mecánicamente la consigna de autodeterminación por la de una Ucrania obrera y socialista, bajo el argumento de que es la única forma de garantizar la independencia del pueblo ucraniano ante las potencias imperialistas. Aunque en apariencia es una formulación muy “radical”, en realidad es altamente sectaria, oportunista y maximalista, pues anula el carácter legítimo y progresivo de la lucha democrática por la autodeterminación nacional, a la cual le exigen que asuma un programa obrero y socialista para que califique como una “guerra justa” (un abordaje reñido con la tradición del marxismo revolucionario que no le pone condiciones a las luchas justas, aunque si pelea a brazo partido porque tengan una perspectiva correcta).

En consecuencia, el programa de la CCR-FT no dialoga con las masas ucranianas que hacen cara a la agresión rusa, para lo cual es indispensable exigir la salida inmediata de las tropas rusas del país, o lo que es lo mismo, posicionarse explícitamente por la derrota militar del ejército invasor, consignas que no figuran en ninguno de los textos de Chingo y la CCR-FT. Sólo así es factible estructurar un programa de transición entre la consigna democrática por la autodeterminación nacional y una perspectiva socialista e independiente del imperialismo.

En suma, aunque Chingo y sus camaradas franceses se posicionan contra el campismo pro-OTAN, debido a sus erradas caracterizaciones sobre la geopolítica del siglo XXI y un sectarismo brutal hacia la lucha por la autodeterminación nacional de la resistencia ucraniana, así como caracterizados por la falta absoluta de cualquier balance o sensibilidad sobre el desastre estalinista que sigue presente en la conciencia de las masas,su política se ubica en un campismo anti-OTAN sumamente oportunista y hasta burdo diríamos[6].

  1. El objetivismo morenista: una posición que lleva agua al molino del imperialismo occidental y la OTAN

Una unilateralidad en sentido opuesto al PTS y la FT es la que cometen organizaciones provenientes del viejo tronco morenista, como Izquierda Socialista/UIT-CI. Estos compañeros asumen correctamente el elemento de la pelea por la autodeterminación nacional de Ucrania frente al “imperialismo ruso”, y la ubicación junto a la resistencia frente al invasor. Sin embargo, consideran este elemento completamente desprendido del contexto internacional, el cual no ocupa ningún lugar en sus análisis.

A raíz de esto, las razones de la invasión de Putin parecen ser puramente endógenas de la propia Rusia, tal como apuntan en un artículo de Miguel Lamas (ver¡Fuera las tropas de Putin de Ucrania!):

El motivo de la invasión es que Rusia es parte de la crisis económica del capitalismo mundial y vive un gran retroceso económico y descontento popular. Y con la invasión pretende fortalecer el imperialismo ruso con el dominio de Ucrania.

A su vez señalan:

“No hay ninguna guerra inter-imperialista de Rusia con Estados Unidos y la OTAN”. Efectivamente, hasta el momento no hay tal guerra, pero sí un conflicto inter-imperialista como no se veía hace décadas en el mundo. Esta afirmación sumaria borra unilaterlmente –¡y escandalosamente!- el elemento presente de disputa por el reparto del mundo entre las potencias. Y como consecuencia, no toma conciencia del rol que Estados Unidos y la OTAN están cumpliendo sobre el terreno de los acontecimientos. Porque si bien es cierto que no hay una guerra, en el sentido estrictamente militar del término, Estados Unidos y la OTAN están colaborando con el envío de armas, fondos, sanciones económicas, etc., contra Rusia. Hasta el momento, el imperialismo occidental se ha cuidado muy bien de no cruzar la fina línea que podría embarcarlo en un enfrentamiento abierto con Rusia, dadas las consecuencias incalculables de una guerra de potencias imperialistas (que además poseen armamento nuclear) en el corazón de Europa. Hasta esta ubicación elemental parecen desconocer los compañeros,para quienes el imperialismo occidental “dejaron correr la invasión y aparecen como cómplices de la acción criminal de Putin” (ver Declaración ¡Abajo la invasión de Putin y Rusia!…).

No solo no hay disputa, sino incluso complicidad entre los imperialismos…

Una ubicación parcialmente correcta vinculada a la lucha por la autodeterminación nacional ucraniana, se transforma en completamente incorrecta al hacer abstracción del conflicto inter imperialista que ejerce influencia concreta en la conflagración, regala la pelea política, estratégica y programática con la dirección de Zelensky y no alerta sobre los peligros que los elementos de resistencia nacional sean capitalizados por el frente único neoliberal y occidental del gobierno ucraniano con la OTAN. La OTAN está movilizando ingentes esfuerzos para cooptar el proceso, y ser la abanderada de la democracia y las libertades amén de haber comenzado un proceso histórico de rearme, pero los compañeros dramáticamente no ven nada de esto dado el objetivismo burdo que los caracteriza.

De ahí que pierdan de vista los elementos de una guerra de emancipación “no-clásica”. La herencia de la caída del Muro de Berlín, la herencia del estalinismo en la zona, la intervención de los diversos imperialismos en la región durante los últimos años y, particularmente, la brutalidad de la invasión de Putin, inclinan a la opinión pública para el lado de ver a Estados Unidos y la OTAN como los salvadores. Pero si esto es así, y lo es, con más razón desde la izquierda revolucionaria se debe alertar sobre la cuestión y trazar una política revolucionaria independiente.

Por eso, poner solo el peso de los acontecimientos en los hechos objetivos (a saber, la opresión nacional) desestima el terreno subjetivo (dirección, programa, fuerzas sociales). Eso Izquierda Socialista lo expresa con el señalamiento de que la “pelea concreta pasa por derrotar la invasión de Putin y Rusia”, una formulación donde la lucha militar se desvincula de la pelea política, dando como resultado un programa estrecho que no puede más que llevar agua para el molino de Estados Unidos y la OTAN (lo que no deja de ser escandaloso para corrientes revolucionarias).

De hecho, es llamativo como en el punto seis de su declaración señalan que el país será verdaderamente independiente bajo un gobierno de la clase trabajadora y en una Ucrania socialista; pero ese enunciado no se encuentra en el programa que plantean al final del texto, donde sólo figuran consignas democráticas y anti-imperialistas contra la invasión rusa, en apoyo a la resistencia y contra la injerencia de la OTAN. Eso es reflejo del objetivismo de las corrientes morenistas que, bajo la concepción etapista de la revolución democrática, suponen que toda lucha anti-imperialista o democrática objetivamente virará en socialista, aunque la clase obrera no intervenga directamente con su propio programa o instancia de clase.

Algo similar acontece con el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST)y la corriente internacional que impulsa,la Liga Internacional Socialista (LIS). Compartimos la caracterización de Rusia como un imperialismo en desarrollo -desde nuestra parte preferimos denominarlo “en reconstrucción”- con elementos desiguales y combinados, por lo cual constituye un tipo diferente con relación a sus pares occidentales, pues se estructura a través de un capitalismo de Estado. A pesar de eso, diferimos con su programa en dos aspectos centrales (ver Declaración de la LIS).

En primer lugar, porque no se delimitan del envío de armas del imperialismo occidental al gobierno ucraniano, algo sumamente peligroso debido al carácter neoliberal y pro-imperialista de Zelensky. Este es un rasgo particular de la “guerra justa” de autodeterminación ucraniana, pues al frente no se encuentra una dirección nacionalista burguesa o guerrillera pequeñoburguesa -como aconteció en otras luchas de liberación nacional en el siglo XX-, lo cual facilita que sea cooptada y transformada en una extensión del imperialismo y los oligarcas ucranianos, con más razón en una región que arrastra el pesado lastre de décadas de opresión estalinista –que confunden con “socialismo”-, por lo cual amplios sectores de la población tienen anti-cuerpos hacia la izquierda.

Esos elementos no los contempla el MST-LIS, una corriente objetivista que carece de cualquier balance serio de la burocratización estalinista; por ende, se limitan a denunciar en abstracto la injerencia del imperialismo de la OTAN en Ucrania, pero callan ante el constante envío de armamento que realizan al gobierno de Zelensky.

En segundo lugar, diferimos con su programa porque no se posiciona por una Ucrania socialista, limitándose a plantear consignas referentes a la salida de las tropas rusas y por el derecho a la autodeterminación de Ucrania, así como del Donest, Luhansk y Crimea. En textos posteriores a su declaración (ver Sobre Putin y el imperialismo ruso. Algunos debates), plantean la necesidad de “alentar políticas y acciones independientes, anticapitalistas y socialistas”, pero inmediatamente limitan eso a tareas meramente democráticas y anti-imperialistas, como rechazar la guerra, exigir la salida de las tropas rusas de Ucrania, impulsar la solidaridad con el pueblo ucraniano y exigir la salida de la OTAN de Europa del Este. Son consignas correctas, pero como programa es insuficiente desde una perspectiva socialista y revolucionaria, pues no plantean ninguna transición entre las tareas por la autodeterminación derivada de la “guerra justa” contra la ocupación rusa con la lucha por una Ucrania socialista.

Por último, veamos el caso de la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT, cuyo principal partido es el PSTU de Brasil), la cual lleva al extremo el objetivismo morenista y defiende caracterizaciones que rayan con lo “fantástico”, pues parecieran tomadas de una realidad paralela.

Un primer aspecto es que no consideran a Rusia como un país imperialista, lo cual justifican a partir de criterios economicistas –comparten un abordaje muy similar al del PTS-; por ejemplo, aducen que es dependiente de capitales y tecnologías extranjeras, sufre una primarización de su economía y está altamente endeudado. Pero la “explotan” cuando aseguran que “no solo sigue siendo un país semicolonial dependiente, sino que se vuelve cada vez más dependiente, año tras año”, además de que su burguesía y la burocracia estatal son “totalmente dependientes, intermediarias del saqueo imperialista de Rusia y de los países vecinos”,y, para rematar, aseguran que, debido a sus elevadas deudas, las grandes empresas rusas -como Gazprom, Rosneft, Sberbank, etc.- en realidad pertenecen a sus acreedores occidentales (ver Rusia bajo Putin).

En todo caso, su desencaminada caracterización no se sabe qué consecuencias tiene en su política, porque si Rusia fuera un país dependiente o semicolonial debería dar lugar a algún tipo de defensismo, pero los compañeros no se encaminan para ese lado al menos en relación a la OTAN sino más bien todo lo contrario: no ven ningún problema en ella.

En todo caso,  no sabemos de dónde extrajo esa información la LIT –no agregan ninguna fuente al respecto-, pero dista muchísimo de lo que reflejan las investigaciones marxistas más recientes. Como se expuso en un texto anterior de nuestra corriente (ver Sobre la dinámica de la guerra en Ucrania) con base a la investigación de Michael Pröbsting-autor del libro Russian Imperialism and its monopolies-, la economía rusa no está dominada por corporaciones extranjeras ni es dependiente de las instituciones financieras internacionales -aunque está interrelacionada, algo inevitable en el capitalismo globalizado-, y, por el contrario, se caracteriza por el fuerte peso de monopolios nacionales, por tener un bajo nivel de deuda y contar con una gran cantidad de reservas internacionales -con el problema de que la mitad están en el extranjero y sujetas a las sanciones-. Eso se combina con una potente industria armamentística y energética, la cual sirve de base a Putin para desarrollar su proyecto imperialista de reconstruir la “Gran Rusia”.

En suma, la Rusia del siglo XXI es una formación social capitalista-imperialista extremadamente desigual, por lo cual mantiene formas de dependencia en algunos sectores; pero eso no la convierte en la “república bananera” semicolonizada que describe la LIT.

Pero lo peor es su caracterización de la resistencia en Ucrania y su política de armamento. Al leer una de las declaraciones de la LIT sobre la guerra, sorprende la poca relevancia que le otorgan al papel del gobierno, al cual apenas mencionan cuando señalan que no depositan “ningún apoyo o confianza política”en “Zelensky ni en la burguesía ucraniana que llama a resistir la invasión”(ver Por una gran campaña internacional de apoyo y solidaridad con la resistencia ucraniana…). Esa delimitación es correcta, pero en su caso totalmente formal, pues no dimensionan que es la dirección real de la resistencia ucraniana representa un programa neoliberal y pro-imperialista.

A partir de ese terrible “despiste”, la LIT arguye que, en Ucrania,está en curso una resistencia obrera contra la invasión, pero en ningún momento brindan alguna prueba concreta de que eso sea así, salvo la publicación de una entrevista a un dirigente obrero minero llamando a la solidaridad internacional. Saludamos que obreros ucranianos participen en la resistencia o en acciones de solidaridad con quienes enfrentan a las tropas rusas, pero eso no basta para imprimirle un supuesto carácter obrero a la lucha, para lo cual es indispensable que la clase intervengan como tal, es decir, por medio de sus organizaciones y levantando un programa independiente.Pero eso no ocurre en Ucrania, pues el gobierno de Zelensky dirige políticamente la resistencia, es reconocido como tal por la enorme mayoría de la población y cuenta con el respaldo del imperialismo occidental.Eso la LIT lo ignora y, por el contrario, agita a su militancia con la falsa idea de que está en curso una “resistencia obrera”, pero la realidad es que la clase obrera no dirige –ni codirige- la lucha contra la invasión rusa (esto más allá que existen expresión de autodeterminación de la población de pié, que los ferroviarios están cumpliendo un importante papel, etc, aunque al mismo tiempo todos los análisis insisten en que, políticamente, la dirección de Zelensky dirige de punta a punta y hay poquísimo espacio para la izquierda).

Para la LIT no tiene ninguna centralidad el debate estratégico sobre el programa de la resistencia ucraniana, pues, con su lógica objetivista, eso se resuelve inercialmente en la lucha por tareas democráticas; en consecuencia, dentro de su programa no hay una sola consigna referente a la refundación de Ucrania con una perspectiva obrera y socialista, por lo cual se limita a posicionarse contra la ocupación rusa, la intromisión de la OTAN y en apoyo a la resistencia, pero ¡sin mencionar al gobierno de Zelensky! (ver ¡Por la derrota de la invasión militar rusa a Ucrania!).

En un texto posterior no avanzan un centímetro con respecto a su primera declaración, porque insisten en dejar en segundo plano al gobierno de Zelensky, al cual critican porque consideran que es “incapaz de encarar la lucha contra el agresor ruso hasta las últimas consecuencias”, por lo cual “saboteará la resistencia popular y capitulará ante Putin, probablemente cediendo territorio ucraniano” (ver Dos meses de férrea resistencia ante el invasor ruso). Es una delimitación escueta que no sale del terreno táctico, porque no dice una sola palabra sobre el contenido burgués y pro-imperialista de su programa.[7]

Pero la pérdida de brújula de clase de la LIT da un paso más, cuando sostiene que, una de las tareas fundamentales del momento, pasa por presionar a los países imperialistas para que den armamento a la resistencia ucraniana (ver ¡Por la derrota de la invasión militar rusa a Ucrania!):

Creemos que es totalmente correcto movilizarse para exigir de los gobiernos (en especial de los países imperialistas) que entreguen a la resistencia ucraniana las armas y todos los materiales necesarios (municiones, alimentación, medicamentos) de modo directo y sin ninguna condición. Estamos totalmente en contra de la entrada de la OTAN en el conflicto, y exigimos su disolución. (…) Lo que decimos es que hay que exigirles a esos gobiernos que entreguen las armas a la resistencia ucraniana directa e incondicionalmente.

Esta claro que el planteo es una abstracción, porque sobre todo la entrega de armamento –y ni hablar del armamento pesado- es evidente que va de la mano de condicionalidades políticas. Salvo por las líneas que plantean la disolución de la OTAN, el resto de esa cita no tiene ninguna diferencia con las exigencias que presenta Zelensky en todas sus alocuciones públicas, en las cuales insiste en que los Estados Unidos y los países de la Unión Europea le entregue armamento (lo cual están haciendo hasta la fecha y cada vez con mayor intensidad). Para el caso concreto de la “guerra justa” de Ucrania por su autodeterminación nacional, es incorrecto exigirles armas a las potencias imperialistas, aunque eso se matice agregando que sea de forma “directa e incondicionalmente”, porque en los hechos implica que será administrado por un gobierno burgués y pro-imperialista como el de Zelensky…es decir, el armamento es el principal medio del imperialismo occidental para intervenir en el conflicto y cooptarlo políticamente.

Como expusimos anteriormente, al frente de la resistencia ucraniana no se encuentra una dirección nacionalista burguesa o guerrillera pequeñoburguesa y mucho menos socialista revolucionaria, pero ese factor subjetivo la LIT lo relega a un segundo plano –o ni siquiera lo sopesa-, pues todo lo concentra en la supuesta dinámica objetiva de la lucha contra las tropas rusas.

Lo que expresa la LIT –y de conjunto todas las corrientes morenistas- es una mezcla de objetivismo extremo y miopía política, cuyo resultado es ignorar la realidad concreta de los procesos de lucha y las enormes complejidades en el plano de la subjetividad de la clase trabajadora en la actualidad, una pesada secuela de la derrota del ciclo de revoluciones del siglo XX y de la contrarrevolución estalinista (algo de enorme importancia en Ucrania, pues lo experimentó en “carne propia”).[8]

Los PO`s: entre el catastrofismo y el campismo

El Partido Obrero (PO) Política Obrera (autodenominada tendencia del PO) comparten muchos elementos de análisis, lo cual está relacionado con el método catastrofista que caracteriza a Jorge Altamira, otrora dirigente del PO y ahora de la tendencia.[9]Por ese motivo, su programa ante la guerra tiene puntos similares -aunque presentan matices tácticos-, particularmente en cuanto a las derivas campistas anti-OTAN (muy similares a las que sostiene la Chingo y la CCR-FT).

En el caso de Política Obrera, los análisis de Jorge Altamira mezclan esquematismo, catastrofismo y un sectarismo impresionante hacia la lucha por la autodeterminación de Ucrania. Iniciemos con su caracterización de Rusia (ver La ocupación militar de Ucrania por parte de Rusia), a la cual considera una “sociedad en transición” porque sus “relaciones de mercado son precarias” y su burguesía no cuenta con raíces históricas; por ese motivo, sostiene Altamira, el ruso es un “capitalismo en comodato” –en préstamo de uso- que ahora el imperialismo quiere arrebatar a la burocracia de Putin. Esa definición es absurda, incluso porque el mismo Altamira reconoce que, en Rusia, no se conservan “restos de socialismo”, es decir, no está en transición hacia una formación social superadora del capitalismo.

Por otra parte, un poco antes se refirió al país como un “imperialismo de periferia”, de lo cual concluye que, la guerra de Ucrania, en realidad es una disputa por la “re-configuración política internacional de un mundo capitalista”. Así, la Rusia de Altamira es un “ornitorrinco” político-social: un país en transición no se sabe a qué, cuyo capitalismo es precario, pero al mismo tiempo es un imperialismo periférico y ahora está inmerso en una guerra por la hegemonía mundial contra las potencias imperialistas de la OTAN[10]

Con relación a la guerra, señala que la responsabilidad de la misma “recae enteramente en la OTAN” por su expansionismo en los países limítrofes de Rusia en Asia Central y Europa del Este –un ángulo muy similar al del Chingo de la FT-, algo sumamente unilateral –que, además, no modifica la naturaleza de los contendientes- dado que, hasta el momento, no hay un solo soldado de la OTAN sobre territorio ucraniano (aunque es cierto que el expansionismo fue una provocación imperialista). De esa forma, tácitamente Altamira defiende que la agresión militar de Putin tiene rasgos defensivos (justos, por así decirlo).

Pero lo más bizarro es su abordaje del conflicto en específico, o, mejor dicho, su renuncia a hacerlo, pues diluye los hechos concretos en especulaciones generales. Para Altamira la guerra ucraniana es una “guerra mundial no declarada” debido a sus alcances mundiales (ver Una guerra imperialista mundial no declarada) y, a partir de eso, sostiene que la “consigna de la hora es: unidad de los trabajadores de Ucrania y de Rusia; unidad internacional de los trabajadores; por una humanidad sin guerras, por repúblicas de trabajadores; por el socialismo.”

Como enseña la experiencia histórica, es imposible que exista una “guerra mundial no declarada”; es un acontecimiento de dimensiones monumentales donde se enfrentan las principales potencias del capitalismo mundial, las cuales colocan todo su poderío industrial y militar para masacrar a millones de seres humanos. Eso no niega que, en torno a la guerra en Ucrania, exista un conflicto inter-imperialista por la pelea de zonas de influencia, lo cual en un futuro puede desencadenar un enfrentamiento directo entre imperialismo y desatar una guerra mundial; pero no se debe tomar como un hecho consumado una posibilidad histórica, lo cual solamente puede provocar una total desubicación ante los conflictos reales.

Por otra parte, inclusive si fuese una guerra mundial, es injustificable que Altamira no dedique una sola palabra a la lucha por la autodeterminación de Ucrania, lo cual solamente expone su sectarismo extremo con respecto a las consignas democráticas. Es poco educativo para su militancia, pues deja enormes vacíos para formular una política de clase e independiente, como la diferenciación del gobierno de Zelensky o las tácticas para dialogar con los sectores obreros y populares en la resistencia ucraniana.

En sus textos, Altamira dispara un popurrí de caracterizaciones que justifica por medio del catastrofismo[11], dentro del cual todo el curso de la historia está marcado por la “agonía mortal del capitalismo” y la llegada inexorable de “luchas y levantamientos de masas (…) que servirán para poner fin al imperialismo”. Lo que para el marxismo revolucionario es una posibilidad histórica sobre la cual desarrollamos nuestra militancia –es decir, la lucha por el socialismo a partir de las crisis y desigualdades del capitalismo para la enorme mayoría de la humanidad-, en la escuela del catastrofismo de Altamira se convierte en una lectura mecanicista de la historia, donde los problemas de consciencia de la clase obrera y los sectores explotados y oprimidos no tienen ninguna jerarquía, algo derivado de una concepción de la historia donde el viento siempre sopla a favor de la revolución. En suma, un método displicente de análisis y formulación de la política, dentro del cual no se profundiza ninguna idea, se dice cualquier cosa y se trata de justificar con frases panfletarias.

Con respecto al PO, también defiende una caracterización de Rusia sumamente confusa (ver La izquierda ante la guerra en Ucrania), a la cual pareciera que definen por la negativa, pero sin precisar exactamente los rasgos de su formación social actual. Por un lado, no la considera como un país atrasado o semi-colonial, pero tampoco como una potencia imperialista. Asimismo,en sus artículos señalan que, tras la caída de la URSS, está bajo el control de una oligarquía capitalista y una burocracia restauracionista, lo cual determinó el carácter transicional de su sociedad, pero sin especificar el rumbo de esa transición (en esto coinciden plenamente con Altamira).

Releímos en varias ocasiones esa definición, pero todavía no sabemos qué quiere decir, mucho menos cuando inmediatamente agregan lo siguiente:

En Rusia, al igual que en China, el Estado oficia como un gran concentrador de capital que le ha permitido a un puñado de capitalistas selectos, en vínculo estrecho con la burocracia dirigente, un crecimiento extraordinario (…) Putin, en defensa de los intereses generales de la oligarquía capitalista local, choca con el capital extranjero, que pretende avanzar en la colonización económica y financiera de los negocios que detenta hoy la burguesía rusa.

De acuerdo a esa cita, pareciera que Putin representa un nacionalismo burgués que, en defensa de los intereses de su burguesía nacional, se torna anti-imperialista para frenar la avanzada colonizadora de los imperialismos occidentales sobre su economía y territorio. Eso no lo dice directamente el PO, pero cuando analiza la guerra en Ucrania es evidente que esa es su verdadera caracterización de Rusia.

Por ejemplo, en sus comunicados achaca toda la responsabilidad de la guerra a la OTAN, al cual presenta como el “primer y gran responsable” por desatar una escala militar en Europa del Este, cuyo objetivo final es desmembrar Rusia (ver “Guerra a la guerra”…). Con eso es evidente que el PO se coloca en el campo pro-ruso, aunque lo disimule diferenciándose del régimen de Putin por ser bonapartista y tener un comportamiento expansionista ante los países vecinos.

Junto con esto, el PO sostiene que Ucrania se transformó en “una colonia de las metrópolis occidentales”, particularmente de los Estados Unidos. Eso es falso, porque en realidad Ucrania es un país semi-colonial, es decir, formalmente independiente, pero con una fuerte dependencia político-económica del imperialismo. Eso es importante de destacar, pues el PO apela a esa definición para estructurar su política ante el conflicto, presentando a Ucrania como un peón directo de la OTAN y, por ende, concluir que la guerra es un enfrentamiento militar directo entre los imperialismos Occidentales y Rusia (ver La izquierda ante la guerra en Ucrania):

El reconocimiento de Ucrania como peón de la Otan (sic) representa el núcleo central de una caracterización política de la conflagración en curso, sin la cual es imposible la adopción de una política revolucionaria. Pues es evidente que no se trata de una guerra de opresión nacional donde Rusia oficia como la potencia que oprime a Ucrania -lo que nos llevaría a defender el derecho a la defensa del pueblo ucraniano y a batallar contra la ofensiva colonizadora de Rusia. Se trata, en realidad de un choque entre la Otan (sic), digitando la política del gobierno y el Estado ucraniano, de un lado, y la Federación Rusa por otro.

Ese párrafo resume la total incomprensión del PO, no sólo con respecto a la guerra en Ucrania, sino también en lo referente a los aprendizajes estratégicos del socialismo revolucionario. Primero, porque diluye la guerra concreta en territorio ucraniano en la generalidad de un conflicto inter-imperialista, el cual es real, pero que todavía no se traduce en una guerra directa, lo cual desencadenaría una nueva guerra mundial (de ahí los “recaudos” de Rusia, Estados Unidos y la UE por contener la escalada). Segundo, porque niega que la resistencia contra la invasión rusa sea una “guerra justa” de liberación nacional, apelando a que el país es una colonia de los imperialismos occidentales y, por tanto, el gobierno de Zelensky ejecuta directamente los mandados de la OTAN. Dentro de la tradición del marxismo revolucionario, el apoyo a las luchas por la autodeterminación nacional no está condicionado a que el país oprimido tenga un gobierno independiente del imperialismo. Otra cosa es que, a renglón seguido de la incondicional defensa de la autodeterminación, nos delimitemos políticamente de dicho gobierno y levantemos una política independiente de las potencias imperialistas.

Para el caso de Ucrania, eso se traduce en apoyar la “guerra justa” de la resistencia ucraniana contra la invasión imperialista rusa, pero de inmediato denunciar el carácter burgués y pro-imperialista del gobierno de Zelensky que pretende someter el país a los mandatos de la OTAN y los imperialismos occidentales, apuntando a la necesidad de refundar el país en un sentido socialista, independiente del imperialismo y respetuoso de la diversidad cultural dentro del país (esto es central para ganar a los sectores ruso parlantes afines al separatismo por la opresión a manos del gobierno de Zelensky aunque a decir verdad, en este momento, tanto los ucraniano parlantes como los ruso parlantes están mayoritariamente en contra de la invasión).

Por el contrario, para el PO lo que acontece es una guerra inter-imperialista –lo cual sería una guerra mundial, pero no lo dicen posiblemente para diferenciarse de Altamira-,y, en consecuencia, su consigna central es “Guerra a la guerra”, seguida de un “Fuera la Otan (sic) y el FMI” y “Abajo la burocracia restauracionista de Putin”; luego de eso incluye –¡por fin!- la exigencia del cese de los bombardeos rusos en Ucrania y finaliza con un llamado a la unidad de los pueblos de Rusia y Ucrania. El contenido y orden de las consignas denota el extravío del PO ante esta guerra; en los hechos se coloca en el bando pro-rusa, porque tácticamente justifica la invasión al presentarla como una acción defensiva ante la OTAN (lo cual no tiene ninguna relevancia en el caso de una guerra inter-imperialista, a la cual nos oponemos sin importar que bando la provocó) y también porque no apoya la resistencia ucraniana contra la invasión de Putin. Así, en los hechos, la política del PO divaga en un mar de abstracción y caracterizaciones surrealistas, cuyo resultado es colocarse de espaldas a la realidad y enarbolar un programa de auto-consumo muy característico de una secta nacional-trotskista.

Un programa socialista e independiente ante la guerra emancipatoria y el conflicto inter-imperialista

A modo de conclusión, queremos sintetizar algunos criterios programáticos que esbozamos a lo largo de la polémica

  1. Defensa incondicional del derecho a la autodeterminación del pueblo ucraniano. La invasión de Rusia desató un proceso de resistencia por la liberación nacional del país, por lo cual constituye una “guerra justa” por su autodeterminación que debe ser apoyada incondicionalmente por la izquierda revolucionaria.
  2. ¡Fuera tropas rusas de Ucrania! Rusia es un imperio en reconstrucción y, como tal, lucha por conquistar zonas de influencia directa de Moscú. Esa es la verdadera razón de la agresión militar a Ucrania, un territorio al cual Putin niega su derecho histórico a ser una nación independiente. Defensa de todas las movilizaciones populares en Rusia contra el gobierno de Putin por la invasión a Ucrania y por los demás reclamos económicos, democráticos, sindicales y políticos contra el gobierno autoritario.
  3. Ninguna confianza en el gobierno burgués y pro-imperialista de Zelensky. Aunque nuestro apoyo a la resistencia de a pie es incondicional, eso no significa que tengamos acuerdo con la dirección política que representa Zelensky, el cual defiende un programa burgués y pro-imperialista, cuyo objetivo es someter aún más al país a la esfera de influencia de la OTAN y la Unión Europea (UE). Además, denunciamos que el gobierno de Zelensky impulsó políticas contra la población ruso-parlante, lo cual atizó las tendencias separatistas de esas regiones aunque esto está hoy en pleno desarrollo porque el grueso de la ofensiva militar de Putin se concentra en el este del país.
  4. No a la intromisión de la OTAN y de los imperialismos occidentales. Ni el imperialismo estadounidense o sus socios menores de la UE son una alternativa para la emancipación nacional de Ucrania –ni del resto de los pueblos del mundo-. Por el contrario, en los últimos años avanzaron en su intromisión sobre los países de Europa del Este y la imposición de políticas neoliberales y de sometimiento al FMI. Por eso, llamamos a la movilización internacional contra la expansión militar de la OTAN y la invasión militar de Putin; a la vez, nos oponemos al envío de armas de los países imperialistas –otra cosa distinta sería de los que no lo son, países al que el gobierno ucraniano podría apelar sino fuera pro-imperialismo occidental- al gobierno de Zelensky, pues esa es la principal vía para transformar la genuina lucha de liberación nacional en una extensión de la pugna inter-imperialista.
  5. Oposición a las sanciones contra el pueblo ruso y a las campañas rusofóbicas. Rechazamos las sanciones económicas que afectan directamente las condiciones de vida y trabajo de la clase trabajadora rusa, particularmente provocando un aumento desmesurado del costo de la vida o condenando al desempleo a miles de trabajadores y trabajadoras rusas. No nos interesan las medidas que afectan a los oligarcas rusos, a los cuales no defendimos en ningún sentido. Por último, nos oponemos a las campañas rusofóbicas, las cuales solo profundizan la división internacional de la clase trabajadora y los sectores explotados y oprimidos.
  6. Por la refundación de Ucrania desde bases socialistas y anticapitalistas. En el marco de la lucha contra la ocupación rusa, así como para evitar que el país termine –aún más- sometido a los imperialismos de la OTAN, llamamos a la resistencia ucraniana a luchar por la refundación del país sobre bases socialistas y anticapitalistas única manera, por lo demás, de consagrar su verdadera independencia nacional formalmente declarada en 1991.

[1] Para profundizar en la caracterización de Rusia como un “imperio militar” en reconstrucción, sugerimos la lectura de dos textos de Roberto Sáenz: Sobre el carácter de la guerra en Ucrania y Sobre la dinámica de la guerra en Ucrania.

[2]Sobre este tema sugerimos la lectura de China: un imperialismo en construcción de Marcelo Yunes, donde detalla el plan estratégico del gigante asiático para constituirse en la principal potencia mundial en el mediano plazo, lo cual se expresa en proyectos como la “Nueva Ruta de la Seda” o el desarrollo en las ramas de tecnologías de alta punta.

[3]Una crítica similar es la que realiza Maiello al PO, al cual reclama que el centro de su análisis consiste en denunciar los objetivos expansionistas de la OTAN como la principal causa de la guerra en Ucrania, pero dejando de lado que el país agresor es Rusia. Como apuntamos al inicio, la polémica entre el PTS y la CCR la desarrollan polemizando con terceros, con lo cual pretenden disimular sus diferencias políticas.

[4]La falta de balance del estalinismo le está pasando dramática factura a la FT y el PTS no solamente en Ucrania, sino en Cuba también (nadie se explica porque esta corriente no firmó el petitorio de la izquierda cubana por la libertad de los presos de la rebelión del año pasado).

[5]El enfoque de Chingo y la CCR diluye las luchas de seres humanos de carne y hueso dentro de esquemas geopolíticos. Un abordaje inconcebible para militantes que se reivindican trotskistas, pero que no es casual que venga de una sección de la FT, una corriente que, en los últimos años, experimentó un marcado giro “estalinófilo”, perceptible en la política editorial del PTS con su promoción de autores como Althusser o Deutscher.

[6]Una ubicación súperestructural que no cuenta con la experiencia de las masas para la transformación social, que pierde totalmente de vista que la geopolítica no es nuestro criterio principal, que el mismo es la lucha de clases.

[7]Por otra parte, hasta el momento Zelensky mantiene un discurso beligerante contra Putin y presiona a las potencias imperialistas para que escalen el conflicto militar.

[8] La LIT ve revoluciones por doquier y nunca problematiza los factores subjetivos dentro de los procesos de lucha social. Por ejemplo, caracterizó como revoluciones la “primavera árabe” de la década anterior y, más recientemente, hizo lo mismo con la rebelión chilena de 2019 (caracterización que sostiene hasta la fecha).

[9] Sumado a esto, el PO se caracteriza por su nacional-trotskismo, dado que nunca jerarquizó la construcción de una verdadera corriente internacional, limitándose a impulsar rejuntados que cada tanto se dispersaban. Esto es importante anotarlo, pues tanto al PO como a la tendencia de Altamira, el análisis internacional les pesa muchísimo su provincianismo porque no tiene perspectiva internacionalista orgánica.

[10]La falta de método sistemático y el empirismo de Altamira a estas altura ya hace escuela.

[11]El catastrofismo del PO es una herencia acrítica de ciertas tendencias del trotskismo de posguerra que estaban caracterizadas por una visión teleológica de la historia y la lucha de clases que señalaba que, de todas maneras, pasara lo que pasara, “el proceso iba hacia el socialismo”, y que la bancarrota del sistema estaba siempre a la vuelta de la esquina. Para profundizar sobre el tema sugerimos la lectura del artículo Crítica a las concepciones teóricas del Partido Obrero.

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