En Sudamérica, la tasa de mortalidad por Covid es 8 veces la mundial

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  • En las últimas semanas la curva de casos ha descendido en el Norte del mundo. Pero la realidad que se vive en Sudamérica es bien distinta. Con tan sólo el 5% de la población del planeta, la región concentra el 25% de los fallecimientos por Covid19.

Agustín Sena

En las últimas semanas la curva de casos ha descendido en el Norte del mundo. Algunos países, como España y el Reino Unido, han anunciado incluso el cese del uso obligatorio de tapabocas. Pero la realidad que se vive en Sudamérica es bien distinta. Con tan sólo el 5% de la población del planeta, la región concentra el 25% de los fallecimientos por Covid – 19.

Los números

De los 10 países con mayor cantidad de fallecidos per cápita del mundo, 7 son sudamericanos, elevando la tasa de mortalidad per cápita 8 veces (es decir, un 700%) por encima del promedio global. El país con la tasa de mortalidad más alta del mundo es al día de hoy Paraguay, que acumula 19 veces más muertos per cápita que potencias imperialistas como Estados Unidos.

Brasil, por su parte, se lleva un lugar destacado en la transmisión del virus a nivel regional. Desde el comienzo de la pandemia ha acumulado más de 18 millones de casos de Covid – 19, con un promedio de nuevos casos diarios que se mantiene por encima de los 70.000 y 505.000 muertes acumuladas, números propios de una catástrofe social y humanitaria y que marcan que la pandemia está lejos de controlarse en el gigante latinoamericano.

Además, la elevadísima circulación viral en Brasil ha propiciado la aparición de nuevas cepas, como la ponzoñosa cepa de Manaos y varias otras variantes de menor riesgo epidemiológico, que se han ido distribuyendo por la región generando nuevos aumentos en casos y muertes. En la Argentina, donde los contagios parecen estar algo más controlados por la vía de la vacunación, se siguen sufriendo cientos de muertes diarias y un promedio de contagios diarios por encima de los 20.000.

Problemas estructurales

Las causas de la situación epidemiológica que atraviesa Sudamérica saltan a la vista. Algunas de ellas son de tipo estructural, y remiten a problemas sociales, económicos y geo – políticos históricos de la región. Los altos índices de pobreza han hecho imposible para millones de personas la idea de mantenerse en cuarentena, especialmente para el enorme sector de la población que trabaja en la economía informal y vive al día.

Este fenómeno se combina con una alta densidad poblacional y grandes centros urbanos (Buenos Aires, Sao Paulo, Río de Janeiro, Santiago) que permiten una circulación veloz e ininterrumpida del virus. Como ejemplo, recordemos que en la Ciudad de Buenos Aires la circulación masiva del virus comenzó por las villas y barrios populares más carenciados que se sitúan en los márgenes de la ciudad, para luego expandirse a toda la urbe.

El negocio de las vacunas

A esto hay que sumarle el problema de la posición subordinada de los países latinoamericanos en el escenario internacional, su carácter de países dependientes o semi – coloniales. Este problema no se expresa sólo en la circulación del virus sino en las posibilidades que se tienen para erradicarlo. Así, como era de esperar, todas las vacunas existentes han aparecido en las potencias imperialistas, que acaparan los mayores desarrollos científico – tecnológicos: China, Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea. Y, como también era de esperar, los países periféricos han quedado en último orden de prioridad para las farmacéuticas que producen la vacuna.

Los países latinoamericanos firmaron contratos de miles de millones de dólares (en muchos casos con condiciones y precios mucho más desfavorables que los firmados con las potencias) sólo para encontrarse con que las farmacéuticas no cumplen las cantidades ni las fechas de entrega acordadas. Las vacunas, convertidas en mercancías para llenar los bolsillos de las multinacionales farmacéuticas, llegan en orden de prioridad según el poder del país en cuestión. Primero a las potencias, en último lugar a las regiones periféricas. Mientras países como Israel han vacunado a más de la mitad de su población, la región Sudamericana de conjunto no tiene ni el 10% de su población vacunada.

El papel de los gobiernos

Todo esto no quiere decir que el destino de la región sea quedar a merced del Covid y sin escapatoria alguna. La subordinación histórica de la región al imperialismo hace mucho más difícil la tarea de hacerle frente a la pandemia. Pero dicha subordinación no es un fenómeno natural sino fruto de las políticas de los gobiernos y las clases dominantes locales, caracterizadas por un cipayismo congénito. Y esto sigue siendo así hoy en día: ni uno de los gobiernos de la región han tomado el riesgo de ir contra los intereses del imperialismo (ni tampoco de las burguesías locales) para garantizar la salud de la población y ponerle un freno a la pandemia.

La situación epidemiológica que atraviesa Sudamérica no es una casualidad ni tampoco una inevitabilidad histórica. Lo que estamos viendo son las consecuencias del dominio imperialista sobre la región, del pillaje comercial de las farmacéuticas pero, sobre todas las cosas, de la política de los gobiernos burgueses locales. Para salir de una vez por todas de la crisis del coronavirus y ponerle fin a la pandemia, hacen falta medidas sociales y económicas que pongan en cuestión la lógica de la ganancia capitalista y prioricen las necesidades de las masas trabajadoras.

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