Elon Musk compró Twitter: la libertad de expresión no puede tener dueño

El mismo Elon Musk que alguna vez se jactó de "hacer todos los golpes de Estado que quiera" ahora se embandera en la libertad de expresión para hacer sus negocios y comprar Twitter. Pero los derechos democráticos no pueden estar en manos de las empresas capitalistas.

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La noticia de que Elon Musk adquirió Twitter por unos U$S 44.000 millones recorrió rápidamente el planeta. El hombre más rico del planeta, dueño de empresas como Tesla (autos eléctricos) y SpaceX (cohetes y viajes espaciales), ahora será el propietario de una de las redes sociales más importantes del mundo. Y la preferida para el debate político en internet.

La cuestión abrió rápidamente un profuso debate. Porque Musk, un multimillonario del más alto perfil, anunció la compra embanderándose en la libertad de expresión. «Hasta mis mas férreos críticos tendrán libertad para decir lo que quieran», escribió precisamente en su cuenta de Twitter, justo después de autopercibirse como un «absolutista de la libertad de expresión». Musk había sido ya crítico de la política de regulación de contenidos de Twitter en el pasado.

Una vez que se haga efectiva la millonaria compra la red social pasará a ser una firma privada y no cotizará más en bolsa. Musk pasará a ser el dueño absoluto de la empresa y no deberá rendirle cuentas a nadie sobre el contenido de lo que los usuarios publiquen y que la red social permita.

Los atronadores mensajes que intentaron construir una épica sobre la libertad de expresión fueron rápidamente leídos políticamente. Aunque Musk ha repetido varias veces que «no quiere involucrarse en política», lo hace bastante seguido. Aunque se ha definido como «moderado», Musk fue parte de una mesa de asesores del Presidente durante el gobierno de Donald Trump, e incluso ha llegado a decir que «haremos todos los golpes de Estado que queramos» en ocasión del derrocamiento de Evo Morales en Bolivia. Ahora proliferan los rumores de que Musk le devolverá su cuenta a Trump, quien permanece baneado desde el intento de toma del Capitolio del 6 de enero de 2021.

La «privatización» de un derecho

Políticos capitalistas y empresarios de todo el mundo se sumaron a una ridícula campaña que busca convertir a Elon Musk en algo así como un paladín de la libertad de expresión.

En Argentina, cuando se supo en abril que el magnate iba a comprar la red social, el primero que salió a alegrarse fue el ex Presidente Mauricio Macri, quien felicitó al multimillonario por «asumir el enorme desafío de trabajar para que Twitter sea una garantía de la libertad de expresión en el mundo entero». La «garantía» de «la libertad de expresión en el mundo» sería la graciosa voluntad de un empresario que va por ahí diciendo que hace todos los golpes de Estado que quiere.

Lo curioso de todo esto es que en el propio discurso de Musk y sus defensores asoma una contradicción evidente. El propio dueño de Tesla aseguró que «la libertad de expresión es un elemento fundamental de la democracia». También calificó a Twitter como «la ‘plaza pública’ digital donde se debaten temas vitales para el futuro de la humanidad». Si esto es así, entonces que Twitter pase a ser propiedad absoluta del hombre más rico del mundo que hace gala de poder hacer golpes de Estado no tiene absolutamente nada de bueno.

 

La libertad de expresión es fundamental y es un derecho democrático muy importante. Pero precisamente por eso no puede quedar en manos de un privado, mucho menos del hombre más rico del mundo que detrás de su discurso «libre-pensante» esconde millonarios intereses económicos y políticos a nivel mundial. Si en Twitter «se debaten temas fundamentales para el futuro de la humanidad», entonces es un bien que debería pertenecerle y estar bajo control de toda la sociedad.

El propio Musk definió a Twitter como una «plaza pública digital». Si una plaza es el terreno privilegiado para el debate político, es precisamente porque es pública. Porque pueden encontrarse allí los diversos y contradictorios intereses que hay en la sociedad. Es evidente que un privado no puede ser ninguna «garantía» de la libertad de expresión. Mucho menos si es un explotador que vive del trabajo ajeno y por lo tanto tiene intereses muy bien definidos acerca de qué voz prefiere que se escuche y cual no.

La adquisición de Twitter por parte de Musk vendrá a agravar un problema que ya viene en ascenso en los últimos años. Las redes sociales pasaron a ser el principal canal de comunicación de la humanidad, y están en manos de enormes corporaciones monopólicas privadas. Esto está dando lugar a una nueva era de dominios de los algoritmos diseñados para maximizar la rentabilidad de las empresas. Con su correspondiente cuota de falta de transparencia en su programación y contenido tendencioso que beneficia las fake news y las ideologías de odio.

¿Absolutismo?

Pero entonces toda la charlatanería de Musk sobre la libertad de expresión tiene otro interés. Cuando es un multimillonario capitalista el que apela a la «libertad» ya sabemos a qué se refieren. En general buscan «libertad» para explotar aun más el trabajo ajeno y maximizar sus ganancias. Cuando gritan sobre la libertad de expresarse, entonces, lo que buscan es que se puedan expresar aquellas ideas que son funcionales a esos intereses.

Por eso es que, en un mundo donde crecen alternativas políticas burguesas de corte ultra-derechista, racistas, neoconservadores y filo-fascistas, las declaraciones acerca de «ser absolutista de la libertad de expresión» de Musk son preocupantes.

Porque de ninguna manera la libertad de expresión es un valor absoluto. Es el resultado de una serie de derechos democráticos conseguidos por una larga y profunda historia de luchas sociales contra los opresores y los explotadores.

En otras palabras: los nazis, los fascistas, los racistas, los homofóbicos y toda esa porquería no tienen que tener derecho a expresarse. Y es precisamente porque atentan contra esos mismos derechos democráticos conquistados. En manos de los capitalistas, la libertad de expresión sólo puede ser usada en contra de los trabajadores.

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