El Papa y la «cruzada» de prevención del descontento

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  • El mensaje del papa Francisco en la 109° Conferencia Internacional de la OIT. “Progresismo” para que la Iglesia pueda ser herramienta de contención del descontento y las protestas frente al crecimiento de la desigualdad y la pobreza en el capitalismo contemporáneo.

Ana Vázquez

 “(…) Es que los principales problemas que plantea el capitalismo del Siglo XXI son como la pandemia. Es decir, tienen un arraigo social evidente, son problemas eminentemente colectivos, obligan a pensar las relaciones sociales en su conjunto y afectan en mayor o menor medida a todo el mundo. El cambio climático, la brutal desigualdad, la superexplotación de las nuevas formas de trabajo. El paradigma capitalista liberal es incapaz de encarar estas cuestiones. Más bien, su actitud hacia ellos consiste en negarlos: no son problemas en absoluto. (…) (La derecha mundial y el «cuco» del comunismo)

 

El miedo al comunismo también recorre los salones del Vaticano

Desde la Santa Sede el papa Francisco se ha referido en varias oportunidades con advertencias hacia Estados y gobiernos para prevenir consecuencias indeseadas de la pandemia mundial. Desde 2017 viene haciéndolo sobre la preocupación del aumento de la pobreza y la desigualdad social. Comunicado del 2 de mayo de ese año: “(…) su ‘preocupación por la propagación de la fragmentación social, por un lado y, al mismo tiempo, por la incapacidad de los sistemas políticos para gobernar la sociedad’” (Comunicado de la Academia Pontificia). Las rebeliones del 2019 le dieron la razón… Después de la irrupción de la pandemia, su preocupación fue tan en aumento como los contagios.

Insistió con la encíclica Fratelli Tutti en octubre del año pasado: “A ello se suma la demanda de un ‘Estado presente y activo’ que, junto a las instituciones de la sociedad civil orienten su acción a las personas y al bien común.” (Página 12, 12/10/20, negritas en el original)

Si bien ya contamos con numerosas recomendaciones desde el comienzo de la pandemia en el mundo, en la ocasión de celebrarse la 109° Conferencia Internacional del Trabajo, fue bien explícito y direccionado. No anduvo con rodeos ni eufemismos.

Expresó claramente que para que los trabajadores tengan condiciones laborales dignas tienen que tener derecho a la sindicalización. Así como reafirmó la necesidad imperiosa de la asistencia social a las mujeres y niñas que deben salir a trabajar en la economía informal. También reafirmó los derechos de la población migrante.

Al continuar su exposición, llamó a la intervención de los sindicalistas y a los dirigentes de las asociaciones de trabajadores para que “no se encierren en una camisa de fuerza”, sino que saquen la cabeza de su lugar y tengan una visión de conjunto de las situaciones sociales y políticas.

“Que la cosa cambió, que se pongan las pilas si quieren seguir controlando al movimiento obrero, a las mujeres, a los más pobres”, traduciríamos nosotros, advirtiendo que la cosa no está fácil, que la pandemia no sólo trajo miseria y precariedad laboral. También incentivó las fuerzas de nuevos contingentes de trabajadores/as y de luchadores/as de las nuevas generaciones.

Ese es el problema de las movilizaciones y rebeliones. El otro, más agudo aún, es qué ideologías avanzarán atrás de ellas. Y aquí la cosa se pone más “espesa”. Pero el Santo Padre que vive en Roma no le esquivó al bulto en esta misma Conferencia y también metió el dedo en la llaga: “La propiedad privada es un derecho secundario, que depende del derecho primario, que es la destinación universal de los bienes”. (Francisco y la santa cruzada anticomunista. Bergoglio criticó al capitalismo y se diferenció de sus antecesores en el Vaticano, Perfil, 27/6/21, negritas y subrayado en el original)

Y aquí reaparece el fantasma del comunismo “desaparecido” de la faz de la tierra.

Quienes son expertos en dominar y cercenar derechos de los más pobres, también lo son en “prevenir” avances hacia caminos de liberación encarados por aquéllos/as.

Y el papa Francisco, como jefe indiscutido de la Iglesia católica, apuesta a prevenir antes que curar, a manejar el manubrio antes que se estrelle la bicicleta.

La cruzada anticomunista se evaporó con la caída del Muro de Berlín. Pero los fantasmas pueden resurgir. Sus advertencias “divinas” están dirigidas a los principales conductores de la economía mundial para que, desde abajo hacia arriba, no dejen ningún tornillo flojo, no descuiden la delicada sincronización de este sistema capitalista que tiene, como mínimo, complicaciones molestas. De la misma forma que el peligro de la radicalización de la juventud, los trabajadores y sectores de masas durante los 60,70, iluminara las mentes vaticanas e impulsara la Teología de la Liberación para contener a esos díscolos que no se podía hacerlo sólo con balas y gases lacrimógenos.

Después, si no hay remedio… probaremos otras recetas.

Sus recomendaciones a los gobiernos, empresarios y sindicalistas del mundo fueron explícitas: defender los derechos y dárselos a los que no los tienen. Bajen un poco los decibeles con su sed de ganancias… porque para sostener y mantener el capitalismo contra viento y pandemia, a veces hay que resignar un poco en el reparto…

Nuestras apuestas están y lo seguirán estando junto al pueblo colombiano que sufre los ataques del gobierno de Iván Duque, junto al pueblo brasilero que protesta contra el negacionista de Bolsonaro, junto a los trabajadores, las mujeres y la juventud que luchan en nuestro país y el mundo contra la miseria y la precarización laboral.

Nuestros derechos y conquistas no los van a defender nuestros opresores; cambian sus disfraces pero no su vocación y fe capitalista a rajatabla.

Los defendemos y seguiremos defendiendo en las calles, allí es donde imponemos nuestras firmes convicciones de independencia de clase, libres de “chamuyos” humanos y divinos con los que intentan confundirnos.

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