El multimillonario Erik Prince cobra hasta $6500 dólares para salir de Afganistán

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  • ¿Lucrar con una crisis migratoria y humanitaria? Todo es posible en el podrido sistema capitalista. Mercenarios hacen negocios con la desesperación en Afganistán.

Renzo Fabb

Faltan apenas unos días para que la ventana de evacuación de Afganistán se cierre, y la tensión crece en los alrededores del aeropuerto de Kabul. Es evidente que no todos podrán salir del país antes del 31 de agosto, la fecha límite pactada entre EE.UU. y los Talibanes para que las fuerzas de la OTAN abandonen definitivamente el país.

Para muchos, afganos y extranjeros, la situación es de vida o muerte: reportes en el lugar aseguran que los Talibanes ya comenzaron a hacer circular «listas negras» de aquellos que integraron o trabajaron para Estados Unidos durante los años de ocupación, y en algunos casos ya se han informado de ejecuciones sumarias. Otros, simplemente, buscan escapar de la opresión Talibán, en especial las mujeres.

Pero donde hay una desesperación, algunos ya vieron un negocio: con la inminente llegada de la fecha límite la evacuación ha ido «privatizándose» y aquellos que cuenten con el dinero suficiente serán los que puedan salir finalmente.

Es el caso del multimillonario estadounidense Erik Prince, fundador de la compañía de mercenarios Blackwater y contratista desde hace años del Departamento de Estado yanqui por sus servicios de seguridad. Prince ha declarado que está ofreciendo asiento en sus aviones militares privados para salir de Afganistán y llega a cobrar hasta $6500 dólares por persona.

El precio aumenta, además, si la persona necesita ser trasladada desde su casa hasta el aeropuerto, algo muy complicado debido a la necesidad de sortear los checkpoints talibanes, la multitud agolpada contra las puertas del aeropuerto y hasta los obstáculos burocráticos que implica el control del ejército estadounidense en el lugar.

Erik Prince no es el único privado que está organizando vuelos desde Kabul. Varias personalidades norteamericanas también están poniendo aviones privados. Sin ir más lejos, la propia Hillary Clinton también está intercediendo a través de la Clinton Fundation, (claro, sin cobrar los viajes).

 

Pero el aporte de los privados en la evacuación de Afganistán no está siendo efectivo: decenas de vuelos han partido últimamente con gran cantidad de asientos vacíos. Uno de estos vuelos con destino a Uganda partió con sólo 50 asientos ocupados, de un total de 345. Esto se debe en parte al alto precio que se pide para poder acceder a ellos, y en parte por los crecientes obstáculos que ponen los Talibanes para poder llegar al aeropuerto, cuando no directamente del propio Ejército de los EE.UU.

Mercenarios imperialistas

Cuando decimos que la empresa de Erik Prince es una compañía de mercenarios debe tomarse literal: Blackwater es, básicamente, un ejército privado. Prince fundó la empresa en 1997 y, aunque se declara «libertario» y descree del Estado, desde el año 2001 en adelante obtuvo millonarios contratos con la CIA y el Departamento de Estado por más de 1600 millones de dólares. Eso sin contar los contratos de carácter clasificado.

Prince considera que su éxito en el mundo de los negocios se debe a su «mentalidad de emprendedor». Además de su emprendedurismo, otro factor que seguramente lo ayudó a tener éxito fue su capital inicial de $1350 millones de dólares obtenidos por la venta de la empresa de autopartes de su padre, Prince Corporation.

Estados Unidos ha hecho uso de los servicios de Blackwater en numerosas ocasiones, principalmente durante la guerra de Irak. En 2007 el accionar de la empresa generó indignación internacional cuando mercenarios de esa compañía, prestando servicios para EE.UU., dispararon contra civiles en Bagdad, asesinando a 17 personas. En 2014 los mercenarios de Blackwater protagonizaron un incidente similar.

Aunque Prince vendió la empresa a un grupo inversor en 2010, continúa ligado al «rubro paramilitar». De hecho, en 2019 salió a la luz que tuvo contactos con Juan Guaidó y la oposición venezolana con el objetivo de organizar un ejército privado para derrocar al Presidente Nicolás Maduro.

Prince habría diseñado un plan de más de 40 millones de dólares que pretendía reclutar a 5000 soldados de origen latino, y se encargó de buscar inversionistas entre venezolanos exiliados ricos y empresarios partidarios del entonces presidente Trump. El objetivo era desatar una guerra civil que haga caer al gobierno de Maduro.

Aunque el plan de Prince nunca se llevó a cabo, sí es cierto que Guaidó firmó un contrato con otra empresa paramilitar yanqui, llamada Silvercorp, por más de 200 millones de dólares. Pero todo terminó en un fracaso rotundo: la empresa terminó acusando a Guaidó de estafa por no pagar lo pactado y, en represalia, en mayo de 2020 hizo un bizarro simulacro de incursión fácilmente desarticulado por las FF.AA venezolanas en una especie de parodia de la invasión a Playa Girón.

Estos ejemplos como los de Erik Prince muestran que, en su fase decadente, el capitalismo llega al extremo distópico de lucrar hasta con una crisis migratoria. O un golpe de Estado.

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