Brasil: una coyuntura electoral con indefiniciones y serios peligros

Derrotar a Bolsonaro en las calles y en las urnas es la tarea número uno de la clase trabajadora y los oprimidos.

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Las nuevas encuestas de intención de voto traen un escenario de incertidumbre político-electoral. Esto es porque en el último mes Lula es seguido por Bolsonaro básicamente oscilando dentro del margen de error y pese a la ventaja de Lula, los números expuestos no definen si habrá o no una segunda vuelta en la elección presidencial. Cuestión que no es menor, pues una segunda vuelta podría plantear un escenario más peligroso y la disputa en las calles cobraría aún más importancia para el resultado electoral. Un tema en el que, por la política entreguista de Lula y sus seguidores, Bolsonaro sigue envalentonado. Es así que, independientemente de la táctica electoral que se tenga, derrotar a Bolsonaro en las calles para vencerlo política y electoralmente sigue siendo la tarea principal de la lucha de clases y no puede ser boicoteada por la izquierda socialista.

Aquí, vamos a utilizar  básicamente datos de la encuesta del Instituto Data Folha realizada entre el 13 y el 15 de septiembre y que pese a que los datos de otros institutos de investigación presentan números ligeramente diferentes, todos indican una dinámica electoral similar.

A primera vista, Lula (PT) tiene el 45% contra el 34% de Bolsonaro (PL) del total de votos, una ventaja del 12%, lo que significa, en relación a la encuesta anterior del instituto, una estabilidad de Lula y una caída de 1 punto porcentual de Bolsonaro. Los otros candidatos que puntúan son Ciro (PDT) con un 8% y Tebet (MDB) con un 5%.

En cuanto al número de votos válidos -sin contar los blancos y los nulos- Lula aparece estable con el 48% de los votos emitidos. Las encuestas muestran que en los grandes bastiones de la población brasileña, Lula se mantiene al frente, ya que la política electoral de Bolsonaro no ha podido ganar más votos en esta porción. El expresidente (Lula) va por delante y tiene el 52% de los votos entre los que ganan hasta 2 salarios mínimos, mientras que  Bolsonaro tiene el 27%.

Esos datos ilustran que las políticas electorales (aumento de Auxilio Brasil de R$ 400 a R$ 600, subsidios al sector camionero y taxista y la reducción del impuesto a los combustibles) para frustración de la campaña de Bolsonaro, no tuvieron efecto entre los que ganan hasta 2 salarios mínimos, sector que tiene mucho peso en la elección, pues representa el 49% del electorado encuestado.

Bolsonaro naufraga en su estrategia

Todavía es pronto para pronosticar, dado que el histórico abandono de Bolsonaro en relación a los más pobres, su necropolítica contra la periferia y los negros, el genocidio durante la pandemia, la misoginia y el odio generalizado contra la clase obrera, los sindicatos, el feminismo, el movimiento negro, la izquierda y todo lo que pueda aparecer bajo alguna forma de progresismo o transformación, le pasó factura en términos electorales. Esto quiere decir que el crecimiento presentado entre evangélicos, clase media (sic) y votantes del Sudeste (que representan 4 de cada 10 votantes) no ha mostrado consistencia y se ha estancado por el momento.

Con las dificultades del crecimiento electoral en grandes segmentos de la población, Bolsonaro apuesta a ampliar el rechazo a Lula en la región Sudeste, la región con el mayor número de votantes. De mayo a septiembre, el rechazo a Lula en el Sudeste creció del 36% al 44%, pero en la última encuesta, el rechazo bajó 3 puntos al 41%. Pero, contradictoriamente, al querer aumentar el rechazo a Lula, Bolsonaro no logró hacer caer su propio rechazo en esta región y por el contrario, pasó del 50% al 53%. En la clase media, una de las grandes esperanzas de Bolsonaro con sus medidas electorales, sigue prácticamente empatado con Lula en el 40% del electorado.

Un dato interesante para el análisis de tendencias y contratendencias en estas elecciones, señalado por primera vez en Data Folha, fue acerca del miedo a la violencia política. Según la encuesta, el 67,5% de los encuestados dice tener miedo de ser “ agredidos físicamente por su elección política o partidaria” y el 3,2% dijo haber sido amenazado por motivos políticos en el mes de agosto.

Considerando el crecimiento de la violencia política registrada, los episodios que resultaron en el asesinato del Tesorero del PT en Foz do Iguaçu y otros, tenemos más elementos de imprevisibilidad electoral. Porque la violencia puede afectar el proceso de votación, ya que los sectores que tienen más probabilidades de votar en contra de Bolsonaro también son los más propensos a abstenerse. Esto, sumado al miedo a la violencia política, puede ampliar el fenómeno de la abstención e influir significativamente en el proceso electoral.

Con las dificultades de Bolsonaro de obtener más votos en los segmentos más amplios de la población y ampliar el rechazo a Lula, lo que podría llevar a una victoria de Lula en primera vuelta, una estrategia de expansión orquestada de violencia bolsonarista -que ha sido contenida por ahora porque puede conducir a un rechazo aún mayor de los votantes, no se descarta. Un escenario para el cual, debido a la política traidora del lulismo de vaciar sistemáticamente la presencia militante de las masas en las calles, la clase obrera no está siendo preparada. Esta posición podría tener un alto costo con más tensión política directa en las próximas semanas.

Oportunismo y sectarismo abandonan la lucha en las calles

Este sinfín de números no puede empañar lo más importante: señalar que los números de las últimas encuestas de intención de voto no dan nada por sentado, sino que establecen un escenario de incertidumbre político-electoral.

Es un poco más probable, según los datos de la última encuesta de Data Folha, que tengamos una segunda vuelta, pero como ningún pronóstico está cerrado, porque en las dos semanas de campaña que quedan, los movimientos que se están dando de parte del electorado podría asegurar la victoria de Lula en la primera vuelta o que la contienda presidencial se resuelva recién en la segunda.

En una caracterización más general, como ya hemos señalado en notas anteriores, es importante reafirmar que Bolsonaro es un neofascista que, de ser reelecto, podría avanzar aún más en su proyecto de autocratización del régimen político brasilero. Como ha sido el caso de mandatarios en varias partes del mundo, el segundo/tercer mandato son aún más propicios para aplicar medidas que atentan contra el régimen y los derechos democráticos.

Por lo tanto, es determinante derrotar electoral y políticamente a Bolsonaro – que no es lo  mismo- para que no avance en su ofensiva reaccionaria si llegase a ser reelecto o que sea una fuerza capaz de construir una oposición de extrema derecha y volver al poder en 4 años. Sin embargo, no podemos abstraer que su principal oponente (Lula) y su partido (PT) construyeron un frente electoral de conciliación con la burguesía que no representa los intereses de la clase obrera y los oprimidos, sino que solo ofrece una vuelta al pasado. No presenta un programa que atienda mínimamente a los trabajadores y no organiza la lucha directa para derrotar a Bolsonaro (quien sí hace y hará uso de fuerzas institucionales y no institucionales para mantenerse en el poder).

Como resultado directo de esta política traidora – de la cual el PSOL y la mayoría de sus corrientes internas son cómplices al sumarse a la fórmula Lula-Alckmin – es que existe  una correlación de fuerzas indefinida (que no es medida por los institutos de investigación) y que puede conducir a la recuperación de Bolsonaro en segunda vuelta. Bolsonaro, a diferencia de Lula, ha movilizado contingentes masivos no solo en actos electorales, sino también en manifestaciones de carácter golpista, es decir, una postura que se opone a la pasividad del lulismo. Sin embargo, varios sectores de la izquierda socialista hablan de la boca para afuera del riesgo de la victoria de Bolsonaro, pero no tienen una política concreta para organizar la lucha en las calles, no apuestan a la unidad de acción, frentes de base para organizar la lucha antigolpista o unir las fuerzas políticas de la izquierda socialista en un frente común.

Este hecho, la desmovilización de las fuerzas antigolpistas, sumado al apoyo que tiene del empresariado, las fuerzas armadas y una franja importante de la población, pone a Bolsonaro en un gran peligro si pasa a la segunda vuelta. En este sentido, como la línea estratégica del lulismo ha sido no haber organizado un acto contra Bolsonaro el 7 de septiembre y no haber intervenido en el acto del 10 del mismo mes (Lula y su campaña prefirieron celebrar un acto electoral en Taboão da Serra el mismo día), expone la política entreguista del PT, PSOL, PCdoB y Lula. Esta estrategia traidora puede ser decisiva para que Bolsonaro no sea derrotado en primera vuelta y siga siendo una fuerza poderosa masiva de extrema derecha, ganando o perdiendo las elecciones, intente o no una maniobra golpista para mantenerse en el poder.

En otro plano de menor importancia, pero con impacto en la vanguardia, tenemos también una política ultraizquierda liderada por el MRT y otras organizaciones que llaman a no participar y no convocaron al acto por Fuera Bolsonaro el 10 de septiembre con el argumento de que se trataba de un acto electoral. Este es un enfoque totalmente sectario que no hace nada para derrotar a Bolsonaro, porque a pesar de no haber sido un acto masivo, fue un acto combativo y contó con la participación de sectores populares, trabajadores y jóvenes y podría haber tenido un mayor impacto en la realidad política y contribuido a desencadenar la lucha directa.

En momentos en que la acción en las calles es fundamental para impulsar la lucha, para poner a la defensiva al bolsonarismo en las calles y para enfrentar cualquier amenaza golpista, negarse a la táctica de la unidad de acción con una política de independencia del frente electoral de conciliación de clases es puro sectarismo estéril, un barniz izquierdista que esconde una táctica oportunista que no contribuye en nada para denunciar el entreguismo de Lula y exigir que la lucha para derrotar a Bolsonaro se lleve a las calles.

Así, Socialismo ou Barbarie -S0B, Bancada Anticapitalista y ¡Já Basta!, comprendiendo que es fundamental derrotar a Bolsonaro en las calles y en las urnas, continuará exigiendo y organizando la unidad de acción para llevar la lucha a las calles, organizando Comités Antigolpistas para organizar la pelea desde la base y luchar por un Frente Socialista de Izquierda para centralizar la política revolucionaria en un frente de organizaciones que sean capaces de contribuir a los enormes desafíos que enfrentaremos en las próximas semanas y el próximo período de lucha de clases.

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