Brasil: movilizar masivamente para derrotar a Bolsonaro y sus amenazas golpistas

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  • El 7 de septiembre será un día bisagra en la situación brasilera. Bolsonaro amenaza con un golpe de estado y convocan a movilizar masivamente para derrotarlo. Una crisis política explosiva.

Renato Assad

Durante el último mes observamos una serie de hechos políticos que reafirman aquello que nosotros ya veíamos alertando hace algún tiempo sobre el derrotero de la colisión entre las clases. Por un lado, sistemáticamente, Bolsonaro intenta – y de cierta manera sale victorioso – desacreditar las elecciones de 2022 frente a la opinión pública y al mismo tiempo edificar una narrativa que coloque para su base social la necesidad de combate a las instituciones de la democracia burguesa, principalmente al STF (Supremo Tribunal Federal), con la clara intención de someterlo al poder Ejecutivo.

Por otro lado, el gobierno continúa en una lenta caída de su popularidad y sus contradicciones en todas las áreas crecen – desempleo de masas, inflación galopante, devaluación -, lo que también lo hace perder apoyo en la clase dominante. Además de las movilizaciones callejeras, también estamos asistiendo a un despertar de movilizaciones importantes de la clase trabajadora y de los oprimidos como, por ejemplo, la huelga de los ferroviarios de San Pablo y la  movilización indígena, que pueden estar abriendo el camino para un proceso de mayor actividad de la clase obrera, lo que es fundamental para terminar de crear las condiciones para la masificación de las luchas en las calles, hecho decisivo para derrotar a Bolsonaro y sus amenazas golpistas.

En el último lunes (23), Bolsonaro volvió a atacar al Supremo Tribunal Federal después de haber, por primera vez en nuestra historia y sin ningún fundamento en la Constitución Federal, comenzado un pedido de impeachment del ministro Alexandre de Moraes el pasado viernes – algo que promete hacer también con otro ministro de la corte y presidente del Supremo Tribunal Electoral (TSE), Luís Roberto Barroso.

A primera vista podría parecer una más de las esquizofrénicas embestidas del presidente, pero bajo la situación política nacional representa una señal política táctica hacia su base social peligrosa. Un hecho que ha pasado de largo en los análisis políticos de la izquierda del orden y de sectores de la izquierda radical por motivos diferentes. En la primera porque, por su política quietista, oportunista, desmovilizadora y entreguista no tiene intención alguna de llevar el debate político hacia las bases, de forma totalmente adaptada a las instituciones burguesas. Aun cuando estas se balancean peligrosamente y sus escombros puedan caer sobre la clase trabajadora y sus organizaciones políticas, sindicales y movimientos, apuestan todas las fichas a las elecciones de 2022.

Tomando parte artificialmente contra las amenazas golpistas y, así, cumplen el papel de desarmar a los explotados y oprimidos ante el inevitable enfrentamiento contra el golpe que Bolsonaro arma a plena luz del día. No titubean en llevar adelante esta política traidora aun estando la mayoría de la población a favor del impeachment con manifestaciones callejeras que hasta el momento como las del Fuera Bolsonaro fueron mucho mayores que las golpistas y con la tendencia de tornarse más radicalizadas debido al desplome de las condiciones de vida y el incremento de la bronca popular contra Bolsonaro.

Por otro lado, algunos sectores de la izquierda contra el orden terminan alimentando una visión facilista (apenas observan los aspectos favorables de la realidad) sobre la actual coyuntura a partir del hecho de que Bolsonaro está aislado internacionalmente, que la clase dominante esté dividida y crecientemente descontenta y una baja popularidad. Además de la crisis entre los poderes, particularmente los ataques directos al STF, después de una serie de tentativas de mediación entre las instituciones y de poner paños más bien calientes a la situación, sin solución de continuidad, Bolsonaro tiene el apoyo aún de la mayoría del Congreso y mantiene una base social radicalizada con un alarmante peso en las fuerzas represivas y en las fuerzas armadas. Lo que percibimos es que, al contrario de aquellos que proponen una lectura facilista de la realidad, que consideran a Bolsonaro un perro muerto, la tendencia de una vuelta a la normalización institucional se torna cada vez más difícil – una vez que el presidente no fuera reelecto, consciente de sus propios crímenes, pudiera terminar preso. Además de eso, queda claro que Bolsonaro no cederá en su intención golpista, al contrario: va a intensificarla. No parecen dadas las condiciones para ninguna medida de golpe inmediato por parte de las fuerzas al menos al momento, pero Bolsonaro ante dificultades políticas y económicas crecientes, quiere crear las condiciones para eso y tiene el respaldo de un sector minoritario, pero armado, para eso.

Fuerzas policiales desbocadas

Es preciso recordar para entender la dinámica de los procesos. El día 23 de mayo de este año tenía lugar una más de las caravanas convocadas por Jair Bolsonaro y su base de seguidores en la ciudad de Río de Janeiro. Con mediana adhesión, lejos de ser multitudinaria, el acto de la derecha neofascista contó con la presencia del ex-ministro de Salud, Eduardo Pazuello. Sin ningún tipo de recelo o pudores, el general en actividad no vaciló al subirse al camión de sonido al final del acto y dar un discurso incisivo en defensa del presidente y su gobierno.

¿La respuesta del Ejército? Es sabido que el reglamento disciplinario militar prevé sanción para el militar en actividad que “se manifestare públicamente […] sin que esté autorizado respecto de asuntos de naturaleza político-partidaria”… Con todo, en una clara demostración de no tener compromiso alguno con los derechos democráticos, la institución militar brasilera no se molestó en aplicar la debida sanción a Pazuello – un mensaje político a las bases de las Fuerzas Armadas y Policiales Militares para que no se sientan intimidadas por la ley, prácticamente un incentivo a la movilización política de las fuerzas del Estado.

Con este guiño militar sobre la participación política de militares, la semana pasada, aquí en el estado de San Pablo, el coronel de la Policía Militar Aleksander Lacerda publicó en sus redes sociales ataques a los ministros del STF y convocatorias de apoyo a Bolsonaro y al acto del próximo día 7 de septiembre. Suspendido del cargo por el gobierno paulista, el coronel no se embarcó solito en esta provocación.

El sábado, el coronel de la reserva de la PM paulista Ricardo Augusto Nascimento de Mello Araújo, actual director del Ceagesp, nombrado por Bolsonaro, aparece en un vídeo convocando a millares de policías a las manifestaciones del 7 de septiembre. Utilizando la camiseta de la Rota (batallón especial de la Policía involucrado en varias masacres) el coronel dijo “nosotros, la Policía Militar, la Fuerza Pública, debemos unirnos. El día 7 de septiembre, todos los veteranos deben estar presentes en la Avenida Paulista”. Una criminal y autoritaria tentativa de movilizar a las fuerzas policiales para garantizar las intentonas bonapartistas de Bolsonaro.

El día 10 de este mes, algunos ex-presidentes como Fernando Henrique Cardoso, Michel Temer, Lula y Collor de Mello enviaron emisarios para intentar saber la disposición militar de los cuarteles para embarcar en una aventura golpista. Estos oyeron de oficiales en actividad y de la reserva que no hay ninguna posibilidad de que las Fuerzas Armadas pasen por encima de las elecciones del año que viene, sin embargo, dijeron temer que Bolsonaro logre éxito al sublevar a las fuerzas policiales.

Hasta aquí que resaltar que la Policía Militar brasilera presenta cierta ambigüedad en su control. Por un lado responden a un comandante o coronel elegido por el gobernador. Sin embargo, desde 1967 (en plena dictadura militar) existe un órgano de inspección de las fuerzas policiales, la IGPM, que es dirigida por el Ejército Brasilero. O sea, militares del Ejército más alineados al gobierno y su saña golpista pueden influenciar y movilizar a las bases de las policiales estaduales, haciendo que la declaración de los comandantes a los ex-presidentes no sea ninguna garantía democrática.

Pero este no es el único motivo de la simpatía de las fuerzas represivas por Bolsonaro. Son fuerzas heredadas de la dictadura militar que no pasaron por ninguna reformulación, son reaccionarias, anti obreras, racistas y anti populares hasta la médula. Han recibido apoyo de Bolsonaro en sus motines armados y tratamiento especial de gobierno, como fue el caso de la ya votada jubilación especial y la promesa de eximición, por lo demás derrotada por su ilegitimidad, que prácticamente legaliza la violencia policial.

Estos son algunos factores que hacen que Bolsonaro tenga adhesión al interior de estas fuerzas, pudiendo usarlas para imponer terror en las calles, perseguir opositores y reprimir con violencia letal manifestaciones masivas. ¿Tendrán la complacencia de los jefes militares para eso? Esta es una gran incógnita. De cualquier forma, el bolsonarismo con el apoyo que goza en las policías militares y en otros sectores reaccionarios puede en perspectiva hasta el próximo año – no podemos decir que esta hipótesis está descartada -, con algún apoyo popular, crear el caldo de cultivo necesario para imponer una medida de giro autoritario del régimen a través de un estado de sitio o algo así. Por esta razón, es preciso romper inmediatamente con la lógica capituladora de la burocracia lulista ante del crecientemente peligroso escenario político. No podemos dar ningún espacio de más al golpismo, es necesario cortar ya la cabeza de la serpiente neofascista con la movilización de masas.

7 de septiembre, un día de definiciones

Tuvimos casi cuatro meses de un ascenso de las movilizaciones callejeras contra el gobierno de Bolsonaro que contó con la participación de la amplia vanguardia debido a la política de la dirección burocrática que no hicieron esfuerzo alguno para movilizar a sectores de masas. La campaña Fuera Bolsonaro enfrenta el gran desafío de masificar sus acciones para que pueda girar definitivamente la correlación de fuerzas a nuestro favor[1]. Para eso, en el próximo período la lucha para movilizar contingentes mayores de la clase trabajadora y de los oprimidos a través de todas las tácticas posibles se coloca como tarea central.

Es evidente que Bolsonaro se mantiene aislado internacionalmente, que la clase dominante no se posiciona hegemónicamente en defensa del gobierno (presenta importantes divisiones), que su rechazo alcanza el mayor nivel desde el inicio de su gobierno, que la inflación y condiciones de vida empeoraron y no parecen dar señales de una rápida recuperación, que la crisis ambiental histórica alcanza números inéditos y que las casi 600 mil muertes por Covid, así como las recientes movilizaciones, no materializan condiciones políticas para el giro autoritario del régimen.

Entretanto, Bolsonaro aun sigue siendo funcional a la burguesía y no hay nada que indique, por más que sean evidentes los crímenes cometidos por el genocida, que un proceso de impeachment será abierto. La aritmética parlamentaria desprendida de presiones populares nada garantiza, ni aun los derechos democráticos. Este cuadro le deja las manos libres para ir preparando su golpe de estado y mantenerse en el poder independientemente del resultado de las elecciones de 2022, si no hay antes un escenario de mayor radicalización en rechazo.

Nada en la lucha de clases, en la política se mantiene estable, hay una dinámica natural de permanentes choque de intereses en que la lucha de clases responde como último factor determinante – la materialización de la historia depende exclusivamente de los sujetos activos e inactivos en la lucha política, además del papel y límite de las instituciones políticas que ya conocemos.

A final de cuentas es el choque entre las fuerzas extraparlamentarias lo que decide las cosas, fue así con el impeachment de Dilma, con la prisión de Lula y la elección de Bolsonaro. Si no fuese por la movilización de la juventud negra estadounidense difícilmente Trump habría perdido las elecciones o salido del poder, para dar un ejemplo internacional reciente. Es, por tanto, la lucha de clases la que define todos los grandes acontecimientos políticos del Brasil y del mundo. Por esta razón es criminal la política de la dirección lulista del movimiento de masas que, aún pudiendo movilizar, no apuesta a la movilización permanente por la base y en la ofensiva de nuestra clase y de los oprimidos. Al contrario de eso, Lula en una imagen de estética falocéntrica se dedica a mostrar fotos en sunga con su pareja para mostrar que permanece “viril” de cara a atender a los intereses del gran capital.

Mientras Lula se divierte, la lucha de clases se hace más tensa. El día primero de agosto, el bolsonarismo salió a las calles en defensa del voto impreso y por la clausura del régimen democrático. Tímidos y enflaquecidos fueron los actos en las principales ciudades del país. Sin embargo, no nos parece que acontecerá lo mismo este día 7, por los motivos que presentamos aquí, donde la derecha neofascista y sus armas estarán concentradas en la Av. Paulista con la decisión de la justicia que garantizó el espacio para la extrema derecha.

No tenemos motivo para intimidarnos. Dimos muestras de la capacidad de movilización masiva de la juventud, de las mujeres, del movimiento negro y del movimiento popular. Además de eso, estos y sectores de la clase trabajadora comienzan a superar sus dificultades objetivas y subjetivas de movilización– además de una amplia vanguardia, factor decisivo para cambiar la correlación de fuerzas para con el gobierno. Algunos sectores, como los pueblos originarios, demuestran un intenso descontento y capacidad para luchar, como es el caso de los ferroviarios de San Pablo que realizaron una huelga esta semana, de los empleados públicos en lucha contra la contrarreforma administrativa y etc.

El problema que tenemos que enfrentar para dar vuelta este partido de una vez es la descentralización, dilución y fragmentación que se ha manifestado en la lucha de los trabajadores y pueblos originarios. Las direcciones partidarias, sindicales y movimientos sociales precisan darse la tarea de coordinar, unificar y totalizar la lucha desde las más específicas consignas en la lucha contra Bolsonaro, el representante directo de todos los ataques y quita de derechos y enemigo número uno de todos los explotados y oprimidos que quiere imponer no solo derrotas económicas, sino principalmente una gran derrota política que nos prive de las condiciones de luchar de forma organizada – al servicio de eso están los golpes de extrema derecha.

Cuando hay riesgo para los derechos democráticos, de libre organización bajo la amenaza de clausura del régimen, no hay ninguna maniobra, alianza y herramienta institucional que pueda hacer frente a tamaño peligro. Sin embargo, para que la izquierda del orden asuma de manera consecuente la organización de la movilización para derrotar categóricamente al golpismo será necesario una gran campaña de exigencia. ¿Hasta cuando Lula en vez de convocar a la movilización contra las amenazas golpistas de Bolsonaro seguirá escondido en una gira de negociaciones con la derecha (neo) liberal? ¿Hasta cuando la CUT en vez de organizar a los diferentes sectores desde la base, dar visibilidad y coordinar las luchas por el país se sentará en la mesa de negociaciones con el gobierno de Bolsonaro? ¿Hasta cuando Boulos y la dirección mayoritaria del PSOL van a mantener la diferenciación nula, la cordialidad con la burocracia y la capitulación al lulismo en vez de empezar inmediatamente una campaña de exigencias para que Lula, el PT y la CUT  convoquen y organicen masivamente las movilizaciones para derrotar Bolsonaro?

Esta lógica del trencito social demócrata, de capitulación sin fin, pone en riesgo no solo los intereses inmediatos de los trabajadores y trabajadoras, pero puede contribuir a un retroceso inmediato, pudiendo hasta significar una derrota histórica,  que será infinitamente más difícil de revertir de lo que se muestra inmediatamente. Una minoría organizada, armada – no estamos hablando de un 4% de apoyo como en el gobierno de Temer, son casi un 30% de fanáticos que apoyan al gobierno – es capaz de dispersar una mayoría diluida, desorganizada y anestesiada por la política desmobilizadora de la burocracia, tornándose una clase política dirigente por determinado período.

Ciertamente no estamos dispuestos a dejar que esto suceda, por ello re alinear la movilización táctica en este momento es vital para no ceder un centímetro siquiera y menos ante el enemigo. Por eso, en este momento, de amenazas y posibilidades, es posible  derrotar a Bolsonaro si superamos los limites de la movilización impuestos por la burocracia.

Es preciso luchar por la más amplia unidad de acción con todas las fuerzas contra-reaccionarias para construir actos nacionales que el día 7 que puedan responder a la altura, que puedan contrarrestar a las bases policiales y militares neofascistas y dar un mensaje claro al conjunto de la sociedad: de que no negociamos nuestros derechos democráticos y que llevaremos adelante una lucha implacable, organizada y desde las bases contra el golpismo.

Para que podamos de hecho mostrar la fuerza del movimiento de las calles, no cabe más lugar para las manifestaciones formales. Es preciso apoyar la lucha de los pueblos originarios que cumple un papel central para este próximo período, estos que hoy acampan en Brasilia para derrotar el marco temporal con posibilidades de ser juzgado aun esta semana por la Suprema Corte. Es preciso, así, de inmediato unificar, dar visibilidad y coordinar la lucha de los sectores en lucha y hacer que se liguen a la lucha por el Fuera Bolsonaro.

También es necesario exigir que la CUT y las demás centrales construyan un calendario de luchas, huelgas y paros nacionales que puedan crear condiciones para la realización de una huelga general por el Fuera Bolsonaro. Deben urgentemente convocar asambleas junto a las bases, pues sin la discusión política sobre los riesgos y posibilidades de la actual situación política no hay adhesión espontanea que logre algún tipo de éxito.

El Frente Fuera Bolsonaro debe construir Comités de Lucha organizados nacionalmente y desde las bases y con todas las fuerzas políticas, sindicales y movimientos democráticos posibles. Esta es la pieza táctica fundamental para que lo antes dicho pueda suceder.

Además de eso, precisamos hacer una campaña sistemática de exigencia para que Lula convoque a movilizar por el impeachment. Su más del 50% de intención de votos pierde todo significado si Bolsonaro consigue imponer una correlación de fuerzas que permita la clausura del régimen democrático. Los choques políticos tienden a ser duros de cara al próximo período y las movilizaciones que ya realizamos el último mes demostraron que tenemos todas las condiciones de pasar a una clara ofensiva, unificando, organizando y dirigiendo nuestras luchas y todas las acciones cotidianas contra el neofascismo.

Las manifestaciones del 7 de septiembre serán un importante termómetro de la correlación de fuerzas. Pero es un termómetro que precisa ser construido a nuestro favor. Venimos de una ofensiva en las calles contra el gobierno y es fundamental mantenerla como paso táctico y medida de fuerza favorable. Haremos de este próximo día nacional de lucha un gran grito de los explotados y oprimidos contra el neofacismo, por trabajo, vacunas, ayuda de emergencia igual al salario mínimo, por el Fuera Bolsonaro y Mourão y por Elecciones Generales.


[1]Ya elaboramos previamente sobre la situación de las movilizaciones y su limite frente a la política traidora y desmovilizadora de la burocracia lulopetista que desarma a la clase para el enfrentamiento y no apuesta a poner en pie herramientas capases de organizar a los trabajadores y explotados para una ofensiva. Ver: https://esquerdaweb.com/um-balanco-do-24j/

 

Traducción del portugués: Luz Licht

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