Argentina: Una persona trabajadora muere en su puesto cada 14 horas

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Por Redaccion

Así lo reveló el informe anual de “Basta de asesinatos laborales”. La voracidad capitalista se llevó la vida de al menos 500 trabajadores en 2019.

La cifra de un trabajador muerto cada 14 horas es más escandalosa si tenemos en cuenta que sólo cuenta a aquellos que murieron en el lugar mismo en que ejercían sus funciones y que el relevo casi no puede alcanzar a los trabajadores no registrados.

Cada número de esta estadística cuenta que los “accidentes” se deben al ahorro de los patrones en condiciones de seguridad y salubridad. No son accidentes si son evitables, no se deben a la fatalidad de la vida si sucedieron para llenarle los bolsillos a algún ricachón.

Para los economistas que hablan de “costos laborales”, para los periodistas que machacan con “la industria de los juicios”, para los empresarios que nos presentan a los trabajadores como una “mafia” que pone palos en la rueda a los pobres empresarios, cada compañero víctima de ganarse el pan de cada día es un número más. El relato de los defensores de los pobres empresarios los presenta como víctimas de la voracidad obrera, que busca a cada momento exprimirlos para sacarle todo lo que tienen, nos presentan un mundo en el que ellos merecen tener los bolsillos tan llenos de billetes que no aguanten más porque serían ellos quienes corren “riesgos” en este mundo donde el único derecho humano plenamente garantizado es el de explotar a las mayorías populares.

Según el Ministerio de Empleo y Seguridad Social, hubo en 2017 un total de 618 muertes por crímenes de clase de este tipo. Siguiendo con los fríos números que son poco más que una terrible sumatoria de tragedias, más de 500 mil accidentes es el total registrado ese año que inhabilitaron a seguir trabajando a su víctima; arriba de 600 mil en total. Fueron también más de 600 los que no pudieron seguir cumpliendo funciones. Pero esta triste estadística no toma en cuenta más que a los trabajadores registrados. Como es sabido, quienes trabajan en negro hacen las labores más riesgosas y peor pagas. Una de las ramas de mayor siniestralidad, la de la construcción, es a la vez una de las que mayor cantidad de mano de obra en negro tiene. En total, son cuatro millones y medio los trabajadores que no entran en estos números.

Pero los medios, los empresarios y sus abogados políticos y sus economistas en sus cómodos puestos y con sus cómodos y elegantes trajes nos siguen hablando de que los “costos laborales” son muy altos. Las reformas laborales buscan precisamente hacer más baratos los accidentes para los patrones, que no pierdan tanto dinero porque un trabajador perdió un dedo, una pierna, un ojo y la vida misma. Se ahorran dinero con las medidas de seguridad, se lo ahorran con el mantenimiento de las máquinas y herramientas de trabajo… consecuentemente con eso, no tendrían por qué perder dinero por las consecuencias de su propia e insaciable sed de ganancias. No podemos más que manifestar nuestra más sincera repugnancia por los patrones y sus mercenarios a sueldo en los juzgados, los diarios, la televisión y el gobierno.

“Me matan si trabajo y si no trabajo me matan”, dijo un famoso artista de izquierda en los 70’. Esa sigue siendo la realidad de millones de trabajadores, que ponen la vida para la ganancia de unos pocos mientras esos pocos lloran en todos los rincones por los “riesgos” de su capital. El Estado les extiende su pañuelo a esas pobres víctimas de la voracidad de los trabajadores mientras prepara reformas laborales para satisfacer sus reclamos. Por supuesto, las consecuencias de éstas no podrán ser más que un empeoramiento brutal de los números de obreros accidentados, mientras mejoran los de la cotización de la bolsa, del dólar y de las ganancias empresarias. Porque hay estadísticas que importan y estadísticas que no.

No son accidentes, son crímenes de clase. Y los principales delincuentes no viven en las villas, están en los barrios privados, usando saco y corbata.

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