Argentina: Luego del voto castigo, la crisis política

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  • El resultado electoral ha evidenciado la profundidad de la crisis económica y social, a la vez que la debilidad del rumbo social liberal del gobierno que se encuentra sumergido en una crisis política luego de sufrir una derrota en la mayoría de las provincias del país. 

Juan Cañumil

País dinámico si los hay. A escasos días de las PASO, el resultado electoral ha evidenciado la profundidad de la crisis económica y social, a la vez que la debilidad del rumbo social liberal del gobierno del Frente de Todos que por estas horas se encuentra sumergido en una crisis política luego de sufrir una derrota en la mayoría de las provincias del país. La crisis por abajo ha emergido, luego del resultado electoral, como crisis por arriba.

El resultado electoral se procesa sobre las “arenas movedizas” de una economía atada por voluntad del gobierno a las condicionalidades del FMI (aún sin acuerdo formal de los plazos de pagos y detalles), y con cierto repunte luego de largos meses de ostracismo pandémico, pero que se ha logrado apretando el torniquete del ajuste salarial, de la precarización,de las condiciones laborales y de vida de las amplias mayorías, y con un nivel de inflación que aún con cierto desaceleramiento acumula en 8 meses cerca de 33%.

El hecho que el gobierno no pise sobre terreno firme y que se vea obligado a actuar ante una crisis de rumbo político-económico (y no de gobernabilidad), a la vez que estamos ante el resultado de una elección primaria y no general, impiden sacar conclusiones definitivas. Dicho esto, la radiografía electoral sí nos permite hacer algunas consideraciones importantes de balance y trazar algunas líneas generales de perspectivas, en un país en el que dos meses (tiempo que resta para la resolución del proceso electoral) parecen el infinito.

Una elección marcada por el voto castigo al Frente de Todos

El gobierno nacional ha sufrido una derrota inesperada desde el punto de vista de las especulaciones, tanto de los sectores opositores como oficialistas, que en uno y otro daban por sentado que el descontento se expresaría con una baja en los guarismos del 2019, pero que daban por vencedor a la coalición gobernante con mayor o menor distancia respecto de Juntos. No hubo un medio, una encuesta, un análisis que vaticinara que el gobierno perdía con tanta contundencia, menos que menos en la provincia de Buenos Aires.

En primer lugar, se ha expresado un voto castigo contundente al gobierno que expresa la profundidad del descontento y del malestar social con diversas situaciones,pero que gravitan alrededor de la bronca por las condiciones de vida y el salario pulverizado. Al gobierno de Macri esa bronca le había costado la presidencia en el 2019, y la “herramienta” a mano para sacárselo de encima fue el Frente de Todos. La insatisfacción de esas expectativas y el empeoramiento de la vida cotidiana del 2019 a la fecha le han valido al Frente de Todos un “cachetazo”, un voto castigo para lo cual sectores de trabajadores y de amplias masas se han valido nuevamente de la “herramienta” que tenían a mano: Juntos. Para esto la ausencia de Macri en la boleta fue sin lugar a dudas de gran ayuda.

En segundo lugar, si es cierto que ha habido un elemento conservador en la elección es importante ponderar lo que esto significa. Si ha sido una elección conservadora en el sentido que el descontento no se expresó masivamente a la izquierda del dial político, sino con un Juntos que ensayó cierta moderación al centro político (desde una ubicación neoliberal desde luego) durante largos meses de campaña para luego extenderse al coqueteo con proposiciones más abiertamente reaccionarias para competir con Milei y en menor medida con Espert, que no llegaron a ser el centro de su campaña.

Otro elemento conservador es el que nombramos anteriormente, que tiene que ver con el retorno en el voto a una fuerza que no sólo fue echada por el voto masivo en el 2019, sino que fue herido de muerte dos años antes en las jornadas del 17 y 18 de diciembre del 2017. Pero esto responde más a la lógica utilitaria del voto castigo (votar al que le puede ganar) que a la reversión de un balance que aún pesa sobre Macri y su coalición. Son cosas muy distintas. Una cosa es el descontento con el gobierno de Alberto Fernández, y otra es que haya reconciliación con las ideas de reformas laborales y jubilatorias que le costaron a Cambiemos la continuidad en el gobierno. Más allá de la distorsión que generan las elecciones respecto de las fuerzas que mueven a la sociedad a expresarse en el voto a una y otra coalición, la correlación de fuerzas que condicionó y le puso fin al mandato Macri es una piedra en el zapato del gobierno actual que lo ha obligado a retomar la agenda del salario mínimo, vital y móvil, un eje que fue aporte de la campaña del Nuevo MAS y de Manuela Castañeira, sobre lo que volveremos más adelante.

Dicho esto, el triunfo relativo de la coalición neoliberal le permite, en medio de la crisis política del gobierno y el terreno inestable, meter la cuchara e intentar traducir el descontento con una agenda política a la derecha, como lo demuestra la presentación de Juntos en el Senado de un proyecto de eliminación de indemnizaciones.

La elección del liberfacho Milei (y también de López Murphy) ha sido otro de los fenómenos conservadores de la elección, pero de momento demasiado circunscripto a Ciudad de Buenos Aires. El liberalismo derechista de Espert no logró el mismo éxito, a la vez que el territorio se presenta menos apto para las bravuconadas fascistas. Más allá de esto, no deja de ser un fenómeno a tener en consideración y que aparece en Argentina con cierto rezago, en un mundo y en una región en que estas expresiones de polarización a extrema derecha están presentes hace algunos años.

Junto con esto, otro elemento conservador más permanente, refiere a la falta de radicalización política sin la cual es imposible que el descontento se exprese en forma aluvional hacia la izquierda, y que reenvía como hemos dicho en otras oportunidades a la dificultad de trascender de los reclamos reivindicativos (que aún siendo de vanguardia y no generalizados se extendieron hasta bien avanzadas las campañas electorales con el ejemplo heroico de los trabajadores de EMA que persisten en la lucha por su reincorporación bajo convenio eléctrico) a la puja por los intereses en el plano general de la política y de la independencia de clase. Incluso en las fábricas las opciones electorales han sido las tradicionales, donde la izquierda cosecha algún que otro voto por proximidad y simpatía, pero sin ser de momento una opción con letras mayúsculas.

La situación ha dejado al gobierno en una encrucijada que pretendió gambetear hasta cumplido los 4 años de mandato. Mientras que el voto castigo expresa la exigencia de terminar con el ajuste y elevar las condiciones de vida, laborales y los salarios de inmediato, el gobierno se encuentra bajo la tutela del FMI que le exige profundizar el ajuste. Sin ir más lejos,en 2022 el gobierno debería pagar 20 mil millones de dólares al Fondo. Esta es la cuadratura del círculo, un imposible en el que el intento “centrista” de social-liberalismo de Alberto Fernández demuestra signos de agotamiento críticos. Lo que está en crisis es el rumbo del gobierno, en un país donde las masas han demostrado una y otra vez ser difíciles de domar para imponer un liberalismo crudo (al menos sin derrota y sangre), y en el que para pasar de los gestos sociales a las acciones concretas se requiere destinar recursos a las amplias mayorías sociales a costa del FMI y de la burguesía.

Los 100 mil pesos de salario mínimo marcaron agenda por izquierda

La izquierda ha hecho una buena elección, sin ser descollante,a nivel nacional con 1.350.000 votos, unos 200 mil más que en las PASO del 2017, y suma en Provincia de Buenos Aires cerca de 530 mil votos, lo cual muestra el espacio electoral que existe para la izquierda roja en los lugares más concentrados del país. Un espacio de izquierda que tiene tradición en el país, pero no tiene dueño y que sólo las PASO permiten monopolizar de manera artificial, lo cual ha llevado al FIT desde el día uno a ser defensor del mecanismo proscriptivo, una de los tantas muestras de adaptación que sufre la coalición dirigida por el PTS.

El FIT por su parte ha hecho una campaña conservadora, caracterizada por no hacer grandes apuestas (no hubo una propuesta que marcara agenda en la campaña a lo largo de 2 meses) y rutinaria,aferrándose a la propaganda de la unidad como leitmotiv. La pretensión de ser tercera fuerza también se demostró irreal, en el marco que las fueras tradicionales han acaparado cerca del 75% de los votos. Forzar las caracterizaciones por autocomplacencia y euforia electoralista impide a los partidos revolucionarios plantearse tareas con claridad, cosa que no parece generarles preocupación en todo caso. Gajes del parlamentarismo.

Por el contrario, nuestro partido ha desarrollado una campaña enorme y cuyo norte fue hacer un aporte a los trabajadores, los jóvenes, las mujeres y las personas LGTBI. Junto a Manuela Castañeira disputamos la agenda política por izquierda mientras el gobierno y la oposición intentaron ocultar el malestar social con campañas livianas y los liberfachos intentaron marcar agenda por derecha.

Nuestra campaña no fue de laboratorio, el reclamo de los 100 mil pesos de salario mínimo, vital y móvil fue la traducción política de meses y meses de lucha junto a los trabajadores precarizados del ferrocarril, de EMA y del personal sanitario, una consigna que nos permitió elevar al plano político una necesidad urgente de los trabajadores y trabajadoras, y que ha cristalizado como una presión por izquierda al gobierno de Alberto Fernández hasta el día de hoy. Lejos de todo conservadurismo, planteamos abiertamente que ese aumento de salario debía financiarse a través de un incremento a las retenciones agrarias al 50%, lo cual nos valió el ataque de la burguesía agraria y sus voceros mediáticos.

 

O la disputa ideológica que hemos dado con nuestra campaña anticapitalista, una tónica que viene del mundo y sobre todo de los sectores juveniles que forjan su experiencia con el mundo de hoy en el cual la destrucción del medio ambiente, la precarización laboral y la falta de futuro son moneda corriente. El anticapitalismo que alzamos como parte de esta campaña en cada programa de TV, radio, diario, y en todas las redes sociales, también ha sido un punto de apoyo para el debate con los liberfachos que intentan presentarse ante las nuevas generaciones como anti sistema, cuando en realidad son defensores del capitalismo a ultranza y en su expresión más barbárica. De allí que desarrollamos herramientas creativas como el “Trap anticapitalista pa´les pibis”, que nos abrió el diálogo con un sector juvenil que procesa los debates políticos con su propio lenguaje y a través de sus propias vivencias.

Entre las muchas conquistas y aportes, queremos destacar que Manuela Castañeira se ha reforzado como una figura emergente y de las principales figuras de la izquierda argentina, cuya valentía política quedó demostrada cunado se plantó contra Milei cara a cara para denunciarlo por fascista en vivo y en directo, representando el sentimiento de millones de personas que repudian a quienes enarbolan planes económicos que sólo pueden ser llevados adelante mediante una dictadura.

Muestras todas de que la política revolucionaria, aun sin las campañas millonarias que ostentan los competidores y aun en desventaja numérica frente coaliciones como el FIT-U, se abre paso de manera audaz en la búsqueda por conectar con las necesidades de las amplias mayorías, lo cual nos ha valido pasar las PASO en 5 provincias.

El FIT-U por aparato y por la instalación que le garantiza las PASO proscriptivas ha logrado apropiarse de nuestras pegadas políticas. Si para el gran público la izquierda es toda la misma, para el círculo más politizado queda en evidencia que hay una izquierda rutinaria con elementos de adaptación, a la que llamamos a votar críticamente en las elecciones generales por un criterio de independencia de clase (tanto a Luis Zamora como al FIT-U), y otra izquierda que le pone palabras a los reclamos de los de abajo como lo es nuestro partido.

El Nuevo MAS es un partido con enorme futuro por delante, que no renuncia a su política independiente por un cargo, y que siente orgullo por haber cumplido un rol en la disputa política entre los partidos tradicionales y los liberfachos, logrando representar las aspiraciones de las y los trabajadores. Eso nos alimenta y nos prepara para los grandes desafíos que están por delante, en la lucha de clases y en la pelea por la representación política de una izquierda que sea revolucionaria en las calles y en el parlamento.

Un día después de las PASO hemos vuelto a los grandes medios de TV que reconocen en nuestra figura la calidad de esta política. Una muestra de que todas las conquistas logradas, la maduración del partido y su militancia, el despliegue de energía, de organización, de territorialidad, de exposición mediática, etc., son un insumo que tenemos que consolidar y capitalizar para construir más partido.

Próximamente haremos presentación de un proyecto por un salario mínimo, vital y móvil que parta de 100 mil pesos para seguir disputando la agenda política por izquierda, en el marco de una crisis política de gobierno que Juntos intentará capitalizar por derecha. El malestar social y las necesidades de las y los trabajadores también podrían expresarse en el corto plazo en las calles. Allí estaremos levantando las banderas del anticapitalismo y el socialismo, y peleando por transformar a la izquierda en una fuerza que dispute poder junto a las y los trabajadores.

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