Argentina: El gobierno ante su primera crisis

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  • En los últimos días finalmente se han decantado los primeros elementos de crisis del gobierno o su primera crisis real. La pandemia, presión permanente desde la derecha, rebelión policial y crisis económica, son algunos de los elementos que configuran la coyuntura.

Luis Paredes

Se trata de una sumatoria de problemas que podemos enumerar de manera algo esquemática: una pandemia que ha salido del centro de la escena pero no tiene ningún fin a la vista; un “asedio” permanente desde la derecha que traduce las dudas que le genera a la patronal un gobierno de centro-centro social liberal, pero que no es convicto y confeso reaccionario como fue el de Macri; la crisis policial del miércoles pasado que si se “saldó” transitoriamente con el aumento otorgado, sus consecuencias son de momento todavía difíciles de evaluar en toda su magnitud y, sobre todo, y por primera vez en su gestión, el paso al centro de la coyuntura política de la crisis económica bajo la forma de la falta de dólares para que el país pueda operar en el elemental nivel de los intercambios corrientes (amén de configurar un brutal zarpazo contra los trabajadores).

Al conjunto de todos estos problemas habrá que sumarle la exposición al contagio cotidiano de los trabajadores en los lugares de trabajo; el ninguneo feroz del personal de salud; la estafa de los salarios congelados en el Estado y las paritarias igualmente congeladas o mentirosas en la mayoría de los lugares de trabajo privados;y el aumento de la pobreza, la precariedad laboral, el desempleo, etcétera. Sumándoles, repetimos, el reciente zarpazo sobre el mínimo ahorro en dólares que puede hacer un trabajador o trabajadora han dado lugar, quizás, al primer llamado de atención masivo desde abajo con muchos trabajadores, cayéndole la ficha sobre el carácter social liberal del gobierno llamándolo a Alberto: “Alberso”.

Por lo demás, la presión desde la derecha o centro derecha de Cambiemos y el macrismo se multiplica en la medida que la traición de la CGT y la CTA más las direcciones de los movimientos desocupados, adquiere ribetes históricos. Con la excusa de la pandemia, no han movido un dedo desde comienzo de año. Da risa, también, las discurseadas de Alberto Fernández cuando afirma que “cuando se termine la pandemia vamos a hacer un banderazo nacional y popular”, mientras atan de pies y manos a los trabajadores para que no puedan hacer oír sus reclamos, dejándole todo el campo a los banderazos y caravanas de la derecha; es que en política no hay vacío y lo que no se ocupa desde la izquierda –por así decirlo- se termina ocupando desde la derecha.

La coyuntura de “congelamiento” de los desarrollos que supuso las primeras semanas de la cuarentena se ha terminado hace ya varias jornadas. El país ha entrado en una nueva coyuntura de polarización de los desarrollos de derecha a izquierda –una polarización en estos momentos “asimétrica”, más desde la derecha- pero con un elemento nuevo que hasta aquí estaba insinuado pero no expresado realmente: la crisis económica (no ya sólo social)que irrumpe con la escasez de dólares.

Un cepo contra los trabajadores

De todos los elementos de crisis, el más nuevo y materialmente relevante es la crisis que ha estallado alrededor de la escasez de dólares. Esta crisis entraña una crisis paradójica. Por un lado el gobierno anunció con bombos y platillos el acuerdo con los acreedores externos privados. A cambio de reconocer prácticamente el 100% del capital adeudado y una parte muy sustancial de los intereses, obtuvo cierto plazo en los pagos, concentrándose los mismos a partir de 2025, más o menos. La “astucia” de esta negociación es que en los años inmediatamente próximos el gobierno tiene que afrontar otro pago: la deuda con el FMI que por definición, dado que la Argentina es “miembro” del organismo, no admite quitas ni en capital ni en interés; a lo sumo se pueden renegociar los plazos.

Guzmán ha señalado que la pretensión del país es no pagar esa deuda –valuada en 44.000 millones de dólares- de aquí hasta el 2024. Es decir, comenzar a pagar recién en ese año. La realidad es que los vencimientos de capital e interés con el FMI se concentran entre 2021 y 2022 y nadie puede saber qué dirá el FMI y qué condicionalidades pondrá.

Se especula que existen dos alternativas: si se vuelve a acordar un stand by como se dice en la jerga, esto sólo significará reconfigurar pagos, pero en el muy corto plazo, para lo cual, el gobierno debería encontrar de dónde sacar los dólares para afrontarlos.Caso contrario, si se quieren plazos de repago más largos, se pasaría a un acuerdo llamado de “facilidades extendidas” que, efectivamente, da plazos más largos, pero a cambio de contrarreformas explícitas laboral, jubilatoria y tributaria. Es decir: en este segundo tipo de acuerdos el FMI exige reformas del tipo que dieron lugar a la semi-rebelión de las Jornadas de diciembre del 2017 que hirieron de muerte –aun de forma mediatizada electoralmente- al gobierno de Macri.

No queremos decir que Alberto, de cualquier manera, al controlar las direcciones sindicales, no vaya a intentar estas reformas: la laboral gremio por gremio para que se note menos; la jubilatoria, quizás, embelleciéndola de alguna manera pero llevándola de todas maneras adelante y la tributaria,¡atención!, que corrió el rumor, entre otras cosas, que podrían aumentar nuevamente el impuesto a las falsas “ganancias” que son los sueldos de los trabajadores.

En cualquier caso, todo esto está por verse y la negociación con el Fondo sólo se cerraría en febrero del año que viene.

Y ahora, a pesar del acuerdo con los acreedores privados y las conversaciones en marcha con el FMI, parece que al gobierno no se le ocurrió cómo resolver un problema fundamental de otro orden: de qué manera hacerse de dólares para que el país pueda mínimamente funcionar.

La paradoja es la siguiente. Mientras que el gobierno y toda la troupe K posibilista que los rodea argumentan que es “imposible no pagar la deuda” porque entonces “quedaríamos fuera del mercado mundial” y bla, bla, bla,. Ahora, luego de acordar como pagar, parecería que Argentina igualmente se queda “afuera” porque no cuenta con los dólares con qué funcionar. Es que, luego de tantas vueltas resulta ser que parece que a nadie se le ocurrió pensar de qué manera el país podría generar divisas para funcionar…

Las crisis económicas pueden tener muchas caras (y muchas de esas caras las tiene la economía argentina hoy): recesión económica, aumento de los despidos y los índices de pobreza, déficit habitacional, escalada de los precios poscuarentena, persistente devaluación del peso contra el dólar, etcétera. De esto el país está habituado y cada crisis específica tiene alguna combinación particular de estos componentes.

Pero muy concretamente lo que estamos viviendo en estos momentos es la falta absoluta y completa de divisas para la operatoria cotidiana de la economía del país.

Es decir, el argumento de que “no se puede no pagar” y que “hay que ser parte del mundo” llega al absurdo de que en el oficialismo nadie parece haber pensado cómo generar los dólares necesarios para el funcionamiento mínimo del país.

Y acá aparece “Alberso”. Quizás por primera vez de manera categórica, a los trabajadores y trabajadoras les haya caido la ficha de que este gobierno se parece muy poco a la idea que tenían muchos cuando lo votaron contra Macri en octubre del año pasado…

El gobierno de centro-derecha de Macri no pudo con las relaciones de fuerzas del país y terminó siendo derrotado entre las Jornadas de diciembre de 2017 ya señaladas y las elecciones del año pasado. Pero ahora, por primera vez en su gestión, parece que al gobierno de centro-centro(por así identificarlo)de Alberto Fernández, tampoco las cosas le serán tan sencillas.

Es que aunque los trabajadores estén atados de pies y manos por los traidores de la CGT y la CTA, y aunque la derecha presiona por los derechos propietarios de los explotadores, cacerolea y banderea, la realidad es que la crisis social y económica que se cocina por abajo emerge bajo la forma de una polarización política de momento asimétrica y el operativo de contener todo bajo el cuadro de falso gobierno “progresista” y oposición neoliberal, de poner todo bajo la figura de Cristina versus Macri o Fernández versus Larreta, se desborda mientras se cocina la bronca desde abajo.

Lo que dejó la rebelión policial

Parte de esto mismo es lo que dejó la rebelión de la Bonaerense, que tuvo su apogeo el miércoles pasado con la movilización de los uniformados a Olivos. Se trató, sin duda alguna, de una presión y un desafío a las relaciones de fuerzas desde la derecha cuyas consecuencias están todavía procesándose.

El aumento “salarial” a esta fuerza represiva, la mayor del país, parece haber calmado en lo inmediato las aguas. Por otra parte, para equilibrar las cosas, si muchos trabajadores tuvieron la confusión, quizás, en un primer momento de que los policías serían “trabajadores” a los cuales les correspondería un aumento por sus bajos ingresos, la provocadora movilización armada y con patrulleros a Olivos ya se pasó de castaño oscuro y generó amplio repudio democrático-popular.

La movilización de una fuerza armada como la Bonaerense, integrada por 90.000 efectivos, es un precedente muy grave. De momento no ha pasado a mayores y no parecen haberse hecho concesiones políticas, aunque el propio kirchnerismo defiende la “sindicalización” de esta fuerza represiva –sindicalización que sólo puede ayudar a la impunidad de sus integrantes, por ejemplo en el caso como la desaparición forzada seguida de muerte de Facundo Castro u otras- y no se ha escuchado todavía que se hayan abierto procesos y sanciones contra los sediciosos.

Pero incluso puede haber desarrollos más graves. En Brasil gobierna el semi fascista de Jair Bolsonaro que ha hecho toda su carrera en una reivindicación de las fuerzas represivas. La naturaleza de la crisis de las FFAA y represivas en nuestro país no es solamente salarial o presupuestaria, sino política también: desde la caída por la movilización popular de la dictadura militar y el histórico movimiento de los derechos humanos en la Argentina por el juicio y castigo a los genocidas, muy justamente, las fuerzas represivas no han recuperado mayor legitimidad popular (de fuerza represiva en fuerza represiva existen matices quizás).

El pasar de un reclamo sólo “económico” a exigir la sindicalización y “mesas de discusión”, etcétera, además de haber realizado un planteo por varios días que tuvo su punto culminante en Olivos (sin olvidarnos que cercaron también el domicilio de Kicillof, etcétera), y bajo la presión del ejemplo de Bolsonaroen Brasil, alerta o advierte sobre el peligro de que fuerzas represivas como la Policía Bonaerense presionen por mayor reconocimiento político.

El gobierno de Fernández y Kicillof les capituló en una serie de reivindicaciones y esta capitulación no puede hacer más que fortalecer el curso reaccionario de la Bonaerense. Berni, por su parte, sigue dedicándose a la provocación a los organismos de derechos humanos; por ejemplo, en símil del papel de Patricia Bullrich bajo el gobierno de Macri, mientras que las promesas de Alberto Fernández y el propio Kicillof de “no encubrir a nadie” por el asesinato de Facundo están relegados a un lugar de décimo orden en la agenda nacional y, mientras tanto, la mayor parte de las fuerzas del FIT-U hicieron de comentaristas durante la rebelión policial, se negaron a llamar a la movilización en las calles contra la sedición. Un problema gravísimo que roza los principios, por más que ahora se rasguen las vestiduras y digan que están por la “disolución de la Bonaerense”…

Es hora de recuperar las calles

La suma de todos estos problemas, pero sobre todo la falta de dólares, han abierto no sólo una nueva coyuntura sino, probablemente, la primera crisis real del gobierno (más allá de todos los tironeos y marchas y contra marchas anteriores como el caso Vicentin, la crisis de los presos, la apertura indiscriminada por presión de los empresarios, etcétera).

Sin embargo, sería un error pensar que la polarización sólo es y sólo puede ser hacia la derecha. Hay elementos comunes en el patrón de los desarrollos internacionalmente. La pandemia no termina y no va a terminar. En todo el mundo los gobiernos capitalistas terminan cediendo a la presión de los empresarios y abriendo la economía para que éstos salven sus ganancias. Pero a pesar de la hipocresía de los discursos oficiales de mandar a los trabajadores a contagiarse en el trabajo, mientras que se le echa la culpa por la escalada de enfermos a las “reuniones sociales” y a la juventud -¡si serán hipócritas los políticos patronales!- finalmente los de abajo pierden miedo y, pasando por arriba de todos los tabiques burocráticos, empiezan a salir a las calles por sus reclamos.

En los casos más extremos esto da lugar a elementos de rebelión popular como en los Estados Unidos, Colombia, Chile, Líbano, etcétera. Pero no hace falta que se llegue a ese punto para que los reclamos de los trabajadores se expresen y menos que menos en la Argentina, donde las relaciones de fuerzas no se han modificado sustancialmente (más bien tuvieron un cierto giro al centro-centro entre los gobiernos de Macri y de Fernández).

Decimos esto por lo siguiente: ¡el discurso del gobierno de que no se puede salir a la calles por la pandemia es de una hipocresía insigne! Mandan a los laburantes al matadero todos los días pero intentan convencerlos que no se puede reclamar. Está claro que las centrales sindicales traidoras son parte del ajuste y del acallamiento de los reclamos obreros, pero incluso existen elementos de estupidez posmoderna en parte de la izquierda, que no parece entender que la pandemia no ha suspendido –no podría hacerlo- la lucha de clases; que el terreno que uno cede lo ocupa el enemigo de clase.

El espacio público es el más seguro desde el punto de vista pandémico. Esto quiere decir que si nos movilizamos con distanciamiento social es más seguro no sólo que el trabajo sino, incluso, que estar encerrado entre cuatro paredes en nuestras casas.

Es hora de salir de una buena vez a las calles por nuestros reclamos: por el salario congelado en la mayoría de los casos, contra los despidos y los cierres de empresas, por el juicio y castigo a los desaparecedores y asesinos de Facundo Castro, en defensa incondicional de las ocupaciones de tierras improductivas para construir viviendas populares como es el caso de la ocupación de Guernica o de tierras ancestrales como las de la comunidad mapuche en el sur del país, para que los estudiantes de ningún nivel pierdan el año y en defensa de la educación pública, conectividad y computadoras para todos y la promoción de materias en la Universidad y por el derecho al aborto libre, legal, seguro y gratuito y contra los femicidios.

Es hora que los trabajadores, las mujeres y la juventud recuperemos las calles.

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