¿A dónde va Brasil?

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  • Bolsonaro retrocede tácticamente, pero la coyuntura está llena de contradicciones que pueden eclosionar en una mayor radicalización.

Antonio Soler

Es necesario atraer violentamente la atención hacia el presente del modo como es, si se queire transformarlo. Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad”.

Mi estado de espíritu sintetiza esos dos sentimientos (optimismo y pesimismo) y los supera: soy pesimista con la inteligencia, pero optimista con la voluntad. En cada circunstancia, pienso la peor hipótesis, para poner en movimiento todas las reservas de la voluntad para ser capaz de abatir el obstáculo.”

A. Gramsci

 

En el momento del debate sobre el significado de la reforma ministerial de Bolsonaro al principio de la semana pasada (29 de marzo), se recolocó la necesidad de una profunda discusión en torno a la coyuntura política nacional y las tareas estratégicas que tenemos por delante.

Para discutir este tema, tracemos algunas observaciones críticas al texto de Valerio Arcary, dirigente de Resistência-PSOL, “El 31 de marzo de 2021 no es 1964. El 2022 no será como el 2002”. De forma correcta, pero extremadamente parcial, afirma en el texto que la reforma ministerial dejó dos posiciones igualmente equivocadas: los que preven un autogolpe y los que anticipan la caída de Bolsonaro en el horizonte inmediato.

Pensamos que escapar a esa falsa polarización no es más que un primer paso de la apreciación de la coyuntura. Pero no podemos desconsiderar, como hace Valerio, que las contradicciones latentes en nuestra realidad nacional puedan precipitar cambios coyunturales para los que tenemos que estar preparados. Más allá de eso, la izquierda está sumergida en una parálisis política y debemos incorporar tácticas en nuestra militancia que busquen superarla para apostar a la movilización de amplios sectores de trabajadores y oprimidos, más allá de las dificultades impuestas por la pandemia.

Como es costumbre en nuestra tendencia, Socialismo o Barbarie-PSOL, queremos puntualizar críticas francas y fraternas al texto de Valerio, procurando así como producto del debate una mejor comprensión de la realidad y sus tendencias. Queremos que este ejercicio polémico sirva para que ambas tendencias y el partido intervengan de forma más efectiva en la lucha de clases para derrotar a Bolsonaro y su saña genocida.

La reforma ministerial en el escenario

Hubo un adelgazamiento relativo de Bolsonaro con el descontrol de la pandemia, los elementos de estanflación, crecimiento del desempleo y la pobreza, pérdida de popularidad, el abandono de sectores importantes del empresariado y el surgimiento de Lula como candidato viable a presidente en las próximas elecciones. Pero eso para anda significa que ese retroceso táctico haya sido causado por una transformación cualitativa de la correlación de fuerzas entre las clases; ni que la realidad, marcada por la crisis sanitaria, no pueda traer desbordes de mayor radicalización política en un próximo período.

Ese adelgazamiento se manifestó objetivamente en la caída del general Eduardo Pazuello de su puesto al frente del Ministerio de Salud, de Ernesto Araújo del Ministerio de Relaciones Exteriores y la asignación de Flávia Arruda (PL) en la Secretaría de Gobierno. Los cambios reflejan el mayor espacio para los partidos clásicos de la derecha en el núcleo duro de gobierno, que representan la mayor bancada en la Cámara de Diputados. Se consolida así un presidencialismo de coalición de extrema derecha y una reducción del espacio para el ala más ideológica del bolsonarismo.

Al mismo tiempo que la reforma ministerial de Bolsonaro cede más espacio para el “Centro” para protegerse frente a un Impeachment, con la salida de Walter Souza Braga Netto del Ministerio de Defensa y el cambio simultáneo de toda la cúpula de las Fuerzas Armadas, Bolsonaro toma una medida antidemocrática y turbulenta para intentar abrir más espacio para su agitación de extrema derecha en los cuarteles.

Entonces, como conclusión inicial más general de esa reforma, se trata de un retroceso táctico, pero eso no significa que haya sido causado por un cambio en la correlación de fuerzas ni que sea una estabilización de la coyuntura, marcada por la profundización de la crisis socio-sanitaria.

Hay que encontrar puntos de apoyo para luchar

Como ya hemos dicho, la reforma ministerial generó un intenso debate sobre los rumbos políticos del país. Surgieron apreciaciones facilistas y derrotistas de este proceso que tienen como base una lectura que desconsidera la totalidad de los elementos más estructurales de la realidad. Podemos caracterizar esas dos posiciones como resultado del impresionismo1, que no toma del conjunto de los elementos más importantes hoy.

En el caso del texto de Valerio, a nuestro modo de ver, su impresionismo es por no apreciar de forma correcta la evolución de los elementos más dinámicos y candentes de la realidad. Ese problema en el análisis del compañero resulta de otra manifestación de impresionismo: el fatalismo que congela la acción política de las masas ante las dificultades por la coyuntura, dejando todo “en las manos” del calendario electoral del próximo año.

Para que no se fíen simplemente de lo que decimos, vamos al texto de Valerio. Para él, lo que sucede con la reforma ministerial “no es la antesala de un autogolpe en preparación. Brasil no es Bolivia. No hay golpe en Brasil sin la luz verde de la embajada norteamericana. No hay golpe en Brasil sin el apoyo del gran capital, sin movilización de masas de la pequeña burguesía, sin una alta articulación de la oficialidad de las Fuerzas Armadas, sin un clima política incendiario fogoneado por los grandes medios. Tampoco están maduras las condiciones para un impeachment a Bolsonaro. No hay disposición de lucha para una huelga general entre los trabajadores, ninguna fracción burguesa desistió definitivamente de presionar al gobierno para intentar encuadrarlo; además de que la catástrofe sanitaria no permite, por ahora, iniciar los trámites constitucionales, etc., etc.”

Decir que hoy no hay apoyo para un golpe ni movilización para un impeachment es correcto. Pero su análisis desconsidera completamente los elementos fundamentales de la coyuntura – con una pandemia devastadora en el centro de ella – en una dinámica en que no estamos en un equilibrio estable de fuerzas.

El avance imparable, hasta ahora, de la pandemia puede resultar en un caso político y social y alterar la posición de la burguesía en relación al fortalecimiento del régimen, por un lado, y la falta de “disposición” de las masas no es eterna, por el otro. Pero es necesario decir que la disposición de las masas tiene que ver con la política de las direcciones de jugar todo hacia las elecciones del 2022 (la vieja táctica de desangrar y no matar). Esta política ha sido también acompañada por sectores de la dirección del PSOL.

En realidad, Valerio perdió completamente del radar la posibilidad de una mayor polarización, de un escenario más radicalizado que lleve a enfrentamientos más directos con este gobierno antes de las elecciones del 2022 y desemboque en salidas que no respeten el calendario electoral, para bien o para mal.

Para él, frente a las dificultades impuestas por la realidad (pandemia y otras) no se puede hacer mucho más que esperar a que sus desdoblamientos y prepararse para las elecciones del año que viene. Todo caminaría así tranquilamente para las elecciones y no nos queda otra cosa que hacer que preparar las tácticas del proceso. Por esa razón afirmamos que su análisis expresa un impresionismo fatalista que no ve la dinámica de los elementos de la coyuntura ni sus puntos de apoyo para impulsar la movilización de sectores de masas.

Desde nuestro punto de vista, estamos en una coyuntura precariamente estable que puede precipitar escenarios más polarizados. Pero no solo eso, precisamos siempre encontrar puntos de apoyo para las más variadas formas de movilización con el objetivo de impulsar hacia adelanto a los sectores más amplios posibles.

La realidad es lo que es, es concreta. Nuestro análisis en sí no puede alterarla, pero esa falencia estratégica revolucionaria imposibilita encontrar brechas de esa misma realidad para impulsar la lucha. Sin enfrentamiento directo no podremos para la pandemia que mata a miles todos los días, y le abriremos espacio a la recuperación política de Bolsonaro, que puede terminar en una reelección o algo mucho peor.

Una situación reaccionaria pero cargada de contradicciones

Para Valerio, la lectura del proceso político desde el 2013 es responsable por los errores de evaluación sobre la reforma ministerial: “De un lado están los que interpretan que el régimen cambió cualitativamente y sería bonapartista. Algunos describen al gobierno de Bolsonaro como una gobierno militar. Se así fuese, sería inaceptable concluir que habría acontecido una derrota histórica después del 2016. Por otro lado, están aquellos que consideran que el régimen democrático-burgués presidencialista estaría intacto, e interpretan al gobierno de Bolsonaro como una derrota electoral, sin que una inversión de la relación de fuerzas hubiese abierto una situación reaccionaria. Ambos están equivocados. Hubo un golpe institucional en 2016, pero el régimen democrático liberal no fue derrumbado. No sucedió una derrota histórica, un nuevo 1964. No serán necesarios quince años para derrotar a Bolsonaro.

En el sentido de la importancia de retroceder hasta el año 2013 para el debate de la coyuntura, acordamos con Valerio, pero hasta ahí llegamos. Porque, igual que el impresionismo presente en el análisis de la coyuntura de Valerio, aparece en el de la situación política.

El relato que hace de los últimos años erra por desconsiderar el papel nefasto del lulismo y que hubo un peligroso regreso de los militares en la composición del gobierno, resultado de las ofensivas reaccionarias, que son parte de la coyuntura.

Es necesario puntualizar que la crisis mundial económica golpeó al gobierno de coalición de clases lulista en 2012, que fue el plafón de la semi rebelión popular con base en la juventud a partir del 2013. Ese proceso de luchas fue respondido por el lulismo con una brutal represión a los movimientos sociales. En 2014, Dilma fue electa por un estrecho margen de votos prometiendo no aplicar medidas de recorte directos, para en seguida incumplir.

Cuando la burguesía quiso sacar a Dilma del poder a partir del 2015, contó con la movilización masiva de sectores de la clase media, pero el PT no podía contar con acciones masivas de la juventud y la clase trabajadora para defender a su gobierno2. El papel traidor del PT, de Lula y de toda la burocracia, si se quiere entender las determinaciones de fondo de la situacipon política y la coyuntura, no puede ser abstraído como sucede muchas veces en las elaboraciones de Valerio.

En su análisis, Valerio no considera que, además de la maniobra reaccionaria del impeachment, hubo un “golpe jurídico” con el apoyo de las Fuerzas Armadas para sacar a Lula de la disputa presidencial. Antes del pedido de habeas corpus de la defensa de Lula, que sería juzgado por el STF en abril del 2018, el Alto Comando del ejército amenazó con una intervención a través de twitter. Eso fue fundamental para que el habeas corpus fuese negado y Lula fuese preso y sacado de las elecciones. Ese episodio no produjo un reforzamiento del régimen, pero la democracia brasilera sufrió un serio proceso de debilitamiento con la vuelta del alto comando al gobierno.

El régimen no se hizo autoritario, pero la presencia del alto comando militar en el poder y de más de 6 mil militares en altos puestos, no es una situación “normal” de la democracia burguesa. Hay un serio riesgo aquí en tanto Bolsonaro fue apoyado por las fuerzas armadas, aún con las turbulencias recientes en el interior del comando. Ni hablar de la fuerte presencia política bolsonarista en el interior de las fuerzas represivas con capacidad para provocar agitación y motines de extrema derecha. Es decir, el bolsonarismo es una fuerza extra parlamentaria activa y peligrosa pese al paso atrás dado por él, cosa no tenido en cuenta para nada en todo el análisis de Valerio.

Entonces en la situación tenemos elementos contradictorios, vivos en la realidad, que pueden trastocarse de manera violenta dependiendo de la dinámica que siga la pandemia en Brasil (todos los especialistas dicen que seguirá fuera de control en los próximos meses). Por eso, apostar solamente a la estabilización de la situación y prepararse para el 2022 no puede ser la única perspectiva que tengamos en los próximos meses.

No hubo una derrota histórica en Brasil, lo venimos afirmando hace 5 años. Pero eso no nos permite sacar una conclusión definitiva simplemente tomando nota de que en este momento no hay posibilidades ni de impeachment ni riesgo de golpe. Pero vivimos en una estabilidad precaria, las medidas de distanciamiento sanitario son totalmente insuficientes, la vacunación es lenta y Bolsonaro sigue siendo peligroso.

La evolución de la pandemia se puede manifestar en un colapso nacional del sistema de salud y a una terrible catástrofe funeraria que llevaría el desastre a dimensiones impensables. Podemos también vivir una situación de pandemia crónica con altísimos números de contagios y muertes diarias, que en cualquiera de las hipótesis significa una presión terriblemente desestabilizadora que puede ir para cualquier lado.

De cualquier forma, la pandemia que hoy impide mayor radicalización puede tornarse en un elemeto de explosión de la estabilidad, alterar las condiciones actuales de lucha y llevar a enfrentamientos más duros y directos. Pero, en la formulación de Valerio, la imposibilidad momentánea de un golpe o de un impeachment no tiene en cuenta elementos coyunturales y estructurales que no pueden escapar a la dinámica de la pandemia.

Existen sí límites, pero también posibilidades y riesgos en la siempre necesaria política de actuar directamente en la lucha de clases… la clase dominante no se detiene en tiempos de pandemia. Pero verificamos en la posición de Valerio, mediante la falsa premisa de que no se puede movilizar nada, una adaptación que desarma la estrategia de buscar permanentemente la movilización de las masas – condición fundamental para derrotar a Bolsonaro y superar la actual situación catastrófica. Así, Valerio cae también en un análisis impresionista, fatalista e inmovilizador. La misma lógica que apuntamos más arriba en cuanto a la critica de su evaluación de la actual coyuntura.

Superar el fatalismo para derrotar Bolsonaro

Estamos en una situación política reaccionaria y en una estabilización coyuntural precaria, pero todo está cargado de contradicciones que pueden llevar a enfrentamientos más directos.

No podemos descartar un cuadro de estabilización con las próximas elecciones ni dejar de colocar en el radar las crecientes contradicciones, y mucho menos dejar de luchar para cambiar la correlación de fuerzas. Todo eso está sobre la mesa y nadie puede decir que sean hipótesis absurdas, no podemos cerrar los ojos frente a los riesgos y posibilidades en nombre de una estabilidad absoluta que no existe ni dejar de pelear para derrotar a Bolsonaro ya.

Valerio peca de indulgencia por una dinámica objetiva circunstancialmente estable, pero que acarrea muchos elementos de tensión que pueden eclosionar próximamente. Su táctica política marca de forma indeleble su fatalismo cuando dice que “la hora de convocar a las masas populares a las calles para derribar al gobierno ya vendrá. Pero podemos tener iniciativas simbólicas con actos por representación, pistas y, sobre todo, en la organización de la solidaridad militante con las clases populares a través de iniciativas de distribución de donaciones”.

Obviamente desde el punto de vista de la acción política debemos pensar en el contexto pandémico en que vivimos, la necesidad de distanciamiento y cuidados sanitarios son fundamentales. Pero eso no puede significar inmovilismo como el que hemos visto por parte de la mayoría de la izquierda mientras miles mueren por día, faltan insumos, remedios oxígeno, vacunas, empleo, ingresos y comida.

Las masas salen a las calles todos los días para trabajar, procurarse un empleo o algún ingreso para sobrevivir. Llenan las terminales de ómnibus, de metro y trenes, se aglomeran en las fábricas, el comercio y los barrios. Nosotros sabemos donde están, es fácil encontrarlas, por eso no hay pandemia que justifique que no hagamos una acción sistemática contra el gobierno llevando a las masas algún llamado a la acción.

Si nuestra estrategia central hoy es derrotar a Bolsonaro, como dice Valerio en otro texto, el único medio para eso es la movilización de masas en sus varias formas dentro de las posibilidades actuales.

No estamos en una situación que permita llamar a acciones masivos de todos los sectores de la clase trabajadora. Pero hay categorías como el personal de enfermería, de la juventud, sectores del profesorado que comienzan a ser vacunados en breve y que, con protección y distanciamiento social, pueden y deben movilizar. Por eso, además de actos simbólicos, acciones más amplias deben ser desenvueltas sistemáticamente, como caravanas nacionales con figuras públicas y agitación permanente en las concentraciones de masas.

En la conclusión de su texto, Valerio dice correctamente que “la historia no se repite. 2022 no será el 2002. El gobierno de Bolsonaro es un peligro diferente, mucho mayor, que el que fue el gobierno de Fernando Henrique”. Tiene razón, 2022 no será 2002, Bolsonaro no es FHC y tiende a no entregar el poder sin resistencia pese a la posibilidad de perder las elecciones. Lo que no podemos hacer es, como hace Valerio en su texto, abandonar la lucha directa y dejar que Bolsonaro se recupere y golpee, ni perder la posibilidad de abrir el camino a una correlación de fuerzas más favorable ante las elecciones de 2022.

Nosotros queremos derribar a Bolsonaro mucho antes de octubre de 2022 para salvar vidas, garantizar los derechos democráticos y cambiar la correlación de fuerzas a nuestro favor. Valerio no hace ninguna apuesta en su texto por ninguna acción que pueda llevar a la derrota de Bolsonaro, eso es la movilización de masas. Ese no es un simple error táctico sino una tremenda falencia estratégica que desarma la construcción de un análisis marxista sobre la realidad para una política revolucionaria. Nada para la lucha directa, para la unidad de acción y para organizar frentes políticos. Frente el genocidio que estamos viviendo, Valerio solo tiene la política de la disputa electoral del 2022.

Evidentemente es necesario prepararse para las elecciones con la perspectiva de construir un frente de la izquierda independiente de los patrones y el gobierno. Pero la política electoral debe ser subordinada a la lucha directa y, aún más, solo podemos tener una política electoral correcta si ésta esta basada en una estrategia y tácticas para movilizar y organizar a las masas para luchar hoy. Esa perspectiva está totalmente abandonada, es un apagón de estrategia revolucionaria lo presentado por Valerio cuando apuesta apenas a las elecciones de 2022 como el único escenario viable y a las tácticas electorales como toda perspectiva. Todo esto en detrimento de realizar una agitación para que las masas se muevan hoy.

En fin, el impresionismo fatalista del texto de Valerio en el texto analizando la dinámica inestable de la realidad, las posibilidades y peligros, desarma estratégicamente la necesidad imperiosa de movilización de las masas con el agravamiento de la pandemia. Para nuestra sorpresa y preocupación, desenvuelve una perspectiva estratégica bien distante de la revolucionaria, pues toma como central la política electoral totalmente de la lucha directa. Es la misma estrategia que llevan otras corrientes que dirigen el PSOL y, claro, también los oportunistas y traidores de la dirección del PT3.

En el momento pre Congresal del PSOL en que estamos entrando, esa decadencia política de parte significativa de su dirección precisa ser ampliamente discutida por las bases de nuestro partido con el objetivo de armar listas con una línea combativa independiente de los patrones y la burocracia. Solo así podremos actuar en esta coyuntura de forma que nos podamos convertir en una fuerza política que no se adapte de forma fatalista y que sea capaz de impulsar la movilización. Hay que organizar campañas y actividades en un escenario durísimo para nuestra clase, pero también está la posibilidad de derrotar a este gobierno a partir de una postura política que coloque en el centro la táctica de la movilización de los trabajadores y oprimidos.


1 El impresionismo se caracteriza por tomar la realidad sin identificar la totalidad de sus elementos en su dinámica. Se termina por ser impresionista cuando se toma los fenómenos episódicos por el todo, cuando se supervaloriza un aspecto parcial o, así mismo, cuando no se toman en cuenta el conjunto de los elementos más estructurales que impregnan el escenario.

2 El papel que tuvieron las traiciones en todo este proceso no pueden ser sacados del balance de la historia política reciente de Brasil. Si la ofensiva burguesa contra los gobiernos de colaboración de clases fue internacional, también es verdad que la reacción frente a esa ofensiva, no podía ser de otra forma, produjo diferentes situaciones en los diferentes países. Luego de la caída de Evo Morales por el golpe de estado, la resistencia popular fue la que le abrió las puertas al triunfo electoral de un año después.

3 El lulismo dirige la mayor parte del movimiento, por eso es necesario hacerle exigencias y denuncias sistemáticas. Esa corriente y su partido, el PT, ha dado muchas pruebas históricas de traición. El PT es un partido burgués que no ha dado señal alguna de volver al campo de los trabajadores y sus traiciones son un elemento fundamental para haber llegado a la correlación de fuerzas actual.

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