Roque Dalton, voz aguerrida entregada a su pueblo

A Roque Dalton lo ejecutaron y luego tiraron sus restos a un descampado. Su cadáver aún no ha aparecido. Fueron sus "camaradas" del ERP quienes le creyeron traidor, de la CIA, y nada pudo salvarlo.

0
94

Artículo de desinformemonos

“La obra de Roque Dalton es un códice en permanente estudio”, considera Ricardo Castro Rivas, amigo y compañero del poeta durante sus años de vida en el exilio, en México y Cuba. Y se refiere no sólo a su creación literaria, sino a la integración de ésta en su actividad política “que fue la materia prima que le permitió ser vanguardista de las letras.”

Un códice como el maya, o de los egipcios y sumerios, es un relato de vida en toda su complejidad histórica, sus aristas culturales y sociales. En el caso de Roque se trata de una razón circunscrita a la verdad y la justicia de un pueblo, que integra una obra que muestra su vida extensiva, permanente y audaz. Es el tiempo que la vivió como militante. Reconoce en la palabra su fuerza y fuente de voluntad.

“Y conocer al Roque no es diseccionarlo en el Roque poeta, Roque político o Roque guerrillero. Fue todo eso en un solo punto. El Roque que conocimos fue integral”, confirma Castro Rivas, quien conoció parte de los poemas escritos a mano, muchos de ellos transcritos en el contexto de la formación político militar de ambos en Cuba.

Por eso, el poeta se miró a través del espejo de la historia, de las luchas sociales y los tumultos de ideales por transformar el todo y sus partes. Cada frase, verso o poema completo es hablar de su amor al otro, al ser humano. Esto es política, acción auténtica por el bien común, por la liberación humana.

La memoria de quienes conocieron a Roque se remonta a 1956, año de agitaciones y turbulencias políticas en El Salvador. El autollamado gobierno revolucionario, compuesto por militares, dictaba con mano de hierro. La persecución a los opositores no tuvo límites. Desapariciones, asesinatos selectivos, masacres, fueron la constante en todo tiempo y en todo lugar.

En su segundo año en la carrera de Derecho en la Universidad Nacional, Roque Dalton con apenas 21 años, contaba con un cúmulo suficiente de experiencia estudiantil para desafiar al sistema. La Universidad era un hervidero de conciencia crítica adecuada a tiempos de hienas, contra la razón de Estado y la oligarquía.  No existían partidos políticos legales y los espacios intelectuales fueron la fuente de la producción imaginativa de ideas contra la dictadura.

En los pasillos universitarios, Dalton conoció a quienes serían sus compañeros de camino, los escritores Roberto Armijo, Manlio Argueta, Tirso Canales y el guatemalteco Otto René Castillo, quien lo acercaría un año después al Partido Comunista. Comenzó así el cause poético entre dos riberas, la militancia y la estética literaria.

Fundó el Círculo Literario Universitario con un puñado de valientes escritores jóvenes, que permitió la difusión poético militante en la página Sábado del Diario Latino del escritor nicaragüense Juan Felipe Toruño y en la Prensa Gráfica con José (Chito) Mejía Vides. Allí se plasmaron los primeros poemas del Roque comprometido. Se templaba el poeta  irreverente de vanguardias.

Trabajó igual como redactor, que como periodista en la primera etapa del diario El Independiente. Fue parte de su actividad político social, pero la organización fue su material bruto de construcción creativa. Fundó la Asociación de Estudiante de Derecho y el Socorro Jurídico para defender al pueblo bajo la consigna “Somos del pueblo y para el pueblo”. Integraba ya las filas de los comunistas en el ala juvenil. Coordinó el Movimiento 5 de noviembre bajo la bandera marxista leninista.

El poema Buscándome Líos ubica al autor en su militancia, disciplina y buen humor de aquellos tiempos: La noche de mi primera reunión de célula llovía…/ Fundadores de confederaciones y de huelgas mostraban / cierta ronquera y me dijeron que debía/ escoger un pseudónimo…/ Cuando salíamos no llovía más/ mi madre me riñó por llegar tarde a casa/.

Se vinculó con las huelgas obreras, las movilizaciones del magisterio y los movimientos populares urbanos y rurales. Los poemas acompañaron las gestas libertarias y la cultura de la resistencia. Fueron, él y los del Círculo, conocimos por los más pobres y cantaban para ellos. En los sindicatos independientes era recurrente encontrarlos. Su participación política y artística se mezcló con el mundo del trabajo. Fueron siempre rebeldes.

Hasta 1959, Roque lideró el Círculo Literario. Todos sus integrantes fueron perseguidos, señalados y, en el caso de Roque, apresado. El 15 de diciembre lo capturaron. Se realizaba la celebración de la autoproclamada Revolución y el partido de militares Revolucionario de Unificación Democrática (PRUD).

Manlio Argueta rememora: “En la esquina del Palacio Nacional y la Catedral, la población se manifestó contra el desfile de la fiesta militar. Las fuerzas del orden dispersaron a la gente y capturaron a algunos participantes. La dictadura señaló como ‘autor de esos desordenes’ a un jovencito ‘líder de la Universidad’ llamado Roque Dalton. Lo detuvieron y lo mandaron a una penitenciaria junto al obrero tipógrafo Carlos Hidalgo.”

Así, el círculo de poetas comprometidos “por más premios que ganaran estaban señalados”. Roque alcanzó la libertad en febrero de 1960. Todos sus compañeros, como él mismo, fueron obligados a la clandestinidad. Los poemas y las obras literarias de este prolijo grupo de artistas continuarían creándose y recreándose en las sombras. Serían poetas clandestinos. Cambiaron su identidad y se organizaron en silencio.

Dalton sintetizó la etapa clandestina posterior y hasta la hora de su muerte en este poema Sobre nuestra moral poética: “No confundir, somos poetas que escribimos/ desde la clandestinidad en que vivimos./ No somos, pues, cómodos e impunes anomistas:/ de cara estamos contra el enemigo/ y cabalgamos muy cerca de él, en la misma pista./ Y al sistema y a los hombres/ que atacamos desde nuestra poesía/ con nuestras vidas les damos la oportunidad de que se cobren,/ día tras día.”

Para agosto de la década convulsa de los años 60  ya la situación se torno insostenible. Los poetas vanguardistas fueron apresados, exiliados y desterrados. La poesía y el amor al pueblo siempre los acompañó en los viajes sin certeza de retorno.

El 2 de septiembre de ese año, los estudiantes toman la Facultad de Medicina. Roque Dalton participó en el descontento popular. La crisis del Estado se profundizó. En esta revuelta estudiantil lo vuelven a apresar. Y “El grupito audaz de intelectuales que agitaban el país fue desarticulado”, como declararon los hombres de armas que gobernaron el país.

El legendario comunista Virgilio Guerra y los activistas Mauricio Salguero, Manlio Argueta y Schafik Handal fueron a parar a San Marcos, Guatemala. Otros a Nicaragua, Honduras y Costa Rica. Los demás a sumergirse en casas de seguridad. “El grupito audaz” fue disperso, pero ya la caída del gobierno era inminente. Una nueva etapa para los escritores comenzó. Seguían escribiendo y sus poemas firmados con pseudónimos.

Tras el desplome del gobierno militar del Teniente Coronel José María Lemus en octubre del 60, Roque sale libre. Entre abrazos y en los hombros de sus compañeros logró formar parte de ese torrente social que exigió cambios y descarriló a la dictadura, mostró sus horrores y desafío su poder. El escritor clandestino buscó a sus compañeros de letras, pero dejaron de haber condiciones para articularse de nuevo. Las cárceles, los allanamientos eran la norma.  Al final, Dalton sale en su primer exilio a México.

El poeta vivió en el país azteca,  lugar laberíntico y escenario también de luchas sociales. Allí lo acogió el salvadoreño exiliado Mauricio de la Selva, un viejo militante de izquierdas de la llamada Generación Comprometida de su país en los años 50, y quien dirigía Cuadernos Americanos, una publicación reconocida en los círculos políticos e intelectuales mexicanos. De hecho, uno de los lugares donde los ejemplares se vendían como pan caliente fueron los anaqueles trashumantes en los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, la cual fue fundada en 1954.

En México conoció al poeta republicano exiliado de origen español León Felipe, a poetas de la talla de Efraín Huerta y Salvador Novo con quienes mantuvo reuniones literarias y análisis sobre la realidad mundial en el legendario Café Habana, en Bucareli, zona central de la capital.

Aquellos tiempos fueron memorables que prefiguraban un México “moderno” con grandes desigualdades económicas y sociales. Para el escritor salvadoreño, México y su pueblo lo llevarían al mundo indígena, a tocar la piel de los hombres y mujeres de maíz y compenetrarse hasta el último escalón social, al sótano de la realidad de los pueblos originarios. La luz de la mirada indígena lo sorprendió y lo hizo reconocerse en la espacialidad mesoamericana.

De allí nacieron poemas como La Zona de la Llama: ¿Dónde quedó la huella del furtivo/ pie del guerrero? ¿Dónde la fresca sangre del venado/ y la canción que se enredaba en los bejucos/ amantes de los árboles?/…

Es en México donde se publica su primer libro La Ventana en el rostro. En el prólogo de 1961 escrito por Mauricio de la Selva se lee: “La Ventana en el rostro representa un alud de emociones y circunstancias, de satisfacciones, de llantos y compromisos; representa la síntesis de una vida batallada y batalladora, no obstante que su autor apenas rebasa los veinte cinco años de edad.”

Los primeros ejemplares fueron vendidos a mano. Lo recaudado sirvió para dar alimento al autor y a su familia y seguir con el fervor revolucionario y transgresor de fronteras geográficas, sociales y culturales.

En el exilio, Roque amó a su patria salvadoreña. La soñó liberada como un paso más a la liberación mundial de los oprimidos. Conjugó la historia de luchas obreras locales con el internacionalismo proletario. Su honda también era la de David, como cantó José Martí.  El papel del intelectual, ética y creación unidos, alcanza a materializarse en compromiso social que le dio impulso a un nuevo género: la estética de las vanguardias.

Su voz retrató a El Salvador y así universalizó su poesía. Cantó la realidad de los náhuatl pipil de Centroamérica  e hizo collage estampas de la historia salvadoreña en buen romance  poético.

De allí sus viajes clandestinos a su patria, el eterno retorno; sus salidas y vivencias en Cuba, Guatemala, Checoslovaquia, Vietnam,  Corea del Norte. Su voz aguerrida alcanzó la sutiliza del viento y la fuerza de la tempestad. Sus poemas fueron y son ideas. Van más allá de las metáforas, rimas y bellezas literarias, son todo eso, pero cargadas de experiencias de lucha y entrega al amor más profundo: el amor a la humanidad.

Su vida estuvo llena de alegrías y tristezas, de luces y sombras, pero siempre perenne en el ímpetu de cambiarlo todo. Su obra extensa alcanza una decena de libros y cientos de poemas, y su ejemplo de militancia queda ya en el imaginario de los luchadores sociales y militantes comprometidos. En las fábricas, en las huelgas actuales, en los rincones de los círculos y células políticas.

Forma parte de las referencias obligadas de aquellas y aquellos que miran el todo acabado y que deciden un día cualquiera hacerse militantes revolucionarios, en el campo o en la ciudad…

Exigimos justicia

En su último retorno a su “patria chiquita” Roque Dalton fue asesinado. La bala que lo cruzó no vino de quienes combatió desde el inicio, no llegó de la boca del arma de fuego enemigo, ni de las armas de la dictadura, sino de los que creyó eran sus compañeros. Fueron tres los responsables directos del crimen: Joaquín Villalobos, Jorge Meléndez y Alejandro Rivas Mira, ex miembros del ERP y hoy tristemente recordados. Los tres resultaron ser empleados de segunda contra quienes lucharon en el pasado. Reconocidos traidores de la revolución salvadoreña y reciclados en el mundo del capitalismo que hoy abrazan. 

Estos sujetos ya cuentan con el descrédito de los militantes revolucionarios de El Salvador y el mundo. En donde quiera que se paren serán recordados como lo que son, unos asesinos; la historia los tiene ubicados en el lugar más terrible, el más insoportable: la soledad y el desprecio.

Pero aún no es suficiente, falta que la justicia se aplique y mientras los militantes conscientes renazcan en cada generación, será siempre una deuda pendiente por alcanzar.

Por ahora, Roque es de los nuestros, donde quiera que se encuentre…

Sumate a la discusión dejando un comentario:

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí