Mujeres de más bajos ingresos ganan 10% menos que los hombres

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  • Las mujeres con menores salarios pasaron de ganar un 4,3% menos que los hombres en 2001 a 10,9% menos en 2019.

Johan Madriz

Este forma parte de una serie de artículos donde examinamos los resultados del Informe Estado de la Nación (IEN) 2021 que fue publicado a mediados de noviembre.

La sociedad capitalista y patriarcal en que vivimos produce una serie de desigualdades y desventajas para las mujeres. La violencia que sufren, además de la física o emocional, tiene que ver con la dependencia económica y/o la brecha salarial. Es así como “cuando las mujeres deciden participar en el mercado laboral y consiguen un empleo, se enfrentan a la dificultad de que, en promedio, no han recibido una remuneración justa y paritaria en comparación con hombres de similares condiciones y habilidades. La brecha salarial promedio fue de un 10% en el período 2001-2019 (pág. 51).

Esta condición se da en medio de un mercado laboral donde las mujeres tienen todas las desventajas y que la pandemia vino a profundizar. “La crisis tomó a este grupo de población con importantes rezagos históricos, que las puso en mayor vulnerabilidad en aspectos como participación laboral, acceso y calidad del empleo” (pág. 271).

Si se analizan los niveles de empleo “el mayor efecto de la pandemia en el mercado laboral se registró en el segundo trimestre de 2020 (II-2020), cuando estalló la crisis en el país. Hubo una reducción de más de 230.000 mujeres ocupadas, 120.000 nuevas desempleadas y 137.000 mujeres expulsadas de la fuerza de trabajo […]. Pese a que los indicadores muestran una recuperación relativa hacia finales del 2020, al II-2021 no se han alcanzado los niveles previos a la pandemia. La cantidad de mujeres empleadas a ese momento representan el 85% del I-2020. Las tasas de participación y de ocupación tampoco han recuperado los niveles previos” (pág. 273).

De esta forma, “al comparar los primeros trimestres del 2020 y del 2021, hay una diferencia de 115.766 empleos femeninos que aún no se recuperan. […] De las mujeres que estaban empleadas en 2019 y que pasaron a estar fuera de la fuerza de trabajo en 2020, 37% provenía de servicio doméstico y una de cada cuatro estaba en comercio o industria manufacturera. Por ocupaciones, la mitad era trabajadora de los servicios y vendedoras de comercios o tenía ocupaciones elementales. […] Todas las mujeres con niveles educativos inferiores al universitario mostraron incrementos en las tasas de no participación por encima de los 7 puntos, especialmente las de primaria o secundaria completa, versus 3 puntos en las universitarias. Al II-2021 solamente las universitarias habían recuperado las tasas previas a la pandemia” (pág. 273).

En cuanto a la informalidad esta “se redujo como efecto de la menor participación de las mujeres en el mercado laboral. En un año, entre I-2020 y I-2021 se registraron 111.000 personas menos con empleo informal, de las cuales el 63% eran mujeres. […] previo a la pandemia, las mujeres denotaban mayores tasas de informalidad, lo que se revierte en los trimestres posteriores. La Encuesta Nacional de Microempresas de los Hogares (Enameh) de 2020 también muestra que la contracción del empleo independiente con respecto al año anterior fue mayor para las mujeres” (pág. 271).

Por su parte, las tasas de subempleo “subieron notablemente en los trimestres de pandemia, luego de permanecer muy estables durante 2019. En el II-2021 la brecha con respecto a los hombres era nuevamente de casi 5 puntos. El impacto en las mujeres ha sido más prolongado y la brecha de género se amplió” (pág. 273).

Tan solo conseguir un empleo de calidad ya significa una odisea para las mujeres. Una vez con un trabajo deben enfrentarse a la desigualdad salarial, que afecta principalmente a las mujeres con menores niveles socioeconómicos. “En 2001, las mujeres del primer quintil (20% de menores salarios) pasaron de ganar 4,3% menos que los hombres, a un 10,9% menos en el 2019. Por el contrario, hay avances en la reducción de la brecha salarial en los empleos asalariados que ofrecen mejores ingresos (quinto quintil), la cual pasó de 11,9% a 7,4% en el mismo período” (pág. 51). De esta forma, “la mayor participación laboral de las mujeres en los últimos veinte años no se acompañó de una mejora sostenida en la reducción de la brecha salarial de género” (pág. 275).

A este trabajo asalariado hay que sumarle otra problemática histórica que es el trabajo no remunerado de las mujeres. Según un informe del BID las mujeres destinan 35 horas y 49 minutos semanales a las labores de limpieza, cocina y cuido, sin ningún tipo de pago. Esto constituye una jornada adicional. Este trabajo aumentó debido a la pandemia, resultado de los cierres de centros educativos y el teletrabajo. “Se estima que siete de cada diez mujeres en teletrabajo tiene una recarga laboral, al combinarlo con las tareas domésticas desde sus hogares. Lo anterior se traduce en 95.797 mujeres, con una edad promedio de 43 años. En este grupo, siete de cada diez tenía al menos un hijo(a) en su hogar” (pág. 273).

“El Foro Económico Mundial ubicó a Costa Rica en la posición 22 de 149 países evaluados en función de la Brecha de Género Global (Global Gender Gap) en 2018. ‘En el contexto de América Latina se encuentra entre los países con mejor posición en cuanto a igualdad de género. Sin embargo, en el componente concreto de participación y oportunidades económicas el país reduce notablemente su posición, descendiendo al puesto 105’” (pág. 276).

El panorama en cuanto al desempleo, la pobreza y la desigualdad hacia las mujeres no parece nada halagüeño, ya que, a pesar de una leve mejora general en estos índices en los últimos meses, tras la debacle pandémica, ellas continúan rezagadas en todos los ámbitos. Esto hace parte de la desigualdad histórica hacia las mujeres, pero también de las políticas gubernamentales que privilegian a los sectores empresariales sobre las clases populares, es así como “los sectores en condiciones más desventajosas desde antes de la pandemia, no están siendo parte, por el momento, de la recuperación económica y social” (pág. 51).

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