El juicio de los 7 de Chicago: un gobierno contra la protesta en medio de un estallido social

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  • En el marco de un clima social de ebullición, atravesado por la guerra imperialista de Vietnam, un peculiar grupo de militantes pacifistas en compañía de una efervescente vanguardia, irrumpen las calles de Chicago, en señal de protesta contra la Guerra de Vietnam durante la Convención Nacional Demócrata. En medio de disturbios y una sangrienta represión, incitada por la policía local, “los 7 de Chicago” son arrestados y llevados a un juicio que aún trasciende en la historia.

Martine Luxemburgo y Santiago Damiani

Corría el año 1968, bajo la presidencia de Lyndon B. Johnson y con la guerra de Vietnam en curso. En pantalla vemos videos de archivo de programas noticiosos que se van fundiendo con imágenes de ficción que nos presentan a nuestros personajes convocando a una gran movilización para repudiar el conflicto bélico: Abbie Hoffman (interpretado por el siempre genial Sacha Baron Cohen, en uno de sus papeles más dramáticos) y Jerry Rubin (Jeremy Strong), íconos del Youth International Party; Tom Hayden (por el ganador del Oscar Eddie Redmayne) y Rennie Davis (Alex Sharp) de Students for a Democratic Society; David Dellinger (John Carroll Lynch), del grupo antibélico MOBE; Bobby Seale (Yahya Abdul-Mateen II), líder de las Panteras Negras; y Lee Weiner (Noah Robbins) y John Froines (Daniel Flaherty).

Así es como el guionista y director Aaron Sorkin nos introduce en este vibrante drama judicial, enmarcado en una de las etapas más violentas y represivas de la historia del país norteamericano. Pese a los impedimentos por parte del gobierno local al negar reiteradas veces los permisos para llevar adelante la jornada, prohibiendo las manifestaciones e impartiendo una política de mano dura a través de la masiva militarización de la ciudad con 15 mil policías, se logró instalar un pacífico acampe público y una jornada de visibilización cultural en repudio a la Guerra de Vietnam. La cual fue brutalmente reprimida por la policía con el fin de aleccionar y suprimir la organización juvenil.

Luego de esta intro, se nos muestra el proceso de enjuiciamiento de estos siete (en realidad, ocho) activistas acusados de incitar a la violencia por el nuevo gobierno de Richard Nixon. El juez a cargo, Julius Hoffman (excelentemente interpretado por Frank Langella), mantiene una actitud totalmente parcial contra los acusados y se hace de todo tipo de artimañas y caprichos para obstaculizar el juicio, incluyendo el detenimiento arbitrario de Bobby Seale, quien estuvo apenas unas horas en Chicago. Las mentiras, manipulación del jurado, denegaciones absurdas de objeciones, violaciones a derechos humanos y hechos de abuso extremo de poder van escalando y llenando al espectador de indignación y angustia.

 

A medida que avanza la trama, también vemos la disparidad entre los acusados y sus discusiones internas, sus visiones de la política y actitud más o menos seria frente al juez. Así, se muestra que – como dice Abbie Hoffman en un momento – fueron específicamente seleccionados para ese juicio que es, ni más ni menos, un juicio político, contra la voluntad militante de toda una generación de jóvenes que quiso poner un freno a la violencia imperialista y racista de los Estados Unidos, garantizada cobardemente por los tibios Demócratas y llevada hasta sus últimas consecuencias por los Republicanos.

Con un elenco y actuaciones de primerísimo nivel (donde también podemos disfrutar de Joseph Gordon-Levitt, Mark Rylance y Michael Keaton), y unos diálogos rápidos e ingeniosos que son sello autoral de su escritor – responsable de los brillantes guiones de La Red Social, de Steve Jobs y de la serie West Wing -, El Juicio de los 7 de Chicago se presenta como una de las mayores apuestas del cine hollywoodense del año. Lo es no sólo por su valor cinematográfico, sagacidad, emotividad y gran capacidad de entretenimiento, sino también por la coyuntura en la que es lanzada, lo que le da un peso político importante y emocionará a cualquiera que se sienta interpelado por el activismo en las calles y luche por cambiarlo todo.

En un contexto histórico de ascenso en la lucha de clases, con eventos significativos tales como el asesinato del activista Martin Luther King y el candidato a presidente Robert F. Kennedy; y la resistencia de las masas movilizadas en las calles – donde se planteaba la necesidad de conquistar y pelear por la ampliación de los derechos democráticos- se gestaba, lo que sería, un hito en la historia del imperio yanqui. Logrando confluir las luchas en curso: la pelea antirracial por la conquista de derechos civiles, la consolidación del movimiento feminista, la juventud organizada en el movimiento estudiantil, la contracultura hippie, etc., se conformó una gran alianza en repudio a la intervención militar en Vietnam, comandada por el amo del norte y su dirigencia política, nucleada principalmente en el Partido Republicano.

Con el sostenimiento de la cúpula bipartidista burguesa imperante, se continuó criminalizando a la protesta, al activismo y la militancia, la cual logró resistir y tensionar las relaciones de fuerzas por izquierda, en un contexto mundial de evidente antagonismo de clases. Donde la dirigencia política belicista encrudecía su intervención política por medio de la represión militar y policial, a medida que se fortalecían las manifestaciones populares, que desbordaban las calles a diario, intentando trastocar las viejas estructuras hegemónicas y las distintas esferas de la vida social.

Es al día de hoy, que el histórico juicio a los 7 de Chicago continúa siendo un suceso empírico que logra transmitir ese contexto de rebeldía, la ardua lucha contra el poder y las instituciones burguesas, y la importancia fundamental de defender fervientemente el derecho a la protesta y organización independiente. Situándose también como un hecho de gran influencia en la escena artística de aquel entonces y en la actualidad.

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