«Crímenes de familia»: radiografía de una justicia burguesa y patriarcal

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  • Este thriller argentino, basado en hechos reales, recoge la historia de una familia pudiente de Recoleta. Se desarrolla centrándose principalmente en el personaje de Alicia, una mujer de clase alta; y Gladys, su empleada doméstica, una joven semianalfabeta que vive junto a sus empleadores y su hijo.

Martine Luxemburgo y Santiago Damiani

A lo largo de la cinta, la trama se irá complejizando, abordando temáticas tales como la violencia sexual y reproductiva, violencia de género, condiciones laborales, etc., destacándose particularmente el profundo carácter patriarcal y de clase presente en la justicia burguesa.

El film dirigido por Sebastián Schindel nos muestra la situación de Alicia, interpretada por Cecilia Roth, al afrontar la acusación por abuso sexual y violencia de su hijo. Paralelamente, se desarrolla, de forma no-lineal, una trama que envuelve a su empleada doméstica, Gladys, y otra acusación que enfrenta por homicidio agravado por el vínculo. A medida que avance la trama, estas dos historias acabarán confluyendo. Alicia se mantiene defendiendo la presunta inocencia de su hijo, Daniel, haciendo lo posible para mantener la pobre cohesión de su círculo familiar y el estatus social de la clase alta porteña.

Sin embargo, estas tensiones explotan cuando Gladys se enfrenta a una situación inesperada. Durante el juicio, una psicóloga interpretada por Paola Barrientos explica los procesos de resistencia y defensa psicológicos que se desarrollan en la joven frente a la vulneración y los repetidos abusos. De esta manera se dispara el nudo que conduce a la trama, donde Alicia ve puestos en jaque sus valores y deberá decidir de qué lado posicionarse: del de su hijo agresor o del lado de las víctimas.

Entre las diversas temáticas que presenta el film puede identificarse que el ángulo central que se desprende de la trama planteada por el director se vincula con el carácter de clase burgués de la justicia, cuya función es garantizar el orden social y económico del capitalismo y consigo, la férrea defensa de la propiedad privada burguesa, evidenciando que no existe una justicia independiente e imparcial. Este carácter de clase también se ve expresado en las diferencias que presentan los sujetos en el acceso a dicha “justicia”, determinado por el lugar social al que pertenezcan. Ello puede verse reflejado en el film a través del tratamiento que recibe el caso de Daniel, un joven de clase media/alta, que pese a contar con contundentes pruebas en su contra por violencia de género y abuso sexual, queda en libertad luego de contratar a un “prestigioso” abogado; a diferencia de Gladys, una mujer semianalfabeta, desposeída de todo derecho y recurso económico que debe enfrentar las más aberrantes acusaciones por parte de los funcionarios de la justicia burguesa, sin ningún tipo de protección.

Otro pilar en el desarrollo de la cinta es el caso de la empleada doméstica, quien encarna las múltiples opresiones que sufren las mujeres. En un hecho de violación, Gladys queda embarazada en circunstancias de extrema vulnerabilidad (entre ellas la amenaza de despido por parte de su empleadora), sumado a un profundo contexto de opresión en el que se encuentra sumergida desde su infancia y a lo largo de su vida: abandono, abuso intrafamiliar, extrema pobreza, falta de acceso a la educación, humillación, sometimiento a la servidumbre, entre otros factores. En un dramático desenlace y ante la angustia que le produce lo sucedido, Gladys da a luz en el baño de la casona, intentando sobrellevar, con sus escasos recursos, los hechos. A partir de allí, es sometida al maltrato y a la criminalización, evidenciando la opresión que sufre por su condición de mujer y pobre, a la vez que queda al descubierto el rol de la justicia como una institución unilateral que garantiza la opresión de género y clase. Sin duda, esta situación permite hacer un paralelismo con el emblemático caso de Romina Tejerina, quien fue criminalizada por esta misma justicia al quedar embarazada producto de una violación, luego de varios intentos de aborto. Siendo condenada a prisión por no querer ser madre y no cumplir el mandato social que se le impartía, negando el contexto de opresión.

La película cuenta con una actuación principal muy sólida de Cecilia Roth y de Yanina Ávila (Gladys), desplegando la trama de a poco con sutiles motivos visuales (en lugar de recurrir al diálogo expositivo o caer en lugares comunes efectistas) bastante interesantes, como una enigmática secuencia a cámara lenta de un pasillo o la recurrente imagen de Alicia fragmentada en varios reflejos, que representa esa doble realidad que debe desmaquillar y afrontar. Es producida por Netflix y tuvo una buena aceptación entre el público, el cual agradeció el tacto con el que se toca el tema y la solidaridad entre las mujeres.

En la actualidad, si bien el avance del movimiento feminista logro instalar debates en torno a la importancia de la incorporación de la perspectiva feminista en la intervención profesional, cabe destacar que este aspecto presenta limites, en la medida en que la organización social capitalista-patriarcal tiene implicancias directas en la disposición de la justicia, y sus respectivos ejes, cuyos objetivos distan de resolver las problemáticas por las cuales se ven atravesadas las mujeres. En esta línea, resulta crucial repensar desde una perspectiva integral la relación dialéctica entre clase y género, y la importancia de la organización independiente y la movilización popular, elementos que son fundamentales en la efectivización de condenas emblemáticas y el avance en la conquista de derechos- sin olvidar la urgente necesidad del derecho al aborto legal, seguro, libre y gratuito-  logrando la liberación de niñas y mujeres que históricamente han sido criminalizadas- y continúan siéndolo a diario- por la justicia burguesa patriarcal.

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